Fratelli tutti. Arzobispo de Lima: Actuar en función de los últimos de la tierra
Renato Martinez / Manuel Cubías – Ciudad del Vaticano
“La Encíclica Fratelli tutti del Santo Padre Francisco, nos pone directamente ante el problema más álgido de la humanidad de hoy, existe una fraternidad, pero es cerrada y excluyente. Y él enfrenta ese problema urgente, diciéndonos que estamos en búsqueda y es posible realizar, una fraternidad abierta que nos envuelva a todos en un proceso amplio de ir más allá de las barreras que el amor puede realmente superarlas”, lo afirma Monseñor Carlos Castillo, Arzobispo de Lima y Primado de la Iglesia en el Perú comentando la nueva Encíclica del Papa Francisco: Fratelli tutti, que fue publicada este 4 de octubre, fiesta de San Francisco de Asís.
Apertura al amor infinito que existe en el ser humano
En sus declaraciones concedidas a Vatican News, el Arzobispo de Lima señala que, el Papa ante todo quisiera abrirnos a una dimensión fundamental, que es la renuncia a hacer guerras dialécticas, a imponer doctrinas. “Más bien lo que desea es compartir sentimientos de apertura al amor infinito que existe en el ser humano, la capacidad de amar que Dios nos ha dado. Y que inclusive en las religiones – precisa Monseñor Castillo – se considera como algo común y patrimonio de toda la humanidad. A pesar de que el Papa parte de su condición cristiana, que es un valor fundamental, él lo hace de tal manera que puede entrar en comunicación con los que no sienten piensan directamente como cristianos sino como seres humanos o como miembros de otras religiones”.
Los sueños rotos por la ambición y el individualismo
Para Monseñor Carlos Castillo, lo más importante es como comienza la Encíclica, es decir, de un reconocimiento de los problemas de la humanidad actual, y luego recurre a la Palabra de Dios para dejarse interpelar, en este caso con la parábola del Buen Samaritano, y en seguida abre algunas pistas sobre cómo ensanchar el corazón, cómo abrir un mundo que es fraterno pero cerrado y autorreferencial. “En el primer capítulo – precisa el Arzobispo de Lima – el Papa analiza las sombras que vienen a consecuencia de un mundo cerrado. El Santo Padre comienza reconociendo que en los últimos años, un sistema de vida basado en el apuro, el lucro, la finanza, ha roto los sueños de unidad que existían en la humanidad hasta hace poco, hasta hace unos treinta años. El sueño, en el caso de Europa la Unión Europea, el sueño de las Naciones Unidas, el sueño de la integración de América Latina, el sueño del desarrollo unitario de los pueblos de Asia y África”.
Existe la posibilidad de la esperanza de un mundo abierto
En su análisis, el Primado de la Iglesia en el Perú afirma que, todos nos reconocemos a partir de una serie de identidades que dejan de lado la dignidad humana y ponen en primer lugar identidades artificiales, que pueden ser comunes de una sociedad pero que se basan en el desprecio del otro y, por tanto, la comunicación que tenemos es sumamente frívola, porque es una comunicación simple y llanamente para intercambiar cuantitativamente productos o negocios, pero no para entrar en el reconocimiento del valor del otro. “Por eso es que se dan unas informaciones sin sabiduría, una suma de informaciones, una agresividad sin pudor – advierte Monseñor Castillo – en donde la persona no es reconocida ni importa, donde crece el rating en contra del reconocimiento verdadero del valor de algo y así, hay sometimientos y auto desprecios”.
Vayamos al encuentro de los abandonados del mundo
Después de esta visión amplia e interesante para reconocer las sombras del mundo cerrado, señala el Arzobispo de Lima, el Papa introduce el texto bíblico de la parábola del buen Samaritano, que implica sobre todo un trasfondo, muestra que ya Israel fue ampliando su radio para no considerar prójimo solamente al cercano sino justamente al lejano, hacia el cual nosotros hemos de aproximarnos. “El Papa reconoce que hoy día tenemos cantidad de abandonados en el mundo por las guerras, por el desarrollo económico que permanentemente descarta y entonces hay una interpelación de ese ser humano que está allí tirado que nos hace cuestionarnos”. Pero también nos cuestiona la actitud del Samaritano que se acerca, porque rompe su mundo a pesar de que ese mismo mundo es despreciado por los judíos y rompe las categorías de quienes se dedican a asaltar a la gente o de quienes son indiferentes a la gente.
