Monseñor Lozano: mirar desde la fe lo vivido en 2020 en Argentina
Manuel Cubías – Ciudad del Vaticano
“En marzo de 2020 nuestras agendas y proyectos elaborados cuidadosamente se estrellaron contra la pared de la pandemia que aún nos tiene sumergidos en la incertidumbre. Se nos planteó un escenario para el cual no estábamos preparados. No contamos con un período de meses de capacitación e imaginación de esta nueva realidad que irrumpió sorpresivamente”, así describe monseñor Lozano este año que está por terminar.
Mirar desde la fe lo vivido durante 2020
Para hacer un balance, es importante volver a contemplar a la Iglesia desde el modo en el cual la presenta Francisco en coherencia con el Concilio Vaticano II. Ella “es más que una institución orgánica y jerárquica, porque es ante todo un pueblo que peregrina hacia Dios. Es ciertamente un misterio que hunde sus raíces en la Trinidad, pero tiene su concreción histórica en un pueblo peregrino y evangelizador, lo cual siempre trasciende toda necesaria expresión institucional” (EG 111).
Al decir esto no invalidamos la posibilidad del análisis de las situaciones institucionales, pero a la vez tenemos una actitud de humildad reconociendo que esta dimensión de misterio no nos permite abarcar toda la realidad.
Tuvimos que ser más sobrios en las perspectivas y expectativas de metas a lograr, y redimensionar o postergar nuestros planes y proyectos. Un aspecto positivo es que este tiempo ayuda a purificar las intenciones, los compromisos, la mirada desde la fe.
¿Cómo vive la Iglesia este tiempo de pandemia?
Para tener una visión abarcativa podríamos mirar la incidencia en las tres funciones o dimensiones clásicas: Kerigma (profeta), liturgia (sacerdote), diaconía-servicio (rey).
Crecimiento en la fe, Catequesis, vida comunitaria
Salvo por unas pocas semanas en las cuales se pudieron realizar actividades grupales, continúa impedido el desarrollo de la catequesis, reuniones de grupos de diversas edades, encuentros en las comunidades. Algunas de estas actividades se están promoviendo de manera virtual, pero lo presencial es irremplazable. También se ha suprimido la tarea misionera casa por casa o en lugares públicos.
La tarea educativa en los Colegios Religiosos está restringida solamente a material en línea o encuentros virtuales. Unos pocos realizaron propuestas de oración para familias de los alumnos, docentes…
Se ofrecieron con formato virtual encuentros de oración, formación bíblica, catequesis. Es cierto que en muchos casos con más voluntarismo que pericia y creatividad. Pero ha sido un muy buen intento para no quedar cruzados de brazos.
En varias diócesis de la Argentina pusieron a disposición de la gente (creyentes o no) una Línea telefónica de atención espiritual y escucha, especialmente en los tiempos en los cuales estaba vedada la visita al Templo y el acceso al diálogo con los sacerdotes.
Celebraciones comunitarias
Esta dimensión es en la cual más se puso la atención, casi sobredimensionando su lugar, o descartando los otros. Fue insistente en los primeros meses la consulta acerca de cuándo iban a celebrarse misas con fieles, pero pocos indagaron con la misma insistencia respecto del regreso de las actividades de los grupos misioneros, la Catequesis o la atención a los pobres.
En las Parroquias, Capillas, Movimientos, extrañamos no poder celebrar con la comunidad los sacramentos y compartir otros espacios de oración. Suspendimos y postergamos procesiones y fiestas patronales multitudinarias. Se reformularon las celebraciones ofreciendo su transmisión por medios de comunicación y redes virtuales, sumando así en la oración a miles de familias desde sus casas. Lo mismo se hizo desde los Santuarios para favorecer las expresiones de Piedad Popular.
Se logró un gran avance en la virtualidad, tal vez lo más visible o perceptible en este espacio. “La Iglesia” se desplazó del Templo a la familia y a grupos de amigos. La Conferencia Episcopal elabora unas fichas y orientaciones para celebrar la fe en casa cada domingo.
En nuestra Arquidiócesis de San Juan, durante el tiempo más estricto de aislamiento social y cierre de Templos, casi la tercera parte de las Parroquias transmitieron la eucaristía por Facebook, y una cuantas la subieron a YouTube. También se instaló la misa diaria transmitida por el Canal de TV perteneciente al Arzobispado. De esta manera virtual participaba de la misa mucha más gente que antes de modo presencial.
Conforme se van dando más posibilidades de participación presencial va decayendo el interés por la virtualidad. Sin embargo, es una realidad que llegó para quedarse y nos exige prestarle la atención adecuada.
