San Óscar Romero: Pentecostés, testigos de una vida que el mundo no conoce
Ciudad del Vaticano
San Óscar Romero en la homilía pronunciada en la fiesta de Pentecostés, en la catedral de San Salvador, hace una catequesis sobre el significado de esta fiesta, para ello la sitúa en el contexto de la tradición judía:
Era el día más solemne de las fiestas de los tabernáculos, cuando una procesión de jóvenes llevaba ánforas de agua de la piscina de Siloé hacia el atrio del templo, para significar el ansia de agua pidiendo al cielo la lluvia para nuestra tierra. La tierra luego germinaba, brotaba la naturaleza bajo la fecundidad del agua. Y Cristo asume esa ceremonia, esa liturgia de su pueblo para traducirla en la bella realidad que Él trae al mundo. Así como la tierra reseca anhela lluvia, el agua, así la humanidad sin la vida del Espíritu de Dios es desierto, es árida. Y por eso grita en medio de la fiesta, en medio de aquella juventud con los cántaros de agua: "El que tenga sed, venga a Mí y beba". Y hablaba del Espíritu -dice el Evangelio- que habían de recibir los que creyeran en él.
Todavía no había venido el Espíritu -comenta San Juan- porque para que el Espíritu de Cristo glorificado viniera a continuar su misión de ser agua fecunda en el mundo, era necesario que esa humanidad de Cristo, fuera glorificada en la ascensión a los cielos.
San Óscar Romero a los jóvenes que van a ser confirmados
El sacramento que ustedes van a recibir ahora, es el sacramento de los mártires. Mártir quiere decir testigo, testigo de una vida que el mundo no conoce. Testigo de una vida que el mundo no conoce y que por eso la persigue y la calumnia. El confirmado tiene que ser un joven, una mujer valiente para dar su cara por Cristo como los mártires. No tuviéramos las gloriosas páginas del martirio en la Iglesia de Cristo, si no hubiera sido por este don del Espíritu Santo que ustedes van a recibir.
¿Quién le pudo dar fortaleza a los jóvenes, a las virgencitas de aquel tiempo, para morir entre las fieras o bajo la cuchilla de los verdugos sino la fuerza del Espíritu Santo que les hacía confirmados en esa fe, morir antes que traicionar su cristianismo? ¡Cuánto necesitamos esta valentía en esta hora de cobardes, de traidores, de vendedores de su fe! Jóvenes, en ustedes la Iglesia se renueva, en ustedes el Espíritu de Dios es como agua fecunda para la humanidad de esta Arquidiócesis que vive en esta noche un Pentecostés no sólo en su Catedral, sino en todo el ámbito de sus fronteras gracias a que ha habido mártires que han sido nobles, profesionales de su confirmación, de su bautismo, de su eucaristía, de su fe en Cristo.
Que ustedes sean ese reverdecer. La juventud siempre es un signo de renovación. La juventud muchas veces se encuentra hasta en gente madura porque siempre renueva su fe. Así como el desierto, tierra sin agua, no solamente es aridez de la naturaleza, así también en los corazones se muere la vida cuando hay cobardía, cuando no hay valentía de defender esta fe de martirio que Cristo va a entregarles en esta noche.
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