Panamá: En espera de la bendición del Papa, el pueblo vivió una jornada de oración
Patricia Ynestroza-Ciudad del Vaticano
Panamá vivió una jornada de oración, ayuno y penitencia mientras estaba a la espera de la oración del Papa Francisco con bendición Urbi et Orbi. En su homilía el arzobispo de Panamá Mons. José Domingo Ulloa recordó en primer lugar, la “noche oscura de dolor” que está viviendo la humanidad, para muchos es una noche de temor para otros de indiferencia. Esta pandemia dijo el prelado, nos ha marcado un nuevo ritmo de vida, que demanda de cada uno cambiar actitudes individualistas, consumistas, egocentristas, para responder responsablemente a las indicaciones y las medidas de contención que nos urgen las autoridades de salud. Si no lo asumimos -por amor a la familia, por amor al prójimo- esta rebeldía innecesaria cobrará más víctimas de las que ya se tienen.
“A los grandes males de la humanidad, como la que padecemos hoy, en la que observamos un mundo sumido en tinieblas, nuestra respuesta desde la fe es Jesucristo, Señor de la historia. Él es nuestra luz, es nuestra esperanza, es la roca que en medio de nuestra fragilidad humana nos sostiene. Estamos en tiempos de volver a Dios, para darle la centralidad en la vida de cada uno de nosotros. De redescubrir su bondad y misericordia”.
El obispo señaló que para detener la pandemia que sufre la humanidad -además de todo el esfuerzo y entrega que realizan los científicos- los hombres de fe, dijo, tenemos el recurso de la oración, una oración fervorosa para que Dios en su infinito poder nos de la sabiduría, los recursos, pero sobre todo el compromiso de quedarnos en la casa.
La Conferencia Episcopal Panameña nos solo se unió a la intención de oración del Papa Francisco, sino que además realizó el acto de Consagración a la Santa María la Antigua; para que la buena madre -que nos ha acompañado en estos 507 años- interceda por nosotros. Queremos recordarle a cada habitante de este Istmo, afirmó por último, ustedes no son huérfanos, nunca lo han sido, nuestra Madre en el Cielo, nunca ha dejado de acompañarnos, en las tristezas y las alegrías. Por eso somos un pueblo que camina en la esperanza de la mano de María.
Pidió cercanía a los “héroes del ahora”, Panamá está sufriendo desde hace 20 días la pandemia. La pandemia del coronavirus, dijo Mons. Ulloa, nos obliga a comprender de otro modo la vida y la fe.
“Según las últimas investigaciones, podemos decir que no volveremos a la normalidad anterior y, por eso, es importante que tengamos en cuenta que la vida no será igual. Necesitamos cambiar nuestra mentalidad sobre cómo se debe vivir, no debemos comprender este problema como una anécdota pasajera y sin importancia. Es un desafío que nos abre el horizonte humano para pensar las cosas de otra manera, para inventar una forma distinta de vivir, y como bien ha dicho el Papa Francisco, nos corresponde a todos enfrentarla comunitariamente, en solidaridad y con responsabilidad creadora”.
Llamado de la Conferencia Episcopal
Es el momento de cambiar positivamente, es el momento de ser más humanos, solidarios, respetuosos con la naturaleza, con la autoridad como servicio a los demás, para edificar y elevar nuestro espíritu, afirmó el prelado, cada uno de nosotros tiene que repensar su manera de vivir personal y socialmente, juntos tenemos que inventar una forma de vivir nueva, en la que Dios no sea un extraño, sino uno más en el medio de la familia.
Con este llamado de la Conferencia Episcopal, solicitó al pueblo unirse como única familia para que todos, como cristianos, como católicos y de cualquier otra comunidad de fe, hagan de este tiempo, un momento de preparación en sus casas, sabiendo ya que la normalidad anterior no va a volver.
“Tenemos que preocuparnos porque la nueva normalidad que creemos, que será diferente, elimine la indiferencia, la falta de solidaridad, la falta de cuidado y de delicadeza, elimine la actitud corrupta, las actitudes de escape para encubrir y tapar robos, maltratos, dominaciones, pedofilia y distintas cosas que se han hecho en la sociedad y en la Iglesia. No podemos regresar a la normalidad que está contaminada por esas cosas, y no regresaremos jamás, debemos crear una normalidad nueva, llena de preocupación, de servicio, de cuidado entre todos”.
Consagración de Panamá a la Virgen María
Seguidamente, los obispos consagraron a la Virgen María de la Antigua, las familias, comunidades, instituciones, a todos los habitantes en “este pequeño Istmo. Que Panamá, tu pueblo amado, sea capaz de encontrar la comunión, la fraternidad y la paz, que vuelva a sus raíces de ser un pueblo noble y solidario. Que nuestras familias, sean verdaderas “Iglesias domésticas”, celosas del cuidado de los hijos; que sea formadora de una generación de buenos cristianos y responsables ciudadanos, que tengan amor por la verdad; amor a Dios y sensibilidad ante el sufrimiento del prójimo, especialmente de los más necesitados”.
Los obispos oraron por los médicos, voluntarios, fuerzas del orden, los gobernantes, dirigentes políticos y líderes sociales, por la juventud en Panamá, por los que se sienten solos y abandonados, padeciendo en el cuerpo las angustias de la enfermedad, la falta de libertad o la esclavitud del vicio; por los privados de libertad y por la gente que vive en calle. Por los que han fallecido por el coronavirus y a sus familiares. Por la Casa Común, para que todos compartamos los bienes naturales con responsabilidad y cuidado.
Se pidió a la Madre Celestial, proteja a Panamá de la pandemia del coronavirus, que la salve de la tentación de la discordia; de la indiferencia y la discriminación. Se le pidió a la Santa Virgen, que el pueblo tome conciencia de su responsabilidad de cuidar la salud del otro, de su familia, sus seres queridos, como la del resto de la sociedad.
Y desde el Santuario de Fátima, los países se consagraron al Sagrado Corazón de Jesús y al Inmaculado Corazón de María. El Cardenal Antonio Marto, obispo de Leira-Fátima, “en nombre de los obispos de Portugal y España”, renovó la consagración de países al Sagrado Corazón de Jesús y al Inmaculado Corazón de María, durante el rezo del Santo Rosario y en la que se introdujeron diferentes penitencias.
En un acto en el que se unieron expresamente entre otras las Conferencias Episcopales de Bolivia, Colombia, Costa Rica, Cuba, Guatemala, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Polonia, República Dominicana, Rumanía, Eslovaquia, Hungría, Tanzania, Timor Este, Zimbaue y “muchos otros grupos y fieles de todo el mundo expresaron su deseo de asociarse a este acto”.
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