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Palabra del día

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Fecha24/09/2024
Martes de la XXV semana del Tiempo ordinario

Lectura del Día

Lectura del libro de los Proverbios

Prv 21, 1-6. 10-13

Como agua de riego
es el corazón del rey en manos del Señor:
él lo dirige a donde quiere.
Al hombre le parece bueno todo lo que hace,
pero el Señor es quien juzga las intenciones.

Proceder con rectitud y con justicia
es más grato al Señor que los sacrificios.
Tras los ojos altaneros hay un corazón arrogante;
la maldad del pecador brilla en su mirada.

Los proyectos del diligente conducen a la abundancia,
en cambio el perezoso no sale de la pobreza.
Los tesoros ganados con mentira
se deshacen como el humo y llevan a la muerte.

El malvado busca siempre el mal
y nunca se apiada de su prójimo.
Cuando se castiga al arrogante, el sencillo aprende;
cuando se amonesta al sabio, crece su ciencia.

El Señor observa el proceder de los malvados
y acaba por precipitarlos en la desgracia.
Quien cierra los oídos a las súplicas del pobre
clamará también, pero nadie le responderá.

Evangelio del Día

Lectura del santo evangelio según san Lucas

Lc 8, 19-21

En aquel tiempo, fueron a ver a Jesús su madre y sus parientes, pero no podían llegar hasta donde él estaba porque había mucha gente. Entonces alguien le fue a decir: “Tu madre y tus hermanos están allá afuera y quieren verte”. Pero él respondió: “Mi madre y mis hermanos son aquellos que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica”.

Palabras del Santo Padre

Podemos pararnos un poco en esta palabra: familia. Porque es una realidad que ha cambiado mucho, y está cambiando (…)  sin embargo (…) las novedades, las de verdad, en este mundo las trajo uno solo: Jesucristo. La verdadera revolución de la familia la hizo Él. Y también la familia, Él, la ha renovado, la ha transformado. (…) Lo cuentan los tres sinópticos Mateo, Marcos y Lucas. Jesús está predicando en medio de sus discípulos y a otra gente y en un determinado momento le dicen: “Aquí fuera están tu madre y tus hermanos que desean hablarte”. (…) Él dirige la mirada a los que estaban a su alrededor y dice: “Estos son mi madre y mis hermanos”. Y añade: “porque quien cumpla la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana, mi madre” (cf. Mt 12,46-50; Mc 3,31-35; Lc 8,19-21) (…) esta palabra de Jesús ha renovado radicalmente la familia, por lo que el vínculo más fuerte, más importante para nosotros cristianos ya no es el de sangre, sino que es el amor de Cristo. Su amor transforma la familia, la libera de las dinámicas del egoísmo, que derivan de la condición humana y del pecado, la libera y la enriquece con un vínculo nuevo, aún más fuerte pero libre, no dominado por los intereses y las convenciones del parentesco, sino animado por la gratitud, el renacimiento, el servicio recíproco. (Discurso a la peregrinación de la Diócesis de Asís, 5 de mayo de 2023)