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Iglesia Chile: Migrantes no son mercancía, al igual que nosotros quieren una vida digna

“Hay un grito, un clamor de toda esa gente y no podemos estar de brazos cruzados o pensar que eso no nos afecta directamente”: Lo dice el vicepresidente ejecutivo del Instituto Católico Chileno de Migración (INCAMI), padre Lauro Bocchi, en entrevista con Vatican News, refiriéndose a los venezolanos que se encuentran en zonas de frontera, en especial en Arica-Tacna

Griselda Mutual – Ciudad del Vaticano

“Toda persona migrante tiene un sueño, tiene una historia, tiene un rostro, tiene un nombre, una identidad. Y lo que más queremos es que los gobiernos, los que hacen las políticas, consideren y aseguren esa dignidad humana. No son mercancías que están en la frontera esperando por un sello para cruzar o para que sean exportadas: son personas humanas, son hombres y mujeres, son niños, son ancianos que así como nosotros quieren una vida digna”. Lo dice el vicepresidente ejecutivo del Instituto Católico Chileno de Migración (INCAMI), padre Lauro Bocchi, quien está presente en la frontera Tacna, Perú, en la frontera con Chile. El padre Lauro Bocchi ha acompañado y acompaña diariamente a los migrantes venezolanos, muchos de los cuales están desde hace semanas en Perú, en espera de una solución a sus trámites migratorios. En esa espera, se dan situaciones contradictorias: padres a quienes se les concede el visado para sus hijos menores, o al contrario, menores a los que sí se les concede la visa, pero no a sus padres. 

En esta entrevista el padre Lauro Bocchi nos explica la sucesión de los acontecimientos y el por qué han sido vulnerados los derechos de decenas de personas, tal como afirman en el comunicado dado a conocer este 30 de julio por la Pastoral Social Caritas Chile y el INCAMI:

R.- Los derechos humanos están directamente ligados al respecto de la dignidad de toda persona humana. Sin embargo, aquí en Tacna, Perú, en la frontera con Chile, hay un grupo de venezolanos que hace aproximadamente cuarenta días que están esperando para solicitar la visa de entrada a Chile, que es prácticamente en este momento uno de los principales países de destino de la comunidad venezolana. Desde el 22 de junio el gobierno implementó la visa de turismo para la comunidad venezolana. Lo que representaba ya una emergencia en la frontera, que por el mismo hecho de ser frontera tiene sus propias complejidades, fue aumentando cada vez más, debido a que todas esas personas estaban ya en camino a Chile, y los tomó por sorpresa. En principio se quedaron varados en la frontera, luego fueron trasladados al Consulado de Chile en Tacna, Perú. Y a partir de ese mismo día el consulado hizo un esfuerzo en conjunto con el gobierno chileno de atender a esas personas. Pero con el pasar del tiempo hubo una sucesión de situaciones, que son las que nos preocupan actualmente.

Hubo cambios con los requisitos para la solicitud de las visas. Primero se pasó a atender únicamente online: toda persona debe solicitar su cita online para ser atendida en el consulado. Con el tiempo se agregaron más requisitos a los mismos requisitos publicados. Empezaron a pedir los antecedentes penales de Perú – lo que además tiene un costo – contando que esas personas estaban allí desde hacía 15, 20 o treinta días. Con el tiempo se informó que a partir del 25 de julio no iban a atender más a los que no tenían pasaporte. En el inicio las personas que tenían carnet de identidad vigente también eran atendidas, pero luego se tomó la decisión de atender sólo a los que tenían pasaporte. Los demás tenían que dirigirse a la ciudad de Lima. Al día siguiente, el 26 se informa que sólo serían atendidos en Tacna los que estaban en Perú en el mes de junio: eso significa que los que entraron en julio ya no iban a tener más condiciones de recibir una atención en ese consulado específico de Tacna, así que también tenían que ir a la ciudad de Lima.

Todo eso generó una serie de dificultades para los mismos migrantes, pues ellos ya no tienen más recursos, no tienen cómo dirigirse a Lima, no tienen conocidos, no saben lo que les espera en una capital. Entonces entendemos que esos constantes cambios terminan vulnerando los mismos derechos de las personas que necesitan tener orientación e información para realmente poder hacer los trámites.

Aquí no estamos haciendo reclamos sobre los requisitos - todo país tiene su derecho de regular y ordenar la migración - . Lo que pedimos es que se considere la situación de las personas que en este momento están solicitando afuera del consulado la posibilidad de entrar a Chile. Nosotros nos ponemos a disposición y siempre queremos colaborar para que esas personas que ya son vulneradas en sus derechos desde su origen, es decir, desde Venezuela, no sufran tanto como están sufriendo. Hay una serie de situaciones, como el mismo clima, y la misma comunidad local que da la impresión de estar cansada de toda esta situación. Lo que más queremos es que se pueda solucionar cuanto antes este tema para el bien de todos. También nos preocupa mucho la gran cantidad de personas adultas y enfermos que necesitan atención médica, pues hay embarazadas, muchas mujeres con niños. Un caso específico es de una mujer embarazada de ocho meses, que está con su marido y su otro niño. Se le entregó al niño un salvoconducto para que pueda entrar a Chile, sólo que al mismo tiempo le fue negada la visa a los padres. Entonces es difícil, porque claro el niño no tiene cómo pasar la frontera solo, no tiene a nadie más, sólo a sus padres.

¿Cómo sugeriría abordar, evangélicamente hablando, esa mirada global que es necesaria en Latinoamérica en este momento para hacer frente al tema de la política migratoria?

R.- Hay todo un contexto mundial que preocupa a nivel de migración. Particularmente pienso que la solución está en cada país, eso lo sabemos: no es la solución que del continente africano se vayan a Europa, que de Centroamérica se vayan a Estados Unidos, que de Venezuela, Haití y otros países vayan a Colombia, Perú, Chile, Brasil, Argentina para solucionar, digamos así, la situación en que se encuentran. Por supuesto que cada país tiene que ver la manera de buscar una solución local. Moralmente todo eso nos involucra. Por eso es que a partir del Evangelio somos convocados: hay un grito, un clamor de toda esa gente y no podemos estar de brazos cruzados o pensar que eso no nos afecta directamente. Entonces, en especial lo que más queremos es que en momentos como el que estamos viviendo, tengamos la capacidad de tener misericordia para con esas personas. Es el momento en que el Señor nos llama también a una actitud nueva, distinta, algo extraordinario que pueda realmente provocar un cambio. Por supuesto que no vamos a cambiar la vida de todas las personas, pero sí podemos dar un poco más de conforto, un poco más de alegría, un poco más de amor a los que están cerca nuestro. Ningún país-  yo creo que Chile no tiene el deber de solucionar el tema de Venezuela – pero, repito, en este momento se nos está pidiendo una ayuda, una posibilidad para que esas personas tengan dignidad, puedan trabajar y construir a mediano y largo plazo una vida nueva.

¿Cómo comenta las acusaciones a instituciones de Iglesia, respecto a una supuesta promoción de ingresos irregulares de personas a su país?

R.- Infelizmente muchas veces nos acusan de promover la irregularidad, la ilegalidad, de defender a delincuentes, a narcotraficantes, pero es importante diferenciar el trabajo que como Iglesia hacemos: entendemos perfectamente quiénes son los migrantes y quiénes tienen otras intenciones. Por eso tal vez sea mejor equivocarse haciendo el bien a todos, que tal vez, por causa de algunos, dejar de hacer el bien a los que realmente necesiten.

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31 julio 2019, 15:11