Sinodalidad misionera y jóvenes, al centro del discurso del card. Blázquez
Sofía Lobos - Ciudad del Vaticano
El reciente Sínodo de la Iglesia sobre los Jóvenes, la Fe y el discernimiento vocacional; la figura de Pablo VI canonizado en octubre, la importancia de luchar contra los abusos en el seno de la Iglesia y el papel de las vocaciones, fueron algunos de los puntos más relevantes del discurso pronunciado por el cardenal Ricardo Blázquez, arzobispo de Valladolid y presidente de la Conferencia Episcopal española con motivo de la apertura de la 112° Asamblea Plenaria, que dio comienzo la mañana del lunes 19 de noviembre.
El sínodo y la participación de los jóvenes
En relación a la sinodalidad, el purpurado señaló que este concepto significa hacer camino juntos, "no se reduce a la Asamblea que es la fase culminante, sino que tiene tres etapas: la escucha, el discernimiento en Asamblea y la última de actuación. El proceso sinodal está aún abierto hasta que sea recibido por las Iglesia particulares e impulse su puesta en práctica".
En este ámbito, el cardenal subrayó que los jóvenes han hablado y han sido escuchados en la preparación de la Asamblea y en el curso de la misma tanto en las Congregaciones Generales como en los Círculos Menores.
"La relación entre jóvenes y obispos ha sido de mutua escucha y de satisfacción compartida. La cercanía atenta, la búsqueda en común, el gozo de la fraternidad son aspectos destacados que deben prolongarse. Hablar entre los jóvenes y en su presencia sobre lo que los concierne especialmente, tiene un alcance peculiar: Realmente se hizo camino juntos", añadió.
La lucha de la Iglesia contra los abusos
“Existen diversos tipos de abuso: de poder, económicos, de conciencia, sexuales. Es evidente el deber de erradicar las formas de ejercicio de la autoridad en las cuales se insertan y de combatir la falta de responsabilidad y transparencia con las cuales muchos casos se han tratado. El deseo de dominio, la falta de diálogo y de transparencia, las formas de doble vida, el vacío espiritual, como también las fragilidades psicológicas son el terreno en el cual prospera la corrupción” (Doc. Final del Sínodo, n.30).
Por ello, el card. Blázquez hizo suyo “el agradecimiento a los que han tenido la valentía de denunciar el mal padecido; ya que ayudan a la Iglesia a tomar conciencia de cuanto ha ocurrido y de la necesidad de reaccionar con decisión", a la vez que animó también el compromiso sincero de innumerables laicos y laicas, sacerdotes, consagrados, consagradas y obispos, que diariamente se entregan con honestidad y dedicación al servicio de los jóvenes” (Doc. Final del Sínodo, n.31).
Las vocaciones
Ante el planteamiento sobre la disminución de vocaciones a la vida religiosa, el Presidente de la CEE aseguró que se debe “responder, ante todo, cultivando la iniciación cristiana”, ya que “en toda vocación cristiana hay una dimensión personal insustituible. Hay un diálogo entre el Señor que llama y el invitado que responde, el único autorizado para llamar eficazmente es Jesús”.
"Estas diversas vocaciones específicas, con su forma de vida correspondiente, –laicos comprometidos con la Iglesia y la sociedad, matrimonios cristianos, el servicio pastoral (diácono, presbítero, obispo), la vida consagrada, etc.- proceden de Dios, y deben ser escuchadas, agradecidas, reconocidas y acogidas en la vida de la Iglesia", argumentó.
Pablo VI y la Iglesia en España
Y en el marco de los cuarenta años de la Constitución española, que selló un consenso entre el pueblo al terminar el régimen anterior; el cardenal resaltó que al ambiente de inquietud sucedió el de la esperanza: "con la generosidad de todos hemos vivido un largo periodo de paz. La Iglesia, en vías de renovación por el Concilio Vaticano II, colaboró eficazmente en aquel singular periodo de la historia. Los católicos estamos satisfechos de haber prestado la ayuda que estaba en nuestras manos, nos sentimos bien integrados en el sistema democrático y es nuestra intención continuar participando, desde nuestra identidad, en la justicia, la solidaridad, la paz, la convivencia y la esperanza de nuestra sociedad".
"El diálogo es una palabra, que entonces escaseaba y ahora goza de favor. En el diálogo los interlocutores se acercan y mutuamente se ofrecen respeto y estima; el diálogo muestra el aprecio del otro, que no es considerado ni adversario ni inexistente. El diálogo debe ser el modo que hace visible la dignidad personal en la relación de unos con otros y exige el trato democrático de sus representantes: requiere unas actitudes de apertura en los interlocutores para discutir las cuestiones sobre las que tienen competencia y dentro de un marco general compartido. Por ello, debemos renovar el espíritu de la Transición y animados por él afrontar las cuestiones que el tiempo nos va encomendando", concluyó.
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