Buscar

2019.08.22 P. Gaetan Kabasha 2019.08.22 P. Gaetan Kabasha 

Padre Gaetán Kabasha: “El tesoro de mi vida es mi fe”

Sin la fe “no hubiera soportado las pruebas”, afirma este sacerdote nacido en Ruanda donde fue testigo del genocidio, motivo por el que se vio obligado a huir para refugiarse en la República Centroafricana

Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN España) publica el testimonio del Padre Gaetán Kabasha, quien sufrió el genocidio de Ruanda y actualmente se desempeña como capellán en el Hospital Clínico San Carlos de Madrid. Este sacerdote pertenece a la diócesis de Bangasso y fue ordenado en noviembre de 2003. Trabajó en algunas parroquias de la República Centroafricana donde realizó una misión diferente a la que atiende ahora.

Actualmente vive en Madrid y es capellán del Hospital Clínico San Carlos; además, está trabajando en una tesis doctoral de Filosofía y en su obra social llamada AUDE (Asociación Universidad para el Desarrollo) con el objetivo de financiar a estudiantes universitarios africanos.

De su labor como capellán de un hospital destaca dos conceptos: consolar y santificar.

“Consolar: significa que hay que estar al lado del que sufre, acompañar, visitar a los enfermos, hablar con los familiares que a veces están en un momento muy difícil, angustiados y cansados. Es abrazar y entender la situación en la que se encuentran para aliviar un poco y crear un ambiente para quitar la ansiedad.”

“Santificar: esto se refiere a los sacramentos. El sacerdote lleva la comunión a los que lo piden, da la unción de los enfermos, bautiza a niños que nacen en peligro de muerte y se encarga de las confesiones para los que quieren confesarse. El capellán está para pacientes, familiares y el personal del hospital.”

El Padre Gaetán sintió un llamado a trabajar con los enfermos. Una vez concluidos sus estudios en España volvió a África, donde se ordenó sacerdote. Allí trabajó como párroco en una parroquia rural y estuvo en contacto con mucha pobreza, de la que recuerda:

“No hay material, no hay medicamentos, hay niños que están perdidos, aldeanos que viven solos y no tienen qué comer”

Además se encargaba del desarrollo, había que construir escuelas y poner en marcha una farmacia. Por sus mismos estudios tuvo que volver a España y quiso atender su llamado de trabajar con los enfermos.

“Fui testigo del genocidio en Ruanda, viví como refugiado, tuve que cruzar países para llegar a la República Centroafricana, viví muchos años sin documentos y sin saber de mi familia”

Acabó con el exilio después de diecinueve años y volvió a su país a ver a sus padres. Lo más duro fue el conjunto; no ver a mi familia y adaptarme a las circunstancias

Estamos salvados por Cristo

Este sacerdote, sin embargo, ha mantenido la alegría: “¿Qué vamos a hacer angustiados?, se pregunta. Y exclama: “¡Estamos salvados por Cristo! Yo no entiendo a un cristiano angustiado.” El Padre Gaetán sostiene que la alegría tiene que ser el exponente de una vida llena de Cristo, tiene que ser esa chispa que brota de una vida de fe. La alegría es una muestra de esperanza. Incluso en un hospital, que es como una aldea completa donde se encuentra de todo.

“He pasado por tantas desgracias que he superado ya esa ansiedad de desesperación. Lo que veo ahora no tiene nada que ver con lo que vi en el pasado y que he conseguido superar y eso es el propósito de mi vida”

Cuando estás viviendo la historia no tienes tiempo de interpretar

El Padre Gaetán cuenta que llegó a entender que su historia personal tenía que ver con el sacerdocio. Que Dios permitió desde su infinita bondad y misterio que pasara por ese mundo que es desconocido. Porque no han sido muchos los sacerdotes que han vivido dentro de un campo de refugiados, que han tenido que sobrevivir pasando de pueblo en pueblo, que han tenido que haber pasado de frontera en frontera o incluso haber pasado casi por la cárcel y vivir como exiliados. Él considera esto como parte de su patrimonio y se repercute en su vida sacerdotal. “Mi vocación tuvo que pasar por ahí para ser quién soy ahora.” El Padre asegura que cuando estás viviendo la historia no tienes tiempo de interpretar. Es hasta después cuando se entiende el sentido de esa historia; “yo lo que vi fue la mano de Dios.”

“El tesoro de mi vida es mi fe. Sin ella no hubiera soportado las pruebas”

Gracias por haber leído este artículo. Si desea mantenerse actualizado, suscríbase al boletín pulsando aquí

22 agosto 2019, 12:11