¡Han robado el Niño Dios! Una tradición en la Parroquia san Bartolomé de Arcatao
Manuel Cubías – Ciudad del Vaticano
Eran las cinco de la tarde del día 6 de enero, día de la Epifanía en Arcatao, pueblo situado en la región fronteriza entre El Salvador y Honduras, del departamento de Chalatenango. A lo lejos se escuchó la doble explosión de un cohete de vara.
El Padre Miguel Vásquez, párroco del lugar afirmó: “Ya apareció el niño. Hay que apurarse para ir a dejarlo”. Extrañado, pregunté de qué se trataba. Él me contó en qué consistía la tradición:
“Cada año, para la Noche Buena, miembros de algún barrio, “roban” la imagen del niño Jesús de un pesebre, de un Belén de otro barrio. Una vez consumado el hecho, lo anuncian con la explosión de un cohete de vara. Esto genera una dinámica de búsqueda de parte de los habitantes del barrio que ha sido despojado del niño Dios. Pero, además, esto obliga a la comunidad, a prepararse para el momento en que el niño será devuelto: el barrio que “ha robado” vendrá a visitarlos para devolverlo. Y hay que recibirlos con cohetes, una celebración de la Palabra especial y un refrigerio: tamales, café y pan dulce”.
Decidimos ponernos en camino. El padre Miguel comenzó a preguntar a la gente que encontraba en el camino: ¿En qué barrio sonó el cohete? Después de deambular un poco, buscando, encontramos un grupo de personas, encabezado por niños vestidos como pastores, y a María, que llevaba en una canastita la imagen del niño Jesús y a José. Tres niñas vestidas de ángeles presidían el cortejo. Las luces de las velas iluminaban el camino y el coro acompañaba con cantos.
En el puente esperaba un nutrido grupo de habitantes del barrio Jesús Rojas. El coordinador de la comunidad dio las palabras de bienvenida. Ambos grupos comenzaron a caminar juntos hasta el lugar donde se entregaría el “niño robado”. Los cantos sonaban más fuertes. Una vez llegados al lugar, comenzó la celebración de la Palabra.
Los niños vestidos de pastores, habían preparado versos que dedicaban al Niño, a María y a José. La gente aplaudía la participación de los infantes. Después, la niña que representa a María, colocó al niño en el pesebre. Los dos barrios aplauden y la explosión de cohetes anunciaba la unidad de los dos barrios en la fe y en la alegría.
Una vez terminada la celebración, las dos comunidades participaron de la comida: tamales, café y pan dulce. Entre pláticas se hace broma sobre dónde será el próximo robo de la imagen del niño Jesús.
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