Barreto: carta del Papa resalta la esperanza terca de los descartados de la sociedad
Manuel Cubías – Ciudad del Vaticano
El Cardenal Pedro Barreto analiza la carta que el Papa Francisco dirigió a los movimientos populares el pasado domingo de Resurrección. Y en la que expresa su preocupación por los millones de personas a las que el actual sistema económico va invisibilizando. El tema del trabajo y del salario digno es uno de los temas centrales, así como la invitación a pensar la vida de los seres humanos una vez que hayamos superado la actual crisis sanitaria y económica.
Entrevista al Cardenal Pedro Barreto
¿Cuáles son sus impresiones sobre la carta del Papa a los movimientos populares?
PB: Podría resumir en que se trata de una carta de amor y servicio a los pobres, un amor que se traduce en un compromiso que brota incontenible de la resurrección de Jesús. Jesús resucita en un momento de crisis; y cuando el papa habla a los movimientos sociales, nos está hablando el Jesús resucitado, el que nos da paz, nos consuela y acompaña en este tiempo del Covid-19.
La carta hace resaltar que los pueblos originarios, los invisibles de la sociedad, aquellos que son descartables, que no cuentan, ellos son los que aportan con su experiencia de solidaridad, con su esperanza terca de un mañana mejor y sobre todo con el sentido de la comunidad, de la comunión, la fuerza de un pueblo unido y desde esta perspectiva de la resurrección de Jesús, señala con claridad este aporte valioso de los invisibles de la sociedad a esta crisis global que vivimos a causa del coronavirus.
¿Qué desafíos plantea esta carta a la iglesia latinoamericana?
PB: Nos recuerda en primer lugar, la necesidad de buscar un nuevo modelo de desarrollo humano integral que remplace al actual. Se ha demostrado que el modelo tecnocrático en que vivimos, sea del Estado o del mercado, así lo señala, ha fracasado una vez más, pienso esto porque la gran mayoría de la población, vive en pobreza y la tecnología ha tenido que aceptar que no estaba preparada para enfrentar la pandemia del coronavirus.
Este tiempo de angustia y de miedo por el que pasamos nos puede llevar a una parálisis social que desemboque en una situación inmanejable de desánimo colectivo, que desemboque en un horizonte sin esperanza. En ese sentido el Papa nos alienta a mirar el futuro con la fortaleza que los pueblos originarios y los movimientos sociales manifiestan como una característica de su propia identidad: la experiencia de la solidaridad, de la esperanza y del trabajo en equipo.
Diría que este es el grito de optimismo al que nos impulsa Jesús resucitado, porque no olvidemos que esta carta la regala el Papa a la humanidad y a los pueblos originarios un domingo de Resurrección. Es el grito de victoria y de esperanza para hacer realidad los tres elementos de la justicia social que en varias oportunidades el Papa manifestó: tierra, techo y trabajo. Esto lo ha dialogado con trabajadores y movimientos sociales. Especialmente recuerdo el discurso en Santa Cruz de la Sierra el 10 de julio de 2015, menos de un mes después de haber entregado esta encíclica (Laudato Si), programática para la iglesia y la humanidad que quiera vivir en paz, en justicia y en fraternidad.
En este sentido, lo que la iglesia latinoamericana responderá, a la luz de esta carta, está condensado en la Exhortación postsinodal “Querida Amazonia”. Allí el Papa habla de los sueños de la Iglesia, los sueños de Dios, este sueño social donde se viva el respeto irrestricto de la vida y de la dignidad de la persona humana, el respeto de los derechos humanos y los deberes que tenemos todos para trabajar juntos, para que se haga realidad este sueño de Dios de vivir en una sólida hermandad que pueda responder a los grandes desafíos, hoy, de la humanidad.
También está el sueño cultural. La interculturalidad es la mayor riqueza de la humanidad. Dios se hace cultura en su hijo Jesucristo, la cultura judía y desde allí evangeliza; por tanto, tenemos que tener conciencia que la evangelización es un respeto a las culturas, pero que las culturas están iluminadas por la palabra de Dios hecha carne que es Jesucristo.
Está el gran desafío del sueño ecológico, el sueño de cuidar nuestra casa común. Cuidando esta tierra hermosa que nos ha dado y que tenemos que ser muy conscientes que de nuestra responsabilidad. Y parece mentira que en esta cuarentena que vivimos, la naturaleza, la tierra, manifiesta que se está recuperando. Este sueño ecológico es un sueño de Dios que se está haciendo realidad a pesar de estar en un ámbito reducido.
El último sueño es el eclesial. El sueño de una iglesia inculturada, que respeta los derechos humanos, que cuida la creación de dios y una iglesia comunidad de comunidades donde se exprese y viva la gran riqueza del evangelio, la gran fraternidad que Jesús quiere darnos desde su resurrección.
¿Por qué el tema del trabajo y el salario digno es decisivo en este momento?
PB: El Papa en su carta nos propone unas claves para caminar juntos desde la experiencia de los excluidos y descartados de la sociedad, como son los pueblos originarios. Con y desde ellos podemos buscar el bien común y el desarrollo integral en su relación con dios y con los demás y con la casa común. Esta propuesta valiente y creativa del Papa nos lanza una propuesta: debemos responder a la pandemia con coraje para responder a esta oportunidad única en la historia y replantear en todos los niveles, un nuevo modelo de vida basado en la justicia desde la ecología integral y que ya se nos plantea en la encíclica Laudato Si, en el capítulo 4. Esto exige una conversión de todos para poner en el centro de nuestras vidas la persona humana. Aquí salta, en lo concreto de esta carta, el salario universal, así lo llama, como el primer paso para comenzar a elaborar esta dignificación de la persona humana.
Todo cambiará después de esta crisis. La pandemia pasará, pero la solidaridad, la esperanza y el sentido de comunión fortalecerá nuestras vidas. Un estilo de vida más sobrio, más solidario, donde la persona humana esté en el centro de toda la actividad de la sociedad. Es una propuesta de recuperación de la dignidad de las personas y del cuidado de nuestro entorno natural, para tomar en cuenta la urgencia de la inclusión social de los pobres, de los trabajadores, de los pueblos originarios desde el paradigma de la justicia social y de la exigencia del desarrollo humano integral. La carta resume la importancia que tienen los pueblos originarios, y también se encauza en esta dinámica de un compromiso en favor de la vida y que la resurrección de Jesucristo es un grito de esperanza, de amor y de servicio.
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