La madre de Dios, el dogma revelado a través del arte
Paolo Ondarza – Cuidad del Vaticano
Todo un desafío plasmar en imágenes el misterio de la Virgen que da al mundo al Salvador. El arte ha sabido representarlo y sumarlo al papel auxiliar de la Biblia de los Pobres desde el siglo VI, que es cuando se inicia a difundirse la iconografía de la Theotocos o Madre de Dios, representación del dogma proclamado en el concilio de Éfeso del año 431.
De la antigua Grecia a las catacumbas
El icono prototipo es el denominado Platytera o Blanquernisa, que podemos ver en la Basílica de Constantinopla y que es conocido como Virgen de la Señal: tiene los brazos abiertos y porta, en el centro de su figura, al Niño bendiciendo. “La Madre de la Señal –explica a Vatican News el iconógrafo don Gianluca Busi, párroco y profesor de la Facultad Teológica de la Emilia Romagna- funde dos modelos: el primero procede de las catacumbas de Priscila y es conocido como la “orante”. Se trata de una figura vestida con la púrpura y con las manos levantadas en forma de “U”, en actitud de oración. El segundo modelo parece ser la vidente de los misterios eleusinos”, ritos religiosos mistéricos que se celebraban cada año en el santuario de la diosa Deméter en la antigua ciudad griega de Eleusis.
La Virgen de la Señal entre Oriente y Occidente
Si la vidente pagana con las manos levantadas para tocar la palma de la divinidad suponía una representación del éxtasis, La Virgen también está vinculada al misterio de Dios, pero “esta conexión –continúa don Gianluca- se concreta en sentido cristiano por medio de la generación del Hijo de Dios. De hecho, el Niño aparece dentro de un disco dorado o clípeo”. La iconografía de la Virgen de la Señal ha estado siempre presente en la Iglesia Ortodoxa, incluso después del cisma del año 1054, habiendo llegado hasta nuestros días.
La escuela italiana
Por su parte en Occidente la representación de la Madre de Dios presenta caracteres distintos. “La caída de Constantinopla del año 1024 provoca una diáspora de los maestros bizantinos, que terminan en Italia, quienes en contacto con la teología pre escolástica dan forma a la denominada escuela italiana”. Nace así el modelo de la “Virgen del Parto”, elaborado entre los siglos XII y XIII.
El libro y la Profecía
“Estas imágenes no tuvieron una gran difusión en sus comienzos”, recuerda don Gianluca, y “representan a la Virgen embarazada, sentada o de pie, con un vientre bastante abultado. La Virgen tiene en la mano un libro abierto en la profecía de Isaías: el Señor mismo os dará una señal. Que la Virgen concebirá y dará a luz un hijo, que será llamado Emmanuel” (Isaías 7,14). A menudo al lado de María encontramos pintados dos jarrones con lirios, símbolo de Jesús, además de simbolizar la virginidad”.
Piero della Francesca
La “Virgen del Parto” más conocida es la del fresco de Piero della Francesca, pintado entre los años 1455 y 1465 para el Camposanto de Monterchi, en la provincia de Siena. En esta obra, considerada una de las más relevantes del Renacimiento, la Virgen aparece embarazada y de pie en el centro de un baldaquino con brocados, mientras con su mano derecha acaricia y protege su vientre. A ambos lados de ella aparecen dos ángeles que abren la cortina para permitir a los fieles la contemplación de María. Resulta muy significativo el sitio en el que el autor realiza su obra: un cementerio. “Esta Virgen –señala don Gianluca- del mismo modo que ha generado a Jesús, genera hoy una segunda vida para sus hijos adoptivos, que es la eternidad, y de forma concreta para todos aquellos que reposan en el camposanto de Monterchi.
El Arte, siervo de la liturgia
Estamos ante imágenes que llegan rápidamente al corazón y al espíritu de quien las contempla, y que durante siglos han dado forma a la Madre de Dios. Son obras que pueden ponerse al servicio de la liturgia y derribar todos los obstáculos entre los fieles y el significado del dogma. “Desde el siglo VI el mundo de la teología –concluye don Gianluca- trabajaba en estrecho contacto con los artistas, proporcionándoles las claves de lectura para entender los textos sagrados y poder plasmarlos en imágenes. Esta gran ósmosis ha facilitado y ha hecho posible la traducción del texto en imágenes. E incluso ha ocurrido al revés: la eficacia de la imagen ha ayudado a expresar la reflexión teológica”.
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