Covid-19. Latinoamericanos en Milán lloran la muerte del “amigo de los migrantes”
Ciudad del Vaticano
Queda en el recuerdo de las comunidades étnicas que han puesto sus raíces en la ciudad italiana de Milán, la figura de un “padre y un amigo”, atento a la escucha, decidido, capaz de ver las necesidades de los más necesitados y de realizar opciones valientes cuando las circunstancias lo requerían. Una víctima más del coronavirus, un sacerdote más que dio su vida estando cerca de la gente, fue este virus, el Covid-19, el que le quitó la sonrisa a Don Giancarlo este 22 de marzo, a la edad de 76 años, a un hombre que no se había asustado por nada en su vida, ni por la enfermedad ni por la pobreza de los bidonvilles africanos.
Testigo de la integración y el diálogo interreligioso
Nacido en Vaprio en 1944, Don Giancarlo había permanecido muy apegado a su tierra y regresaba regularmente a visitar a su hermana Pinuccia. Pero había viajado por todo el mundo, había sido misionero en Zambia, en el Reino Unido y en Bélgica, terminando su carrera en Bruselas, en el distrito de Moullenbec. Don Giancarlo, alto, elegante, había guiado a la Iglesia de Milán en los primeros pasos del camino hacia la sociedad multiétnica, predicando la integración, el respeto mutuo, el diálogo interreligioso y ecuménico. Una misión en el corazón de Milán, en la iglesia de la Plaza Santo Stefano, sede de la capellanía de migrantes, que reabrió después de años de cierre y que había sido restaurada por las comunidades extranjeras, que trabajaron de forma gratuita y autodidacta para revivir la Basílica. Predicó y trabajó para construir una ciudad abierta y tolerante desde los años 90, cuando empezaron a llegar decenas de miles de inmigrantes del extranjero.
Promotor de una sociedad multiétnica
Muy cerca de él estaban los filipinos y los sudamericanos, a quienes empezó a confiar algunas de las iglesias de la ciudad para las celebraciones dominicales en el idioma. El mismo Don Giancarlo hablaba muy bien el español y entendía el tagalo, el dialecto de Manila. Le gustaban las misas animadas por cantos y danzas africanas, que le recordaban las tierras donde había sido misionero cuando era joven sacerdote. Especialmente, las comunidades de latinoamericanos custodian una grata memoria de un gran sostenedor del “Señor de los Milagros”, una fiesta importada del Perú que cada año congregaba en procesión a miles de personas que recorrían las calles céntricas de Milán con la imagen del Cristo Moreno, dando testimonio, a una sociedad cada vez más secularizada, de las raíces cristianas de sus pueblos.
Vive en la memoria de los fieles
“Oren, oren, oren”, fueron las palabras que Don Giancarlo le había dicho hace unos días atrás a Don Alberto Vitali, el sacerdote que lo sucedió como responsable de la Pastoral de los Migrantes en Milán. El lunes pasado había actualizado la imagen de su perfil de Facebook con el dibujo de un niño: “un arcoíris donde estaba escrito ‘todo estará bien’ y un gran corazón”. Un corazón grande como el suyo, que continuará latiendo en el Cielo y en la memoria de muchos que lo recuerdan y oran por él:
“Hoy mis palabras van dedicadas a usted, Padre Giancarlo, son noticias que no quisiéramos nunca escuchar. Hoy hay fiesta en el cielo – escribe “Lili Ram” en un post – porque llega un gran guerrero que amaba incondicionalmente a Jesús y María, que nos enseñó siempre que en tiempos difíciles lo único que nos queda es la fe y la oración”.
“Hoy, Dios Todopoderoso, estamos de luto, se fue la persona que confió en nosotros los inmigrantes – escribe Norma Rosario Burgos Cocha en otro post comentando la muerte del sacerdote – nos acompañó en cada lectura de la Sagrada Biblia, nos enseñó a estar unidos en oración, todos juntos, tú hiciste cada domingo de la Misa un momento especial”.
“Que Dios reciba en sus brazos a nuestro gran hermano – comenta Marcia González – que seguramente él siempre nos acompañará desde donde este. Un abrazo para su hermana Pinuccia, que el Señor le dé serenidad. Todos unidos en oración”.
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