En Argentina. Ciudad de Rosario adhiere a ley del aborto, pesar del Arzobispo

Isabella Piro-Ciudad del Vaticano

"Lamento profundamente que nuestra ciudad haya decidido seguir esta tendencia social, cultural y política de 'rechazo'": estas son las palabras que el Arzobispo de Rosario, en Argentina, Monseñor Eduardo Eliseo Martín que escribe al Ayuntamiento, que ha decidido hacer adherir a la ciudad al Protocolo para la interrupción legal del embarazo. Declarado en 2019 por el Ministerio de Salud, el documento, de hecho, legaliza la interrupción voluntaria del embarazo en el país. Expresando, por lo tanto, "profunda preocupación, amargura y dolor" por esta elección, el prelado subraya: "Es muy grave que el derecho a la vida de los niños no nacidos, reconocido por la Constitución desde el momento de la concepción, sea claramente violado por un decreto que, como si se tratara de una ley, abre la puerta al aborto libre.

A continuación, Monseñor Martín recuerda lo que dijo la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Argentina, que la imposición del Protocolo violaba la jerarquía normativa vigente, compuesta no sólo por la Constitución, sino también por el Código Civil, los tratados internacionales a los que la Argentina se ha adherido y las leyes específicas que protegen la vida desde la concepción. Por eso, el Arzobispo de Rosario afirma: "Quien está a favor de la dignidad y el valor sagrado de toda existencia no está en contra de los derechos.

Al solicitar expresamente la revocación del Protocolo, el prelado también señala que habría sido mejor aplicar lo que exige la Constitución: en efecto, el artículo 75 recomienda "un sistema especial e integral de seguridad social para la protección del niño en situaciones de malestar, desde el embarazo hasta el final de la enseñanza primaria, y de la madre, durante el embarazo y la lactancia". Por ello, ante el "momento difícil" que vive la Argentina por la pandemia de coronavirus que ha tenido una fuerte repercusión en la población, Monseñor Martín recuerda que "la justicia comienza por la protección de los más débiles que son los niños no nacidos". Desde su protección, de hecho, se evalúa el grado de civilización de una sociedad".  "La vida es el primer y más precioso don que Dios ha dado al hombre -escribe de nuevo el prelado- y debe ser protegida con el máximo cuidado desde la concepción hasta la muerte natural". La carta del prelado al Ayuntamiento concluye con la esperanza de que se apliquen políticas de salud a favor de las madres y los niños, para que "todos estén protegidos en su derecho inalienable a la vida, especialmente los más débiles".