La importancia grande del generar procesos
Monseñor Carlos Castillo señala que, un cuarto momento después de la introducción y los dos primeros capítulos, es pensar y gestar un mundo abierto. “En esa parte el Papa reconoce la importancia grande del generar procesos, en donde todos tenemos que cambiar de pensamiento y cambiar de manera de actuar, para hacer del mundo cerrado un mundo abierto especialmente a aquellos que están en situación amplísima, en todo el mundo de descarte”. En ese sentido, ir más allá significa tener la voluntad soberana y libre de ser fraterno, la fraternidad aporta a la libertad y a la igualdad. Uno de los problemas más serios del mundo moderno, es que se piensa que mecánicamente se va a producir una libertad y una igualdad producto de las condiciones de liberalismo que pueden haber en la economía, en realidad solamente con el esfuerzo persistente de abrir la sociedad para integrar a todos, de organizarnos como sociedad y como pueblos, para trascender un mundo de socios, podemos hacer que el amor universal promueva a las personas y promueva el bien moral para todos, afianzando el valor de la solidaridad que no es una simple generosidad individual sino que es el actuar juntos en común, respaldados por la comunidad humana para permanentemente cambiar y mejorar la sociedad.
La importancia del principio de la gratuidad
El Arzobispo de Lima, comentando el cuarto capítulo de la Encíclica “Fratelli tutti” afirma que, ya vemos como el crear fronteras es todo un límite y es necesario que hay un fecundo intercambio para ir más allá de las fronteras, y en ese intercambio lo importante es el principio de la gratuidad, no acogemos al otro porque nos trae algo o porque tiene algún valor especial que comprarse, acogemos al otro por el otro, por su valor propio, de allí que lo local es muy importante para lo universal, no es una universalidad de pueblos que homologa, estandariza, es que reconoce el sabor propio de lo local, y así hay un horizonte universal al cual vamos llegando todos porque todos tenemos cabida, todos tenemos lugar y la propia región, la propia zona tiene su particularidad para aportar al concierto de la armonía de todos.
Hace falta una mejor política al servicio del bien común
Desde esta anchura de visión, explica Monseñor Castillo, el Papa ha hecho un capítulo quinto sumamente interesante y profundo, acerca de la política, para hacer posible el desarrollo de la comunidad mundial, para que haya fraternidad a partir de los pueblos, hace falta una mejor política, para que esté al servicio del verdadero bien común. Como la política ha sido desprestigiada muchísimo, el Papa hace un discernimiento de las tendencia políticas de nuestro tiempo, en términos generales evidentemente para percibir cómo es necesario superar populismos y liberalismos, populismos egoístas y sentido de lo popular que es otra cosa, de tal manera que se pueda superar una cierta tendencia a, podríamos decir, reunir a la gente en torno a ideales que finalmente la enfrentan a los demás pueblos y pretenden difundir ideas simple y llanamente porque están de moda y porque en base a cierta efervescencia, llegan a constituir la fuerza de un determinado líder que en el fondo va a actuar simplemente haciendo concesiones de juego inmediato pero que no tiene ningún futuro. Se refiere el Papa a los grupos populistas cerrados que desfiguran la palabra pueblo.
