Gaël Giraud, el economista “Laudato si’”
Xavier Sartre – Ciudad del Vaticano
Sarh es la tercera ciudad más grande de Chad, en el sur del país, a orillas del río Chari. A este pueblo, que hoy cuenta con cien mil habitantes, donde Gaël Giraud llegó hace 25 años para realizar sus dos años de servicio civil. Enseñó matemática y física en el colegio jesuita Saint-Charles-Lwanga. Para este joven con una brillante carrera universitaria, que se convertiría en investigador del CNRS (Centro Nacional de Investigación Científica), el templo de la investigación científica francesa, esta experiencia fue a la vez un shock y una revelación.
"Allí vi materialmente, ya en aquella época, tanto la escasez de agua en una zona que todavía era de sabana como el rapidísimo avance de la desertización", dice el economista jesuita. "Esto hizo que yo – un parisino que procedía de la élite universitaria francesa – me diera cuenta, al tocarlo con mis propias manos, de que el problema de la desertización, el calentamiento global, la escasez de agua, la erosión del suelo, la biodiversidad, era algo extremadamente tangible".
Los niños de la calle, o el grito de los pobres
La permanencia de dos años en una ciudad en la que ni siquiera había electricidad puso a Giraud frente a otra realidad, esta vez humana: los niños de la calle. Transcurrió el primer año como voluntario en el colegio de los jesuitas de Sarh, pero luego decidió pasar el segundo entre los lugareños, en las condiciones materiales de los pobres.
Todas las mañanas va al pozo a por agua y prepara el té en el kanoune, el brasero. Día tras día se encuentra codo con codo con los niños que viven en la calle. No los que piden limosna, como prescriben las “madrasas” o escuelas donde estudian, sino los que ya no tienen familia o se ven obligados a dejarla para no pesar más sobre los hombros – a menudo – de su madre.
Gaël Giraud se instaló entonces en las ruinas del cine Rex, para dormir con ellos. Así nació el centro de Balimba, que hoy se levanta a pocos kilómetros de la ciudad. No son más de 40 los niños que encuentran aquí cobijo, comida y educación. Los más violentos de entre ellos no van a la escuela, sino que reciben una educación in situ, gracias a los maestros que vienen a propósito.
La comprensión de que todo está conectado
Esta experiencia "me permitió ver con mis propios ojos lo que significa para los despojados ser víctimas del calentamiento global", explica. "En el fondo, cuando en la encíclica Laudato si' el Papa dice que el grito de la tierra y el grito de los pobres son un mismo grito, encuentro ahí la experiencia que me hicieron vivir los niños de la calle en el Chad hace ya veinte años", dice el sacerdote.
De vuelta a Francia, Gaël Giraud estudió para ser jesuita y siguió una formación teológica mientras continuaba su trabajo como economista. "Poco a poco, la experiencia que tuve en el Chad y lo que aprendí en el campo de la economía me hicieron ver cómo mi tarea era entender, como economista, el extraordinario impacto del cambio climático en la población".
La fe cuestionada y confirmada
La reflexión personal y las obras del padre Gaël Giraud han estado influidas por la fe. "La experiencia de la fe cristiana alimenta en mí la "esperanza contra toda esperanza" que hace que no tenga – o no tenga inmediatamente – el reflejo de esconderme en la negación" de la situación medioambiental y de la catástrofe en curso. Al mismo tiempo, su fe ha crecido.
"Hoy percibo con mucha más fuerza la fragilidad de la creación, así como el hecho de que la creación está puesta en nuestras manos y que tenemos la responsabilidad como sus custodios", explica el jesuita; y así lo escribe el Papa Francisco en la Laudato si'. No somos los dueños de la creación: el único dueño de la creación es Dios". Pero Él mismo "no quiere ser el amo del mundo, sino su servidor". Y éste es el camino que debemos seguir, dice el economista.
La Laudato si’, un evento
Gaël Giraud acogió, por lo tanto, la encíclica Laudato si' con "extraordinaria sorpresa". Este texto, según el economista, es "el acontecimiento eclesial más importante desde el Vaticano II". Muy pronto todo el mundo se dio cuenta de que "era la primera vez que una institución internacional, en el caso concreto la Iglesia católica, se posicionaba de forma tan clara, preparada y correcta y a nivel mundial sobre la cuestión fundamental de la crisis ecológica, que es la de nuestra generación".
Y Gaël Giraud está convencido: "Los cristianos tenemos un papel, una responsabilidad en la resolución de esta gravísima crisis". Para el padre jesuita, una de las causas antropológicas de la situación actual es la concepción, aparecida en los siglos XVI y XVII en Europa, del hombre como dueño y señor de la naturaleza. La antropología cristiana difiere de esta concepción. Tenemos que entender el significado de "dominar la Tierra", como se expresa en el Libro del Génesis, con el significado de "servir al crecimiento de la creación".
Por lo tanto, corresponde a los cristianos, fortalecidos por esta tradición bíblica y espiritual encarnada en particular por San Francisco de Asís, "inventar juntos soluciones a la crisis ecológica". Esto es lo que Gaël se compromete a hacer en la nueva misión que le ha encomendado la Compañía de Jesús: crear y desarrollar un centro de justicia ambiental en la Universidad de Georgetown, en Washington, Estados Unidos.
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