María Emilia: “No quiero ser Santa sola”
Ciudad del Vaticano
María Emilia Riquelme nació el 5 de agosto de 1847 en Granada, España. Desde muy pequeña mostró una clara inteligencia y hondura espiritual en la vivencia de la fe cristiana que se compartía en su hogar familiar. Su amor por Jesús revelo el deseo de entregar todo por él, siempre amando a los suyos, convirtiéndose en religiosa y posteriormente fundadora.
El llamado a la entrega total
La futura Beata tuvo que afrontar el llamado que Dios le hacía a ser religiosa. Pese a que su familia era muy devota, al revelar este deseo a su padre, encontró una dura oposición.
El Cardenal Becciu dijo que esto es común en muchas familias, donde se tiene la impresión de que ser monja es una “cadena perpetua”. “Muchas veces la fe en nuestras familias es una fe profunda, pero no siempre es capaz de aceptar totalmente las exigencias del Evangelio cuando dice: "Quien no deja a padre y madre no es digno de mí”.
La aceptación de la cruz
María Emilia conoció desde muy pequeña el dolor, a causa del fallecimiento de varios de sus familiares, siendo el más crucial, la pérdida de su madre cuando tenía siete años. Esto le hizo comprender el verdadero significado de la Cruz, siempre recomendando a todos de aceptarla, diciendo que era “oro para el alma”.
“Nuestra María Emilia da un ejemplo, ella ya ha sentido que la Cruz y el dolor tienen valor si los aceptas con amor y puedes transformarlos en "oro puro", si los aceptas como momentos de encuentro con Dios o como momentos en los que tienes que abrir tu corazón y no dejarte sofocar por el dolor”, explicó el cardenal.
En medio del dolor, María Emilia tuvo una visión de la Virgen María con el Nino Jesús en brazos. El cardenal explicó que esto podría ser signo de la presencia del Señor, diciéndole con ello "Adelante".
“Ser Feliz y Amar mucho a Dios”
La futura Beata española, siguió el llamado a ser religiosa pese a las dificultades, buscando siempre hacer la voluntad de Dios. Esto la llevó a fundar la congregación de las Hermanas Misioneras del Santísimo Sacramento y de María Inmaculada. Su mensaje principal para las novicias: “ser feliz y amar mucho a Dios”.
El cardenal dijo que “ser alegre debería ser la señal de que tu alma está en paz, que tu alma está en comunión con Dios, porque de Dios viene la alegría, la serenidad”. Si uno se siente llevado por Dios, pese a las dificultades, todo se acepta con alegría sabiendo que Dios me hace avanzar, es “Dios quien me tiene en sus manos”. De hecho, el cardenal explicó que este es el leitmotiv del Papa Francisco, que está presente en todos sus documentos, sabiendo que la alegría es la característica de un cristiano, porque “si un cristiano da tristeza, hay algo que está mal”.
“No Quiero ser Santa sola”
A la futura Beata le gustaba decir “No quiero ser santa sola”, dejando un mensaje claro a sus hermanas y al mundo entero: la vida espiritual cristiana debe ser signo de comunión. El purpurado dijo que la santidad se construye “juntos”, es un deber cristiano, y que “debemos mostrar la cara comunitaria de la vida cristiana”.
“Recomendar a las hermanas: "No quiero ser una santa sola" es una hermosa recomendación que implica el mensaje: "Entre ustedes, ámense las unas a las otras. Deben caminar, deben ser un signo de comunión y de caridad vivida. Sean santos juntos, no solos”, terminó el Cardenal.
Gracias por haber leído este artículo. Si desea mantenerse actualizado, suscríbase al boletín pulsando aquí