Padre Gaetán Kabasha: “El tesoro de mi vida es mi fe”
Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN España) publica el testimonio del Padre Gaetán Kabasha, quien sufrió el genocidio de Ruanda y actualmente se desempeña como capellán en el Hospital Clínico San Carlos de Madrid. Este sacerdote pertenece a la diócesis de Bangasso y fue ordenado en noviembre de 2003. Trabajó en algunas parroquias de la República Centroafricana donde realizó una misión diferente a la que atiende ahora.
Actualmente vive en Madrid y es capellán del Hospital Clínico San Carlos; además, está trabajando en una tesis doctoral de Filosofía y en su obra social llamada AUDE (Asociación Universidad para el Desarrollo) con el objetivo de financiar a estudiantes universitarios africanos.
De su labor como capellán de un hospital destaca dos conceptos: consolar y santificar.
El Padre Gaetán sintió un llamado a trabajar con los enfermos. Una vez concluidos sus estudios en España volvió a África, donde se ordenó sacerdote. Allí trabajó como párroco en una parroquia rural y estuvo en contacto con mucha pobreza, de la que recuerda:
Además se encargaba del desarrollo, había que construir escuelas y poner en marcha una farmacia. Por sus mismos estudios tuvo que volver a España y quiso atender su llamado de trabajar con los enfermos.
Acabó con el exilio después de diecinueve años y volvió a su país a ver a sus padres. Lo más duro fue el conjunto; no ver a mi familia y adaptarme a las circunstancias
Estamos salvados por Cristo
Este sacerdote, sin embargo, ha mantenido la alegría: “¿Qué vamos a hacer angustiados?, se pregunta. Y exclama: “¡Estamos salvados por Cristo! Yo no entiendo a un cristiano angustiado.” El Padre Gaetán sostiene que la alegría tiene que ser el exponente de una vida llena de Cristo, tiene que ser esa chispa que brota de una vida de fe. La alegría es una muestra de esperanza. Incluso en un hospital, que es como una aldea completa donde se encuentra de todo.
Cuando estás viviendo la historia no tienes tiempo de interpretar
El Padre Gaetán cuenta que llegó a entender que su historia personal tenía que ver con el sacerdocio. Que Dios permitió desde su infinita bondad y misterio que pasara por ese mundo que es desconocido. Porque no han sido muchos los sacerdotes que han vivido dentro de un campo de refugiados, que han tenido que sobrevivir pasando de pueblo en pueblo, que han tenido que haber pasado de frontera en frontera o incluso haber pasado casi por la cárcel y vivir como exiliados. Él considera esto como parte de su patrimonio y se repercute en su vida sacerdotal. “Mi vocación tuvo que pasar por ahí para ser quién soy ahora.” El Padre asegura que cuando estás viviendo la historia no tienes tiempo de interpretar. Es hasta después cuando se entiende el sentido de esa historia; “yo lo que vi fue la mano de Dios.”
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