Bartolomé y Kirill, los mensajes para la Pascua Ortodoxa
VATICAN NEWS
No existe mensaje de líder, político o espiritual, que hoy en día no "lea" las cosas del mundo desde la perspectiva de la pandemia. La Pascua que las Iglesias Ortodoxas celebran hoy habla de la Resurrección a una humanidad que, entre la ansiedad y el luto, busca horizontes más amplios que el túnel donde se encuentra desde hace meses. No se sustrae de este deber el Patriarca Ecuménico que desde Constantinopla afirma claramente: "Es difícil permanecer humanos sin la esperanza de la eternidad. Esta esperanza vive en los corazones de todos los médicos, enfermeras, voluntarios, donantes y todos aquellos que generosamente ayudan a sus hermanos y hermanas que sufren con un espíritu de sacrificio, abnegación y amor. En medio de esta crisis indecible, ellos perfuman de resurrección y esperanza". El coronavirus, observa Bartolomé I, "ha demostrado lo frágil que es el hombre, la facilidad con que lo dominan el miedo y la desesperación, cuanto impotente se revelan sus conocimientos y su confianza en sí mismo, cuanto infundada es la opinión de que la muerte constituya un acontecimiento al final de la vida y que el olvido o el alejarse de la muerte es su forma correcta de afrontarla. Sin embargo, dice, "pertenecemos a Cristo" y "la presencia del dolor y de la muerte, aunque sea evidente, no constituye la realidad última".
Desde Moscú se hace eco Kirill que, con una mirada concreta, interpreta los sentimientos de los fieles, privados de la vida eclesial. "La fe -asegura- da la fuerza para vivir y, con la ayuda de Dios, para soportar varios males, diferentes pruebas, especialmente las que nos afectan hoy en día con la propagación de un peligroso virus". Covid-19 está causando al planeta "pruebas extraordinarias" pero, añade el Patriarca ruso, "estamos llamados a mantener la paz interior, a recordar las palabras del Salvador, pronunciadas en la víspera de su Pasión redentora: 'En el mundo tenéis tribulaciones, pero tened valor: yo he conquistado el mundo'". "Ninguna restricción externa", exhorta, "debe romper nuestra unidad y quitarnos la auténtica libertad espiritual adquirida del conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo".
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