Centro Astalli, los migrantes descartados y olvidados porque no son consumidores
Francesca Sabatinelli - Ciudad del Vaticano
Otro naufragio, otro triste balance. Ayer se recuperaron 22 cuerpos por la Media Luna Roja en la costa libia. La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) asume ahora, casi a diario, la carga de anunciar estas "dolorosas muertes", como indica el jefe de la misión de la OIM en Libia, Federico Soda, quien también las define como "el resultado de una política cada vez más dura contra las personas que huyen de los conflictos y la pobreza extrema, y el fracaso de una gestión humana de las corrientes migratorias".
OIM, a falta de una misión de rescate de la UE
Ha habido más de 350 muertes en el Mediterráneo Central desde principios de año, el peor naufragio en los últimos ocho meses fue la semana pasada con 45 muertes. Todo esto, explica la OIM, "en ausencia de una misión de búsqueda y rescate de la UE y con crecientes restricciones a la labor de la ONG". Hoy, en Trapani, desde el barco de cuarentena Azzurra, los 603 huéspedes embarcados fueron desembarcados, todos con resultados negativos de la prueba Covid. Pero la controversia iniciada por la presidencia de la región de Sicilia contra Roma no se ha calmado, alimentada por la convicción de que son precisamente las llegadas de migrantes las que han aumentado drásticamente el número de infecciones por coronavirus registradas en los últimos días. De ahí la petición del gobernador de la isla, Musumeci, de cerrar los puntos de acceso y los centros de recepción de migrantes, posición criticada por el Viminale, que señala que esas decisiones son competencia del Estado y que la seguridad sanitaria sigue siendo una prioridad para el Estado.
La cultura de los descartados ha entrado en la vida cotidiana
Ayer mismo el Papa Francisco había regresado para advertir que "el Señor nos hará conocer a todos los migrantes que han caído en los caminos de la esperanza" y que "han sido víctimas de la cultura del descarte". "El Papa agradece a Dios que nos lo recuerde constantemente -subraya el padre Camillo Ripamonti, presidente del Centro Astalli de Roma, el servicio jesuita de ayuda a los solicitantes de asilo y a los refugiados-, pero esta cultura de rechazo se ha convertido en parte de nuestra vida cotidiana, somos considerados como consumidores y los que no entran en la categoría de consumidor están en la categoría de los descartados, los olvidados. Lamentablemente, los migrantes, desde este punto de vista, están plenamente incluidos en esta cultura de rechazo, lo que hace que no sean considerados por los distintos gobiernos de los diversos países. La cultura del rechazo es esta expresión de globalización e indiferencia hacia aquellas personas que no son consumidores, pero que necesitan de la humanidad".
La movilidad humana se convertirá en un tema cada vez más central
La importante cuestión de la movilidad humana, según el jesuita, es un fenómeno mundial que debe "ser abordado de manera unificada por todos los Estados, con políticas no de cierre, sino de regulación y gestión de manera más solidaria". Lo que sucede, por lo tanto, es que hoy en día, en lugar de "mirar el problema en su complejidad a la cara, se prefieren las simplificaciones, que también tienen implicaciones políticas muy inmediatas". La organización y estructuración de programas de rescate y búsqueda, por lo tanto, parece ser la menor de las preocupaciones de una Unión Europea que pronto, lamentablemente, se encontrará haciendo contrición con otras tragedias muy graves, y ello porque, continúa Ripamonti, "la UE es el espejo de lo que piensan los Estados individuales, que se ocupan de sus propios intereses nacionales, las estructuras políticas internas y que, por lo tanto, son incapaces de tener una mirada en el horizonte de los próximos años, que será una mirada en la que la movilidad humana será una cuestión cada vez más central". De ahí la dramática conciencia de que "las personas seguirán muriendo y dependerán de traficantes sin escrúpulos en sus viajes".
Instrumental la ecuación migrantes-Covid 19
Ante las declaraciones cada vez más insistentes que ven a los migrantes como una especie de "unción" que eleva el nivel de contagio de Covid en la península, Ripamonti responde que restringirlo a estas personas es ciertamente "una instrumentalización", ya que no se puede dejar de razonar sobre todas las personas que salieron y volvieron de sus vacaciones. Por lo tanto, "concentrarse y preocuparse por las personas que huyen o viajan para buscar mejores condiciones de vida para ellos y sus familias", concluye Ripamonti, "no es contar con esa conciencia a la que nos ha llamado el Papa en la gestión de un fenómeno que nos llama a cada uno a rendir cuentas en la toma de posición, en asumir las responsabilidades".
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