Los pobres
Otra de las actividades que se ve muy afectada es la atención a los pobres en espacios comunitarios. Se entregan alimentos y ropa, pero no estamos habilitados aún para los talleres de capacitación laboral o grupos de contención afectiva, que constituyen una de las propuestas que más ayudan en vistas a la promoción humana.
Se multiplicaron comedores y merenderos para ayudar a paliar en parte la crisis alimentaria. De cada 3 niños 1 está asistiendo a un comedor o merendero. Hay una buena actividad de vínculos con Organizaciones sociales en territorio, y colaboración con las instancias gubernamentales para optimizar la distribución de los recursos.
En general se percibe buena sensibilidad con los pobres, aunque lejos estamos de la comunión evangélica de bienes. El crecimiento de la pobreza nos interpela a dar respuestas que siempre resultan insuficientes.
Se mantuvo en casi todo el país la atención y acompañamiento a quienes sufren adicciones, especialmente por medio del “Hogar de Cristo”, con dificultades para el cumplimiento de las medidas de distanciamiento social.
La ley del aborto
El tratamiento del Proyecto de Ley del Aborto en el Congreso de la Nación nos ha absorbido la atención en los últimos meses, a nivel nacional y en cada Diócesis, afirma monseñor Lozano y añade que hay “mucha gente que está en desacuerdo y que ha manifestado su enojo a través de programas radiales y de los medios de comunicación”. Insistió en que la discusión y aprobación de esta ley, no responde a las necesidades y urgencias de la población en este momento en el país. Subrayó el valor de la vida humana y el deber de protegerla desde su concepción. Añadió que hay otros temas que deben ser atendidos y no se está haciendo. Escuchemos a Mons. Lozano
De cara al 2021
El panorama es incierto. Sin embargo, habrá que tener en cuenta necesariamente algunos elementos:
Los pobres. El sostenido crecimiento de la pobreza nos plantea un escenario de sufrimiento y riesgos serios de desnutrición infantil, con las secuelas permanentes que se generan. Debemos prepararnos para asistir con talleres de capacitación laboral a quienes sean víctimas del desempleo. El retroceso económico afectará a todos.
A nivel nacional debemos cuidar que no se profundice la división entre los argentinos bastante incentivada por sectores de poder, además en un año de elecciones de medio término. Temo que en las campañas políticas aflore la agresión, y no la discusión de proyectos. No obstante, hay que seguir promoviendo la cultura del encuentro y la amistad social.
Uno de los desafíos que tenemos que afrontar es el de reinventarnos en cuanto a modos de participación comunitaria. En marzo de 2020 en San Juan debimos suspender la realización de la Asamblea Arquidiocesana, y estamos preparando la de 2021, teniendo en cuenta esquemas alternativos, según sea la situación sanitaria. En Argentina hay jurisdicciones eclesiásticas que están transitando caminos de Asambleas del Pueblo de Dios. Es un tiempo de fomento de la Sinodalidad.
Estamos en un proceso de repensar la catequesis de iniciación de niños por estas razones: algunos están agobiados por las exigencias de la virtualidad en el ámbito educativo, y otros sin acceso a la conectividad o a los equipos electrónicos necesarios. Lo mismo decimos respecto del catecumenado de jóvenes y adultos.
La misión. Mientras no sea posible la visita casa por casa o la congregación en lugares públicos, hace falta proponer nuevos caminos misioneros de presencia en el mundo digital. Esto no como una presencia ocasional sino permanente.
La liturgia. Por un lado, hace falta asumir con mayor claridad la riqueza de la celebración de la fe en la familia. A su vez promover las celebraciones de la Palabra a cargo de Ministros laicos idóneos o diáconos. En general estamos acostumbrados a clericalizar la celebración de la fe.
Uno de los proyectos que estamos queriendo trabajar es el vinculado al sostenimiento económico de la tarea evangelizadora que se vio interrumpido en 2020 debido a la necesidad de reuniones de trabajo y capacitación.
Confiamos que San Juan Bautista, patrono de nuestra iglesia sanjuanina, nos revitalice con su fervor apostólico, dando savia nueva a nuestra gente, a nuestros catequistas y agentes pastorales, a nuestros sacerdotes y maestros, para que este tiempo de pandemia que venimos atravesando, y que tiene un desarrollo incierto durante el año que comienza nos encuentre afirmados siempre en la esperanza que no defrauda.
Gracias por haber leído este artículo. Si desea mantenerse actualizado, suscríbase al boletín pulsando aquí