COVID-19. En la triple frontera, un virus sin pasaporte
Manuel Cubías – Ciudad del Vaticano
La ciudad de Iquitos tiene una población estimada, cercana al medio millón de personas. Aunque hasta hace pocos días la epidemia del dengue era la mayor preocupación sanitaria, desde hace 15 días dejó de serlo. Hoy el tema es el coronavirus.
Un sistema de salud frágil contra el dengue y el COVID-19
Según el p. Miguel Ángel, el personal sanitario afirma que el dengue sigue su curso. Esta enfermedad habla de problemas como falta de agua potable, falta de alcantarillado y la recolección de basura. Esto es debido en parte a la corrupción que impera en la localidad y el país. El religioso señala también, que hay una polémica entre los políticos locales y el ministerio de salud, pues se están tomando decisiones sin mucha reflexión.” Esta situación no es buena para nadie”, insistió.
Entender la cultura. Desafíos para la sanidad pública
Otro punto importante, subrayó el padre Miguel, son las redes de apoyo. En los años 70 la iglesia construyó redes de apoyo con promotores de salud en los pueblos indígenas y en los ríos amazónicos. Pero en la actualidad, a medida que el Estado ha creado postas sanitarias con profesionales de la salud, se ha ido acabando con las redes de los promotores de salud. Esto significa que no tenemos personal adecuado culturalmente, pues muchas veces, las postas sanitarias entran en contradicción con las prácticas de las comunidades. Esta gente está formada con el punto de vista occidental, que no entiende la cultura indígena.
El religioso agustino afirma que hasta el día 4 de abril había 8 casos de coronavirus confirmados (al día 6 de abril hay en el sector de Iquitos 171 casos y 2 fallecidos, según la REPAM)). Esto significa, continúa el religioso, que muy pocas pruebas se están realizando porque no se están haciendo y que probablemente hay muchas personas asintomáticas que están transmitiendo la enfermedad.
Fortalezas de la comunidad frente al COVID-19
El P. Cadenas considera que las autoridades nacionales han tomado esta pandemia como un asunto muy importante. Ha sido el país de América Latina que más rápidamente ha actuado. El presidente se ha tomado en serio está situación. Otra fortaleza que tenemos es el acceso a la información. Ahora muchas comunidades tienen acceso a los teléfonos móviles y poderse informar por esa vía.
Otra fortaleza es que la iglesia católica ha ofrecido un centro de retiros para ponerlo al servicio del ministerio de salud. Igualmente otras denominaciones religiosas han ofrecido otros espacios para atender a los enfermos del covid-19.
Debilidades frente al COVID-19: desinformación, hambre, hacinamiento
El padre Miguel señala que solo hay un hospital en la ciudad de Iquitos, pero en toda la región no hay otro. Se trata de un hospital poco abastecido y el personal sanitario está cansado por la epidemia de dengue, hay pocas camas, pocas pruebas, pocos respiradores. Esto hace que la situación sea poco alentadora. Estamos confinados desde el 16 de marzo, pero en una región donde la gente vive al día, esto genera más dificultad, pues hay gente que no tiene qué comer. El Estado ha dado un bono de 380 soles, han entregado a muchas familias, pero otras muchas no aparecen en el padrón y no tienen nada qué comer y llaman a las puertas de las parroquias, pidiendo ayuda.
Muchas familias viven en espacios muy pequeños, hay hacinamiento en las casas. Techos de calamina que produce mucho calor. La gente permanece mucho tiempo en la calle. Creo que se han hecho muy pocos esfuerzos por explicar a la población por qué debemos quedarnos en las casas. Esto significa que gran parte de la población no está comprendiendo lo que sucede. Y esto significa que tenemos una gran población con miedo, pero no sabe a qué y no sabe cómo defenderse.
El coronavirus ataca a los indígenas
En cuanto a los pueblos originarios, continúa padre Miguel, el coronavirus no ataca solamente a los indígenas que viven en las cabeceras de los ríos, sino también, a una gran población indígena que vive en las ciudades. Este covid-19 está mostrando problemas sociales como la discriminación hacia los pueblos indígenas. La gente dice que siguen llegando lanchas con gente procedente de las ciudades. Nos encontramos con personas débiles de salud, por la diabetes, hipertensión y otros males, frutos del cambio alimentario, que vienen a agravar los efectos de la pandemia. que hacen que las personas no resistan ante la pandemia.
Miguel recuerda la frase: “Bosques enfermos difícilmente pueden resistir a nuevas plagas”. Esto para referirse a la complejidad de la situación en los campos donde viven los indígenas: la falta de titulación de territorios indígenas es parte del problema, a esto añade: El sistema sanitario es muy deficiente. Hay postas médicas en las comunidades más grandes, pero si no hay camas ni respiradores suficientes en la ciudad, podemos imaginar lo que sucederá en las comunidades indígenas. Probablemente esto significa que morirán muchas personas sin saber de qué han muerto. Y estos no serán contados en las estadísticas oficiales, insiste.
La triple frontera. Un virus sin pasaporte
El misionero subraya que quizá el confinamiento, tendrán que ampliarlo. Porque si se permite la movilidad, el movimiento de la ciudad hacia la zona rural, se repetirá el proceso de contagio. Además, esta zona comparte frontera con Ecuador, que actualmente está desbordado por la enfermedad y Brasil, que no está haciendo lo suficiente. Por esta razón será necesario un acuerdo entre las tres naciones para enfrentar la epidemia.
Un virus no tiene pasaporte, ni conoce las estrategias de los países. Hay que abordarlo más globalmente.
En río Urituyaga las comunidades junto a las autoridades habían cerrado el paso por el río. Pero hemos sabido que ya han comenzado a llegar comerciantes en lanchas. Es una lástima que no se tenga en cuenta las medidas que emprenden las comunidades para protegerse a sí mismas, afirmó.
P. Manolo Berjón. Dar poco a poco la vida sirviendo a los descartados de la tierra
Manolo Berjón es un agustino que estudió en Valladolid, España. La teología la hizo en Washington. Estuvo un tiempo en Madrid trabajando en una parroquia. En 2001 llega a la parroquia Santa María de Castilla, parroquia con población indígena con etnia kukama.
En el 2005 le operan y sufre un infarto cerebral del que logra salir adelante. Pasa tres años en rehabilitación. Regresa a la parroquia de Nauta en 2008. En 2009, pide ir a Santa María de Castilla, la parroquia más alejada de la zona. Él camina y habla con mucha dificultad. El regreso a la selva le ha animado mucho. Es especialista en el pueblo kukama. Es un compañero entrañable. Está en el vicariato de Iquitos por decisión propia. Ha escrito algunos artículos y ha estado atento a reclamar al Estado las malas condiciones en que viven los pueblos indígenas. De él fue la idea de interponer una demanda para pedir al Estado peruano que hubiera una consulta sobre la hidrovía. Está pendiente de la población indígena y de la gente con quienes nos toca vivir. Él tiene claro que se trata de actuar muy localmente, pero para levantar temas grandes, entre los que están, el tema de la hidrovía y el tema del agua potable.
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