Patagonia argentina: ¡Jesús resucitado pide renovar la historia!
María Fernanda Bernasconi – Ciudad del Vaticano
En el Mensaje se lee que el evangelio de Juan, en uno de los relatos de la Resurrección, nos presenta a María Magdalena inclinada y llorando junto a la tumba de Jesús. En esta mujer podemos reconocer a tantos y tantas que, doblegados por los dolores de la vida, han quedado sin fuerzas para seguir adelante. Ante el fracaso de sus proyectos, ya no se atreven a soñar en otros. Identificados con María Magdalena, no sólo con su juventud sino también con su estado de ánimo, sienten profunda desilusión ante personas y caminos de vida que en algún momento les llenaron el corazón pero que, de pronto, ya no están más, quedando en soledad y llanto.
En el llanto de María Magdalena, el llanto de todos
De ahí que escriban que como en cada época, “los llantos en la nuestra no escasean”. Todos tenemos experiencias de impotencia cuando la unidad y comunión en la familia parecen imposibles; cuando el sueldo no alcanza; cuando los derechos de ayer se “rediseñan” y desaparecen en defensa de no se sabe qué intereses económicos; cuando los ajustes para normalizar el país, la provincia o el municipio siempre empiezan y terminan en los mismos bolsillos flacos. “¡Cuánto llanto en nuestros jubilados – exclaman los Obispos – sin otra expectativa que la resignación! ¡Cuánto llanto en tantas familias porque un hijo ha caído en la droga, porque el padre se ha vuelto alcohólico o por la precariedad laboral! ¡Cuánto llanto en los jóvenes que quieren crecer, avanzar, aportar sus capacidades y ven cerrado su futuro! ¡Cuánto llanto en mujeres que sufren situaciones de exclusión, maltrato y violencia, o a quienes se les propone el aborto como una rápida solución a su profunda angustia por ese niño que, sin ser esperado ni directamente buscado, está vivo y creciendo en su interior! ¡Cuánto llanto reprimido en migrantes que siguen buscando un lugar digno para vivir!”.
Buscamos un encuentro que dure para siempre
Hacia el final de su mensaje los Obispos argentinos de la Patagonia recuerdan que al Jesús que se le acerca, María Magdalena no lo reconoce “de primera” como el Señor, puesto que cree que es el cuidador de la huerta. Y añaden: “Abramos nuestros ojos y corazón para reconocer también hoy su presencia y su estampa – ¡y sus llagas! – en personas y situaciones que, con su potencial todavía no desplegado, claman por llegar a la plenitud de la vida. Y aunque el mal nos siga rondando, no tiene fuerza de futuro porque Jesús lo venció y está dispuesto a regalarnos “los cielos nuevos y la tierra nueva” que ya conquistó en su Pascua”.
Conclusión
“Celebrar la Pascua es, entonces – concluyen su mensaje – celebrar el encuentro con Jesús vivo y resucitado que nos sostiene y le da sentido a nuestra vida”. E invitan a pedir a María, Madre de Jesús y Madre nuestra “que, aún en medio de situaciones difíciles y debilidades personales, la Pascua de Jesús sea también Pascua nuestra”.
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