Sólo una reflexión sobre dos futuros santos: Pablo VI y Romero
Patricia Ynestroza-Ciudad del Vaticano
“Casi en la víspera de la canonización del Beato Óscar Romero, trabajando junto a un equipo de jóvenes voluntarios que atendían a numerosos peregrinos, que participarán en la ceremonia del 14 de octubre, pude contemplar en el rostro de estos jóvenes el gozo de estar al servicio de quienes van al encuentro de San Óscar Arnulfo Romero en Roma, a la ciudad de mártires y santos. Y es que ese día, allá habrá para la Iglesia Católica siete nuevos Santos, entre ellos dos tan cercanos entre sí: Pablo VI y Monseñor Romero”.
Con estas palabras inicia la reflexión de Mons. Rafael Urrutia, postulador diocesano de la causa del Beato Romero, que lleva por título: “El Papa: el Corazón de la Iglesia”. Después recuerda la homilía que hizo Mons. Romero el 2 de julio de 1978, después de su viaje a Roma.
“El 2 de julio de 1978, Monseñor Romero retomó a su habitual predicación dominical, después de un viaje que debió realizar a Roma para aclarar al Papa Pablo VI “algunos malos entendidos surgidos de informaciones falsas o interesadas”. Cuanto disfrutaba Monseñor pasar unos días en Roma junto a Pedro, eso le daba la oportunidad de sentir con la Iglesia y vivir la comunión con el Romano Pontífice muy de cerca, ‘porque allá donde ya saben cómo amo y soy solidario de la Sede del Sucesor de Pedro, no podrían dudar de mi fidelidad al Papa. Y he ratificado una vez más que moriré, primero Dios, fiel al Sucesor de Pedro, al Vicario de Cristo’”.
Fidelidad al Papa
Y es que cómo dijo Mons. Urrutia, el Beato Romero desde la época de sacerdote, tenía tres devociones principales que nutrían su fecundo ministerio: el Santísimo Sacramento, la Santísima Virgen María y a la Iglesia, la que concretaba en la persona del Papa. “Más tarde añadirá en su vida arzobispal, una cuarta devoción que sentirá muy dentro del corazón: la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, a quien le había consagrado toda su vida, consagración que renovaba cada mes”.
Por tanto, dijo el postulador diocesano, no resulta extraño, que vuelto de Roma Monseñor expresara en esa misa dominical, sus profundos pensamientos y sentimientos hacia el Papa Pablo VI, a quien amaba entrañablemente. Sentimientos y pensamientos que nos viene bien recordar en estos días en los que debemos rezar mucho por el Papa Francisco, teniendo presente el elogio del Papa Juan Pablo II a Pablo VI, del cual habla Monseñor en su homilía de 23 de septiembre de 1979, llamándolo: “Apóstol de Crucifijo”.
Rezando por el Papa Francisco
Mons. Urrutia, recordó que como Pablo VI, entonces, hoy el Papa Francisco “está viviendo la dimensión interior de la cruz. No está siendo ajeno a los insultos y faltas de respeto que sufridas como Maestro y servidor de la verdad. No está siendo ajeno a la pena ni a la angustia”. Muchas acciones de sus acciones en favor de la vida y de un progreso incluyente, le están costando todo un Getsemaní. ¡Verdaderamente está siendo el Apóstol de Crucificado!. Entonces, dijo Mons. Urrutia, hoy vale la pena recordar para el Papa Francisco los sentimientos y pensamientos de Monseñor Romero, nacidos en lo más hondo de su corazón, para el Papa Pablo VI, el 2 de julio de 1978:
“Cuando yo veía circular junto a la tumba de San Pedro o junto a la cátedra del Papa peregrinaciones llegadas de todas partes del mundo, me parecía algo así como el torrente sanguíneo de la humanidad que pasa por el corazón para oxigenar después a toda la Iglesia. Porque eso es el Papa: ¡El corazón de la Iglesia! Y todo aquel que oxigena su sangre, su vida, su piedad en esa unidad con el Papa, es un miembro sano, vivo de esta Iglesia que estamos viviendo esta mañana en esta Catedral de San Salvador; y a través de la radio, en muchas comunidades allá lejanas, o junto a muchos enfermos, o junto a tantos seres queridos que no han podido venir, pero que siente este momento de plegaria, que juntos con su Pastor, estamos todos elevando al Señor "pro Pontífice nostro Paulo", por nuestro Pontífice Paulo, en el quince aniversario de su elección y de su coronación como Romano Pontífice, ¡Ese hombre de Dios es un santo! Es un santo, en su fragilidad, en sus 81 años atormentados por la artritis, casi arrastrando sus pasos, ¡pero con una mente lúcida! ¡Y sobre todo un corazón que es todo un volcán de amor para la humanidad! ¡Es un santo! ¡Es un discípulo verdadero de Cristo! El Papa; un hombre que no vive para sí, un hombre que todas las palpitaciones de su amor son para sentirse padre, conductor, guía, pastor de la humanidad.