Se necesita reconstruir las estructuras sociales
En ese sentido, afirma el Primado de la Iglesia en el Perú, las visiones liberales que ignoran la fragilidad humana imaginan un mundo que responde a un determinado orden por sí solo, como si podría por si solo asegurar el futuro, caen por sí mismas. “El mercado no es el que resuelve todo, el mercado tiene su función, pero no es un dogma de fe. Es un pensamiento, dice el Papa, pobre, repetitivo, que siempre da las mismas recetas para lo mismo”. El Esfuerzo consciente y responsable de tener una diversidad productiva y una creatividad empresarial que asegure solucionar los problemas de la humanidad, no se hacen con una receta, eso crea una enorme fragilidad del sistema que se crea, porque no está basado en su consideración, evaluación y transformación, con la voluntad de los actores, de los ciudadanos, de la nueva política. Se necesita ciertamente construir y reconstruir permanentemente las estructuras sociales que se necesitan.
Buscar una respuesta a la necesidad más honda del ser humano
Para Monseñor Carlos Castillo, en el capítulo sexto el Papa desarrolla a través del dialogo y amistad social y la importancia del dialogo como algo persistente, insistente, que no cesa, que una y otra vez intenta encontrar un solución, es mucho más que llegar a unos acuerdos, es colocarse en la posición de una base común que permita la solución de los problemas con eficacia y simultáneamente con profundidad, tratando por tanto, de construir en común y para eso se necesita el avanzar en bases comunes que permiten llegar a puntos de unidad. “Pero a su vez esas bases comunes no son un mero consenso, un mero acuerdo, una especie de negociación manipulable en la que en distintas circunstancias se podría llegar a acuerdos cuando decimos bases, son bases de tipo ético, de valor, en las cuales todos los seres humanos tienen que estar empeñados para lo que se decide como común, atienda a una respuesta a la necesidad más honda del ser humano de ser plenamente humano, y por tanto, ahí tiene que haber el esfuerzo de que no se haga simplemente un cálculo de ventajas y desventajas como si se tratara de un tema neutro”.
Promover el dialogo para encontrar soluciones concretas
En ese sentido, asegura el Arzobispo de Lima, el Papa orienta a una persistente capacidad de dialogo para entrar a soluciones concretas basadas en intuiciones y principios profundos, por eso va a decir que la paz social es trabajosa, artesanal, sería más fácil contener las libertades y las diferencias con un poco de astucia y de recursos, pero esa paz seria superficial y frágil, no el fruto de una cultura del encuentro que la sostenga. Integrar a los diferentes es mucho más difícil y lento, aunque es la garantía de una paz real y sólida. Esto no se consigue agrupando solo a los puros porque aún las personas que puedan ser cuestionadas por sus errores, tienen algo que aportar que no debe perderse.
Actuar en función de los últimos de la tierra
En el último capítulo, denominado caminos de reencuentro, señala Monseñor Castillo, se enuncian las líneas matrices de recomenzar desde la verdad más honda de la vida del ser humano, de allí que para poder construir la paz se necesita arquitectura y artesanía, una visión grande y amplia del conjunto, una visión pequeñita del trabajo diario, de la paz que se hace duramente para encontrar siempre la relación entre eficacia y verdad, sentido. Esto siempre se hace a partir y en función de los últimos de la tierra, si no hay ese horizonte, se pierde entonces la capacidad de actuar en un sentido global para que todos puedan ser beneficiados y por lo tanto eso requiere sentido del pequeño, de los últimos, de los insignificantes, de los descartados y requiere también valorar el sentido de perdonarnos y de pedir perdón y hacer posible que se superen las contradicciones sin eliminar la consciencia del conflicto y de las diferencias, pero sabiendo que los elementos más importantes están en los elementos de unidad.
Que las religiones estén al servicio de la fraternidad
En ese sentido, el Papa llama a superar también grandes temas que requieren enfrentarse, como superar las guerras, superar ir más allá, eliminar la pena de muerte en todos los países, hacer que no se recurra jamás a la guerra por ser por si misma injusta. Y en el último capítulo nos invita a que las religiones estén al servicio de la fraternidad en el mundo, esa fraternidad abierta que permite jamás legitimar con la religión la violencia y más bien guiarnos siempre unidos a pesar de nuestras diferencias por el fundamento último que nos convoca. Por eso nos llama profundamente el Papa a unirnos en los sentidos más hondos de la humanidad que finalmente están en el Dios que nos ha creado y nos ha amado.
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