Pronunciamiento de obispos del Perú al final de su Asamblea Plenaria
Patricia Ynestroza-Ciudad del Vaticano
En el pronunciamiento de los obispos peruanos al final de la 116° Asamblea Plenaria expresaron su “aflicción” por el pueblo peruano, por la pandemia que está sufriendo, cuyas “consecuencias están causando un nivel de sufrimiento” quizás nunca antes visto en el país y en el mundo entero. Al respecto, “elevan un “grito”, un clamor al cielo”, porque hoy más que nunca, se lee en el texto, necesitan la compasión y la ayuda de Dios.
Han reflexionado sobre tres temas: el sufrimiento actual, la necesidad de conversión y una palabra de agradecimiento y esperanza.
El Sufrimiento del pueblo peruano
“El dolor, la angustia y la desesperación reflejados en tantos rostros durante este tiempo, no son ajenos al corazón de la Iglesia”, desde las limitaciones impuestas, para evitar contagios, los obispos han estado todo este tiempo, cercanos a los peruanos, brindando la ayuda posible, tanto espiritual como material.
Sin embargo, expresaron en el pronunciamiento su impotencia, por no “poder acompañar a tantos enfermos en su lecho de enfermedad y a la hora de la muerte. El no poder acompañar a tantas familias que, habiendo perdido a los suyos, no han podido llorarlos adecuadamente, como es la costumbre cristiana. Desde la fe, les proclamamos que la muerte no tiene la última palabra; que Cristo, con su resurrección, ha ganado para nosotros la vida que no tiene fin”.
También expresaron su pesar, por tener que suspender las celebraciones públicas de los sacramentos. Sin embargo, se lee en el texto, desde la oración diaria de tantos sacerdotes, religiosas y laicos, “desde las súplicas dirigidas al cielo desde la madrugada en los conventos, desde las Misas transmitidas por los medios de comunicación y las redes sociales, los acompañamos cada día”.
La Conversión de los peruanos
La Conferencia Episcopal recordó al pueblo que este momento es propicio también para recapacitar sobre nuestra relación con el Señor. Es ocasión para volver a la “casa paterna y reecontrarnos con el Padre que nos pone el mejor vestido y hace fiesta”.
Los obispos pidieron al Espíritu Santo y a la Virgen María, para que Perú viva este momento de prueba como un momento de gracia, para revisar en qué “nos hemos alejado del amor de Dios, del “primer amor”. Esta invitación va dirigida al pueblo fiel, pero de manera especial a quienes ejercen autoridad y dirigen el destino de nuestro país. Han de recordar que “toda autoridad viene de arriba”, se lee en el pronunciamiento, es decir, de Dios, a quien darán cuenta el día de su juicio personal.
Los obispos lamentaron que en el país hay tanta corrupción, hay quienes anteponen al bien común del pueblo que se les ha confiado, el beneficio personal, haciendo de la crisis la ocasión propicia para delinquir y “oprimir al pueblo de Dios y olvidan que esta vida es pasajera y que, al final, seremos juzgados por nuestras obras”.
A las autoridades, les exhortan los obispos, les exigen, que tienen que cambiar, que deben convertirse para trabajar por los peruanos más pobres y sufrientes. El bien común es la piedra angular de una política con ética, una política de servicio. El verdadero poder es el servicio. “Así como la fuerza de la Iglesia está en la fe en Dios y en el servicio al pueblo, así también los políticos deben comprender que su fuerza está en el servir a la población; deben comprender que no están para decirle al pueblo qué tiene que hacer, sino al revés: conocer sus necesidades y hacer lo que éste demanda”.
Agradecimiento y esperanza
Tras recordar las palabras del Papa Francisco, cuando, reflexionando sobre el sufrimiento de este pueblo a causa del Fenómeno del Niño Costero de 2017, cuando el Papa dijo: “El alma de una comunidad se mide en cómo logra unirse para enfrentar los momentos difíciles, de adversidad, para mantener viva la esperanza.” Los obispos dijeron que en esa ocasión Francisco les dejó un reto: “Los peruanos no tienen derecho a dejarse robar la esperanza”.
En medio de este contexto de sufrimiento han surgido héroes de carne y hueso, hombres y mujeres peruanos, que han respondido con “decisión, decencia, coraje, amor y generosidad, y no pocos han sacrificado sus vidas para salvar la de otros”, recuerdan los obispos.
“Como peruanos nos llenamos de orgullo ver la respuesta generosa de tantas personas para ayudar en esta situación. Las donaciones de alimentos, la organización de comedores populares, las donaciones para las plantas de oxígeno, la atención a los enfermos en los hospitales, el servicio brindado por los médicos, enfermeras, personal sanitario y las fuerzas de orden; a todos ellos, a esta “nube de testigos”, a “los santos de la puerta de al lado”, como gusta llamarlos el Papa Francisco, queremos rendirles homenaje y levantamos nuestras voces para decirles: ¡GRACIAS, HERMANOS!”.
Por último expresaron su confianza que por el mensaje de amor que brota del Crucificado el pueblo saldrá “de esta situación, porque nuestra esperanza tiene una roca sólida: Cristo. Como devotos del Señor de los Milagros elevamos nuestro canto: “Con paso firme de buen cristiano, hagamos grande nuestro Perú, y unidos todos como una fuerza te suplicamos nos des tu luz”.
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