Paraguay. Día Nacional de la Juventud: Cristo vive en cada joven, abierto a la vida
Alina Tufani – Ciudad del Vaticano
“Las circunstancias actuales de la pandemia, no trunquen su esperanza porque Cristo, el Hijo de Dios, está presente en medio nuestro”. Este es el deseo expresado en el mensaje que el Arzobispo de Asunción, Monseñor Edmundo Valenzuela, dirigió este 21 de septiembre, Día Nacional de la juventud, a los jóvenes paraguayos, sumidos ellos también en las vicisitudes de la pandemia de Covid-19 que arrecia en Paraguay, en estas últimas semanas.
“Más que nunca, durante el sacrificio Eucarístico, ustedes y toda la Iglesia necesitamos elevar la voz de súplica por los enfermos, sus familiares, por los que les asisten, profesionales y equipos de salud, por nuestras autoridades”, se lee en el mensaje que invita a estar unidos en la "ardua e inédita lucha", para recuperar la salud y salvar vidas.
El Arzobispo paraguayo afirma en su mensaje que en tiempos de crisis no hay certezas sobre la gravedad de su impacto ya que las víctimas mortales son cada vez más crecientes. Sin embargo, insiste en que no hay que perder las esperanzas y, sobre todo, no perder de vista la misión de los jóvenes cristianos.
“Ustedes jóvenes, en este difícil tiempo, tienen la misión de ayudar a la sociedad para evaluar cómo estamos obrando y cuánto estamos haciendo para preservar vida. Saben bien la situación presente, la vulnerabilidad de las personas, la inseguridad a causa de grupos sociales que perpetran secuestros, hurtos, asaltos. También los que se aprovechan de la circunstancia para sus intereses alejados del bien común y la justicia”.
Una situación, que ha decir de Monseñor Valenzuela, tiene salidas sólo unidos por el bien, fortalecidos por el amor y animados por la justicia, porque en esta “guerra biológica”, los jóvenes son portadores de la fe en Cristo, que vive e invita a la convivencia humana.
“El diálogo, la escucha de los que sufren, el consuelo que se les da, les animan a sobrevivir y protegerse ante el contagio”, concluye el mensaje del arzobispo a los jóvenes que son “la primavera de la humanidad” y un “sí de aceptación a la vida, que florece y se traduce en alegría, en servicio, en amor”.
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