México. Obispos contra la "peste" de la violencia y la cultura de la muerte
Alina Tufani - Vatican News
Como sumergidos en una letanía sombría y devastadora, la Declaración conjunta sobre el don de la vida y la dignidad de la persona humana, hecha pública ayer, por los obispos de la Conferencia episcopal mexicana (CEM), presenta la interminable lista de toda forma de violación deliberada y cruel de la vida y de la dignidad que se embate sobre el pueblo mexicano y frente a la cual no pueden callar sino buscar “iluminar las conciencias de cara al bien y a la verdad” predicando el Evangelio de la Vida.
La cultura de la muerte
“Observamos a la ‘cultura de la muerte’ que está golpeando fuerte y repetidamente el corazón del pueblo mexicano y que se manifiesta, entre otras formas: en actos de violencia, cada vez más numerosos y cruentos; en considerar a la vida de un hijo como si fuera derecho de un adulto; en volvernos insensibles ante la eutanasia o ante la ruptura de las familias; en los esfuerzos por legalizar los estupefacientes y otras drogas; en la difusión de una visión pobre y distorsionada de la sexualidad; en la corrupción; en la trata de personas con fines de explotación sexual o laboral; en la indiferencia de algunos ante la pobreza; y en el abuso y daño de la naturaleza por el consumismo extremo".
Desafíos para la nación
Con esta Declaración, según dicen los obispos, no pretenden hacer un “diagnóstico exhaustivo” sobre la realidad sino llamar la atención sobre los desafíos a los que se enfrenta la nación, especialmente, ante las propuestas de “programas de gobierno, leyes, y criterios judiciales que atentan contra la dignidad de la persona humana y, en particular, contra su vida”. En este contexto, los obispos denuncian todo intento de promover el aborto, de “arrebatar la protección jurídica” de los seres humanos desde su concepción, así como la tentación de incluir la eutanasia entre las políticas de salud.
En rechazo al proselitismo de la cultura de género, el documento de la CEM reafirma que la persona humana se realiza en la relación hombre-mujer, en base a la cual es posible el auténtico matrimonio y su apertura a una nueva vida; que los niños en adopción merecen un hogar conformado por padre y madre; y que la “renta de vientres” o maternidad subrogada constituye una explotación de la mujer, de quien se abusa con fines reproductivos.
“Formamos parte de una sociedad libre llamada a consolidar su democracia” constatan los obispos, que se oponen a toda forma de limitación del derecho a la libertad de expresión. “Un auténtico régimen de libertades – se lee en la declaración - incluye la libertad religiosa que nos permite vivir en público y en privado conforme a nuestras convicciones de conciencia”.
Estado de Derecho
Los obispos exigen a las autoridades civiles “la vigencia plena del Estado de Derecho”, condenan la aplicación “discrecional de la ley" porque contraria a la justicia, exhortan a los que están asesinando, secuestrando, extorsionando y causando un dlor a “abandonar el camino del mal”. También recuerdan a los católicos que han participado activamente en la promoción o procuración deliberada del aborto que están llamados a reconciliarse con Dios, y en general, invitan a todos los fieles y personas de buena voluntad a construir una sociedad en paz y respetuosa de las leyes justas.
La 'peste' de la violencia y la inseguridad
Las siete páginas de la Declaración hacen un recorrido por la sociedad mexicana en 2020, herida por la “peste mortal” de la violencia y la inseguridad que han alcanzado “niveles nunca antes vistos”, y a la que obviamente, como en todo el mundo, se ha sumado la pandemia del COVID-19, que ha traído dolor a innumerables hogares y ha afectado gravemente la economía de las familias.
“Los obispos buscamos iluminar las conciencias de cara al bien y a la verdad” -concluye el documento. “En ejercicio de nuestros derechos inalienables y de nuestro ministerio como Pastores – afirman - continuaremos predicando el Evangelio de la Vida, tanto en público como en privado, recordando que Jesús nos ha dado un mandato preciso: 'Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio'”.
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