Mons. Romero y Pablo VI
En su homilía, de ese 2 de julio, Mons. Romero habla del Papa, y recuerda a los fieles que es un hombre con un corazón tan sensible que lo hacen llorar las ingratitudes de sus malos hijos, pero lo hacen sonreír el cariño de quienes lo aman y tratan de corresponderle. “Un hombre bueno y santo, que sabe que el precio de amar al Señor es apacentar al mundo entero con un corazón gigante para no acobardarse ante las embestidas de tanta maldad, de tanta indiferencia de un mundo que se desacraliza, que le da la espalda a lo divino. Pero un Papa que siempre está en busca de ese mundo, para traerlo a su verdadera felicidad”.
“Al mirar a Pablo VI, cada católico debe sentirse como aquella águila de los salmos a la que un águila más grande lo provoca a volar. Las alturas de la santidad. Las ha escalado. Su fidelidad a Cristo, su amor al pueblo, la perfección de una persona que ya no vive para sí, sino que vive para ser ejemplo y meta de todos aquellos que quieren seguir a Nuestro Señor Jesucristo. Él es el verdadero seguidor. Decía: "Cada uno tiene que seguirlo en su propia vocación: los sacerdotes con una santidad sacerdotal; los religiosos y las religiosas, con una santidad de vida consagrada; los casados con la fidelidad santa de su matrimonio; los solteros con la castidad propia de quienes deben de hacer a Dios el homenaje, el holocausto de su propia carne; la juventud, la niñez". Por eso el Papa a todos nos quiere santos; y cada uno en la propia meta de su propia vocación”.
“¿Cuándo uno piensa, cuál es la vocación, el papel apropiado del Papa en este Cuerpo Místico donde cada hombre y cada mujer tiene un puesto para el bien del conjunto del Cuerpo Místico? Recordaba eso que ya he dicho sobre el carisma del Papa: Su lugar en el Cuerpo Místico es confirmar a sus hermanos en la fe, ser fuerza y cohesión del Cuerpo Místico, ser lo que Cristo le indicó un día en la persona de Pedro: 'Te llamarás piedra, porque sobre esta roca voy a edificar mi Iglesia". El Papa es roca, es piedra, es solidez, es fundamento. Por eso, cuando uno, predicador de esta Iglesia, siente la dicha de estar en contacto directo con esa roca que es el Papa, cuando sientes al Pastor que te estrecha las manos y te fortalece el ánimo, se siente que uno está a plomo sobre una construcción inmortal que, aun cuando soplen los vientos del infierno, no prevalecerán. Porque es Cristo el que está construyendo sobre esa roca firme la santidad de su propia Iglesia”.
Estas fueron palabras muy sentidas del arzobispo, Mons. Óscar Romero, que buscó siempre caminar por senderos de santidad y de justicia que Dios le fue trazando, para un Papa que fue siempre inspiración para su vida sacerdotal y para hacer de su oficio episcopal una expresión viva de Jesús, Buen Pastor. El Postulador de la causa del Beato Romero, dijo por último que si Mons. Romero viviese hoy, sentiría los mismos sentimientos y expresaría los mismos pensamientos para el Papa Francisco. Y viéndolo ejercer su ministerio petrino siempre en primera, le diría: “Santidad, me basta verlo, en la Plaza San Pedro y en cada viaje apostólico que realiza, amando a Dios con todo su corazón y a su rebaño con expresiones del Pastor cercano que conoce a sus ovejas y da la vida por ellas, para quererlo, pero, sobre todo, porque Usted es el Vicario de Cristo, el Papa, aquel que me confirma en la fe y me enseña a amar con su propia vida a dar la vida por sus ovejas. Ánimo Santo Padre, Él lo constituyó la roca sobre la que edificó su Iglesia y la prometió su presencia para siempre: “Yo estaré contigo hasta el fin de los tiempos y las puertas del infierno, no prevalecerán sobre ella”. Esté seguro que siempre rezamos en El Salvador por Usted. Que Dios le de muchos años”.
Gracias por haber leído este artículo. Si desea mantenerse actualizado, suscríbase al boletín pulsando aquí