“Mártires” Jesuitas: Antorchas de luz y esperanza
Ciudad del Vaticano
En el 50 aniversario del Secretariado para la Justicia Social y la Ecología, los jesuitas han querido hacer un homenaje a todos aquellos que han sido asesinados por defender la justicia y la reconciliación. La publicación que lleva por título “Mártires Jesuitas: Antorchas de luz y esperanza”, contiene una breve semblanza de 57 jesuitas asesinados entre 1969 y 2019, así como testimonios de personas que los conocieron.
“Mártires”
Si los jesuitas expuestos en la publicación no han sido aún declarados mártires por la Iglesia católica, si lo han sido por el pueblo mismo, que compartió y vivió con ellos. En la publicación se hace la aclaración que se les domina “mártires” en un sentido popular y no eclesial. También se aclara que hay “muchos colaboradores y colaboradoras laicas que también han entregado su vida por la fe y la justicia y que son merecedores de nuestro afecto y veneración: nos faltó el tiempo y el espacio para incluirlos a todos”.
“Fueron seguidores de Jesús con los pobres, los olvidados, los vulnerables. Lo que ellos fueron, hicieron y vivieron tiene una fuente clara: su fe en Jesucristo y en el Reino de Dios”, escribe Valeria Méndez de Vigo en el prólogo.
“Somos antorchas”
Entre los jesuitas asesinados están, por ejemplo, el padre Rutilio Grande García, asesinado en 1967, así como los mártires de la UCA del Salvador, asesinados en 1989, que dieron paso a las conversaciones de paz entre las partes contendientes. El último de los jesuitas expuestos es el Padre africano Victor-Luke Odhiambo, asesinado el 15 de noviembre del 2018 en Sudán del Sur.
Lluis Espinal, jesuita de origen español, asesinado en Bolivia en 1989, exponía: “Gastar la vida es trabajar por los demás, (...); es quemar las naves en bien del prójimo. Somos antorchas que solo tenemos sentido cuando nos quemamos; solamente entonces seremos luz”.
Frutos del testimonio
En otro extracto del prólogo se lee: “Los frutos de su testimonio fueron fecundos: conversiones personales, profundización de la fe, aumento de las vocaciones, comunidades capaces de afrontar sus problemas con dignidad y que viven en paz. Sus vidas inspiran a luchar por la fe y la justicia. Sus asesinos quisieron silenciarles al arrebatarles la vida. Paradójicamente, su espíritu sigue vivo y continúa dando frutos. Su luz brilla intensamente”.
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