Inicia en Roma el Proceso de beatificación del padre Arrupe
Ciudad del Vaticano
La sesión de apertura para el inicio de la investigación diocesana sobre la vida, las virtudes heroicas, la fama de santidad y los signos del Siervo de Dios Pedro Arrupe Gondra, jesuita, 28° Superior General de la Compañía de Jesús; tuvo lugar el 5 de febrero de 2019, a las cuatro de la tarde hora local de Roma, en la Sala de la Reconciliación establecida para el Tribunal del Palacio Apostólico Lateranenses.
La ceremonia fue presidida por el Cardenal Vicario Angelo De Donatis. Participaron el delegado episcopal, Mons. Slawomir Oder; el promotor de justicia, Mons. Giuseppe D'Alonzo; el notario actuario, Dr. Marcello Terramani; y el notario asistente, Sr. Francesco Allegrini; así como el postulador de la causa el padre Pascual Cebollada, jesuita.
Palabras del Card. De Donatis
En su discurso con ocasión del proceso de apertura, el Card. De Donatis resaltó algunas características de los valores eclesiales y la fama de santidad que marcaron la vida y obra del padre Arrupe, a quien definió como "un verdadero hombre de Iglesia, una Iglesia que en 1965, había concluido el Concilio Ecuménico Vaticano II y trataba de ponerlo en práctica".
«En este período, a menudo turbado, demostró en todo momento su profunda pertenencia a la Iglesia y su deseo ferviente, humilde y firme de obedecer a la Santa Sede y al Santo Padre (Pablo VI, Juan Pablo I, Juan Pablo II). Intentó integrar los mejores valores de la tradición con los necesarios para adaptar el cristianismo a los nuevos tiempos, y siempre quiso dirigir la Compañía de Jesús con entusiasmo según las directrices del Vaticano II. Por eso, el P. Kolvenbach hablaba de él como de un "profeta de la renovación del Concilio"», añadió De Donatis.
Por otra parte, el purpurado señaló que esta renovación «ha tocado profundamente la vida de los jesuitas, y ha tenido consecuencias en los Institutos de Vida Religiosa y Consagrada, especialmente en la comprensión actualizada de la consagración y los votos, la vida comunitaria, la misión y la vida espiritual; ya que el sacerdote jesuita acompañó a muchos de ellos en su ministerio y propuso cursos de ejercicios y conferencias sobre la vocación sacerdotal: "Animó a los laicos a asumir sus responsabilidades tanto en las escuelas de la Sociedad como en asociaciones internacionales como las Comunidades de Vida Cristiana o el Apostolado de la Oración; hoy Red Mundial de la Oración del Papa".
Valores eclesiales y fama de santidad
Otro rasgo característico de la personalidad del sacerdote jesuita que destacó el Cardenal Vicario fue el de su espíritu misionero: "La fama de santidad, que el Siervo de Dios ya gozaba en la vida, se ha extendido y se sigue extendiendo cada día más después de su muerte. Arrupe tiene una multitud de devotos no sólo en Roma, donde murió, sino también en otros países, donde su ejemplo ha permanecido presente y la Compañía de Jesús está muy extendida".
"Muchos jesuitas -desde el noviciado- y no jesuitas se alimentan espiritualmente de sus escritos. Una veintena de cartas postulatorias, solicitadas y recibidas de todo el mundo, dan fe de esta reputación. Su figura sigue siendo admirada y venerada, y muchos confían en su intercesión. Un ejemplo de su memoria, legado y continuación de su reputación de santidad, es el número - varios cientos - de comunidades, casas, obras apostólicas y programas en todo el mundo que llevan su nombre. Dan testimonio del reconocimiento de las notables virtudes de este extraordinario cristiano", concluyó De Donatis.
Arrupe y su sueño misionero
Vatican News comparte un video con algunas imágenes de los momentos más destacados de la historia del padre Pedro Arrupe, nacido en Bilbao en 1907 y fallecido en Roma, en 1991. Realizados los estudios de filosofía en Oña (Burgos) y luego en Marnesse (Bélgica), Pedro Arrupe estudió teología y psiquiatría en Valenburg (Holanda), donde fue ordenado sacerdote el 30 de julio de 1936. Al año siguiente se trasladó a Estados Unidos, donde profundizó sus estudios teológicos y desarrolló su apostolado en favor de inmigrantes españoles y sudamericanos.
En 1938 puso en práctica su sueño de ser misionero en Japón, alternando su apostolado con clases de español en la Universidad de Vamaguchi, y con el desempeño de diversos cargos en el interior de la Compañía: maestro de novicios, procurador de la Misión y primer provincial de los jesuitas en Japón cuando la Misión pasó a ser Provincia.
Gracias a su talento organizativo, dio un gran empuje al crecimiento de la Compañía durante su gobierno, así como a la Universidad de Sophia que los jesuitas tienen en Tokio.
Testigo de la bomba atómica en Hiroshima
Siendo maestro de novicios en Nagartsuka, pueblo cercano a Hiroshima, fue testigo del terrible punto final de la II Guerra Mundial: la explosión de la primera bomba atómica, experiencia que recogió en su libro Yo viví la bomba atómica. En 1950 fue llamado a Roma para informar a Pío II sobre la marcha de la Misión; el papa le delegó entonces para visitar en su nombre algunos países como España, Portugal, Estados Unidos y Cuba.
Asimismo, en 1965 fue elegido general de la Compañía de Jesús, en sustitución del belga Jean Baptiste Janssens. En calidad de General de los jesuitas, tomó parte de las sesiones del Concilio Vaticano II, siempre al lado de los sectores más progresistas. Su propuesta de acercamiento a las clases pobres y desheredadas del Tercer Mundo encontró buena acogida por parte del papa Pablo VI.
Con Arrupe a la cabeza, la Compañía adoptó una posición de compromiso social ampliamente correspondida por sus miembros, especialmente en Filipinas, América Central y Brasil, y acogió abiertamente la Teología de la Liberación. Un símbolo de este compromiso por los pobres fue el hecho de abrir para las clases desposeídas los colegios que hasta entonces habían estado destinados a las clases más ricas.
Enfermedad y sustitución como prepósito de la Compañía
Al mismo tiempo, el sacerdote español fue el creador, en 1980, del Servicio Jesuita a Refugiados (JRS; siglas en inglés Jesuit Refugee Service), organización de la Compañía de Jesús para la ayuda de los refugiados.
En 1981, una trombosis cerebral le privó de su capacidad de movilización, lo que hizo que en 1983, el capítulo de los jesuitas eligiera como nuevo general al holandés Peter-Hans-Kolvenbach.
Después de casi diez años de dolorosa inactividad -considerada por los suyos como una especie de ofrenda por la Compañía, la Iglesia y la Humanidad- falleció el 5 de febrero de 1991 en la casa generalicia de los jesuitas en Roma. Días antes, ya en agonía, le había visitado Juan Pablo II. A su funeral en la Iglesia del Gesù de Roma asistió una inmensa multitud.
28 años después de su fallecimiento, ha iniciado en Roma el proceso para la causa de su Beatificación.
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