Paliq y Gazulli beatificados: Muertos por la mentira, vivir en la Verdad
Lorena Leonardi - Ciudad del Vaticano
En la era de la posverdad, en la que la desinformación y las mentiras que «arruinan la vida de los demás y de un pueblo pasan por la red», hasta el punto de hacer «extremadamente problemático separar lo verdadero de lo falso», ¿nos sigue interesando la «verdad»?
Esta es la pregunta que ha planteado el cardenal prefecto del Dicasterio para las Causas de los Santos, Marcello Semeraro, en su homilía de hoy, 16 de noviembre, en Shkodër (Albania), donde ha presidido, en representación del Papa Francisco, la misa de beatificación de los mártires Luigi Paliq y Gjon Gazulli.
Quiénes fueron Luigi Paliq y Gjon Gazulli
El cardenal recorrió la vida de los dos nuevos beatos: el primero, Luigi Paliq, sacerdote de los Hermanos Menores, nacido en 1877 en Janievo, Kosovo; consciente de los peligros a los que se enfrentó durante la primera guerra de los Balcanes, en una fase política represiva contra la población de etnia albanesa, permaneció en su puesto, siguió ejerciendo su ministerio por fidelidad a su misión y, antes de ser asesinado, en 1913, confirmó su plena disposición a morir por Cristo y por la Iglesia.
El otro, Gjon Gazulli, sacerdote diocesano nacido en 1893 en Dajc, Albania: aunque muchos sacerdotes abandonaron el país, sometidos al régimen instaurado por el Presidente de la República Ahmet Zogu, él permaneció entre los suyos y fue detenido, sometido a un juicio farsa y condenado en 1926 por cargos falsos.
Ser maldito es convertirse en beato
Para su reflexión, el Prefecto del Dicasterio para las Causas de los Santos se inspiró en las Bienaventuranzas evangélicas, especialmente en las últimas, que se refieren «a las historias de dolor sufridas por tantos cristianos, desde el principio hasta nuestros días», y también a los sucesos de Paliq y Gazulli: «Nuestros dos Beatos -explicó- hicieron el bien y fueron calumniados y, mediante la mentira, condenados. Para ambos se cumplió así la palabra de Jesús: «¡Os insultarán, os perseguirán y, mintiendo, dirán toda clase de mal contra vosotros por mi causa!».
Justo aquí -informó, citando el comentario de San Jerónimo- está la razón de la Bienaventuranza: «Porque hay muchos que son perseguidos y condenados a muerte, pero no son Bienaventurados; pero sí lo son los que son “malditos”, es decir, calumniados, oprimidos y condenados a muerte por causa de Jesús». Y concluye: cuando se trata de Cristo, ser maldecido es ser bienaventurado.
La mentira divide, la verdad une
Incluso Francisco, recuerda Semeraro, «en el contexto de la llamada universal a la santidad ha dejado un comentario sobre las Bienaventuranzas del Evangelio» y actualiza esta «presencia de la falsedad en la persecución», escribiendo que «a veces se trata también de “burlas que intentan desfigurar nuestra fe y hacernos parecer ridículos”».
Lo que el Papa pretende decirnos -subrayó- es que la palabra de la bienaventuranza evangélica es actual incluso donde no hay persecución, pero sí indiferencia, o burla», hasta el punto de concluir que “aceptar cada día el camino del Evangelio a pesar de que nos cause problemas, esto es santidad”.
El cardenal subraya así la importancia y actualidad del tema de la falsedad, el engaño y la mentira, que «divide» y «aleja no sólo de Cristo, sino también de nuestros hermanos, de los demás, porque la falsedad divide, crea enemistad, contienda, muerte», mientras que la verdad «no sólo nos une entre nosotros, sino que nos une al Señor Jesús, que es Verdad y Vida».
Gracias por haber leído este artículo. Si desea mantenerse actualizado, suscríbase al boletín pulsando aquí