R. Centroafricana. Obispos: el país necesita verdad, justicia y libertad
Gabriella Ceraso - Ciudad del Vaticano
Sufrimiento y consternación, pero también consuelo y esperanza: estos son los sentimientos que alimentan el mensaje que los obispos de la República Centroafricana dirigen al país en este difícil momento, al final de su Asamblea Plenaria que comenzó el 11 de enero y ha terminado hoy. Durante días el país ha estado amenazado por grupos rebeldes armados que, tras las recientes elecciones presidenciales, han desatado una serie de ataques con el objetivo de entrar en la capital, Bangui. La situación humanitaria es muy grave: 30.000 personas ya han huido de la violencia y más de 60.000, según las Naciones Unidas, son desplazados internos, con más de la mitad de la población (2,3 millones de personas) que probablemente sufrirán inseguridad alimentaria en 2021 y con una persona de cada nueve que probablemente se vea al borde de la hambruna.
Un país paralizado por el miedo y la incertidumbre
Los obispos en su mensaje denuncian una "exasperación" de la población cuya "miseria es indecible": obligada a huir por el saqueo y el avance de los grupos armados, pero también por una clase política que "sólo persigue sus propios intereses" en una continua "carrera por el poder". Las actividades económicas están paralizadas, las actividades escolares están bloqueadas desde hace aproximadamente un año y miles de personas están desplazadas a lugares inseguros y en "situaciones inhumanas".
Los obispos comparan la condición del país al comienzo de este nuevo año con la del paralítico curado por el encuentro con Jesús al que lo llevan, con un gran acto de solidaridad, haciendo espacio entre la multitud. "Está inmóvil pero vivo", escriben los obispos, "no puede moverse por sí mismo, no puede proveer a sus necesidades básicas". Hoy en día, una serie de limitaciones impiden que la República Centroafricana se mueva libremente, que "camine por el sendero del bien, que dé lo mejor de sí misma para el bienestar de sus hijos". El mal se manifiesta de muchas maneras: "ira, envidia, malicia, mentiras, manipulación, violencia, asesinato, guerra... pecados que paralizan e impiden la promoción de los grandes valores de la fraternidad, la justicia y la paz".
El amor de Dios es la fuerza para levantarse de nuevo
"Debemos ir al encuentro de Cristo Redentor", escriben los obispos, "para que podamos ser sanados". El amor de Dios es la verdadera fuerza que nos permite levantarnos y avanzar". África necesita un apoyo multifacético para poder recuperarse y la Iglesia está llamada a ser testigo de la presencia de Cristo en el centro de esta situación: tenemos la "misión de decir la verdad sobre las realidades caóticas de nuestro país y expresar la exasperación de las personas sin voz, que ven un nuevo "ciclo infernal de violencia" que se les viene encima. De ahí una serie de indicaciones que los obispos proponen como contribución a la reconstrucción del país, que es un trabajo, dicen, "largo, necesitado de determinación, paciencia y participación de todos". El espíritu de los obispos es fomentar un cambio de "mentalidad, espíritu y corazón" para poder avanzar.
Diálogo, unidad: dejemos de autodestruirnos
El fuerte llamamiento de los obispos se traduce en una petición reiterada: "Pedimos un diálogo sincero y franco, fraternal y constructivo para encontrar una paz justa y duradera, rechazando el odio, la violencia y el espíritu de venganza. ¡Dejemos de lastimarnos colectivamente! Dejemos de crear divisiones y de dar riqueza a las minorías sólo sobre la base de lazos políticos o afinidad tribal". "Dejemos de autodestruirnos": nuestro país ha sufrido demasiado "conspiraciones externas con complicidad local".
Riqueza y libertad
Observando las inmensas riquezas de minerales y materias primas que caracterizan a la República Centroafricana, los obispos alientan la explotación del "genio africano" para protección de los depredadores externos. Reiterando entonces que la lucha por la libertad y la soberanía es continua, los prelados piden el derecho del país a elegir libremente "sus socios y a revisar o incluso poner fin a los acuerdos concluidos con algunos Estados cuando su soberanía está amenazada". Tomar decisiones constructivas - dicen - y no para enriquecer a sus líderes, sino para el desarrollo.
Luego, la firme petición de los obispos de que se haga justicia y se diga la verdad para que el pueblo sane una memoria herida: no a la impunidad, piden, sí a arrojar luz sobre los acontecimientos y las tragedias que han marcado la historia de la República Centroafricana, incluso mediante el fortalecimiento o la creación de instituciones particulares como la Corte Penal Especial o la Comisión de Verdad y Justicia, Reparación y Reconciliación.
Cambiar las mentes, los espíritus y los corazones
Para resolver la crisis actual del país, dicen los prelados, se necesita un verdadero compromiso de todos: el mayor mal es la "falta de amor por la patria". El "tribalismo, el nepotismo, la avaricia por el poder y la incapacidad de sentirse como hermanos, ha arrojado al país en manos de mercenarios y bandidos. Necesitamos en cambio -escriben- una sincera solidaridad nacional e internacional para restablecer la autoridad del Estado y consolidar todas las instituciones de la República Centroafricana".
Por lo tanto, comencemos la reconstrucción es la invitación final. "Cambiemos nuestras mentes, nuestro espíritu y nuestros corazones para avanzar." "El amor sigue siendo la ley suprema del cristiano. Que este amor -esperan los obispos- se traduzca en solidaridad, benevolencia, perdón y sacrificio por el bien común. Abrámonos a la acción del Espíritu y veremos florecer la verdadera paz en nuestra tierra centroafricana".
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