Arzobispo de Santa Cruz: "Ser testigos y operadores de paz donde hay violencia"
Alina Tufani - Ciudad del Vaticano
“Como discípulos de Jesús, tenemos la misión de ser testigos del cielo nuevo y la tierra nueva en el Resucitado, donde no hay ni luto ni lágrima, ni muerte ni tristeza, porque Dios será todo en todos”. Así lo expresó el Arzobispo de Santa Cruz, monseñor Sergio Gualberti, durante su homilía del Domingo de Pascua celebrada en la catedral de san Lorenzo, una nueva ocasión para recordar que como discípulos, todos están llamados, en cada circunstancia y momento de la vida, a ser “testigos de Jesús Resucitado”, a anunciar y hacer conocer la Buena Noticia que ha cambiado para siempre la historia de la humanidad.
“El Resucitado nos llama a ser testigos y operadores de la paz y reconciliación, allí donde hay víctimas de la violencia, de la injusticia, de las divisiones y de los enfrentamientos y en todos los ámbitos donde hay dolor y exclusión. Ser operadores de paz, siendo solidarios con las personas que sufren en carne propia las consecuencias de la pandemia del COVID y con los que sufren la pobreza y la marginación. Ser operadores de paz promoviendo la sacralidad de la vida y de la dignidad de toda persona, como el principio conductor para construir una sociedad en paz y de paz”, afirmó el arzobispo de Santa Cruz.
Monseñor Gualberti insistió en que la “gran labor” que cada cristiano tiene como testigo del Resucitado, que es esperanza y luz que ilumina y sostiene el camino de nuestra vida, “nos preserva del egoísmo, nos conduce a la dicha de la caridad y nos hace acercar, con un sano optimismo y serenidad” a la sociedad actual tan “distraída, despreocupada de Dios y a menudo hostil”. Pero además, es un camino que conduce a la paz.
“Ser testigos del Resucitado…que es nuestra paz. No cualquier paz, sino la del Resucitado, fruto de su entrega libre y total a la pasión y muerte. Paz que no es tan solo falta de conflicto y de guerra, sino vida digna, segura y fraterna para todos, paz que se construye sobre nuevas relaciones: de hijos con Dios nuestro Padre y de hermanos entre todos los seres humanos”, afirmó.
Luego de recorrer las lecturas y el Evangelio del Domingo de Pascua, el arzobispo enfatizó que la vida, la esperanza y la paz, son signos de la salvación, que Cristo Resucitado nos ha obtenido y que son signos que revelan en la vida cotidiana, en la vida laboral, familiar y social. Pero también advirtió a quienes buscan los “bienes de arriba” que ello implica una conversión radical, un cambio de mentalidad, de corazón y de conducta, implica dar prioridad a los bienes imperecederos y eternos y no en los bienes materiales perecederos.
“Pensar en las cosas del cielo, no es escapar de nuestras responsabilidades terrenales, sino tener consciencia que lo que hacemos en esta tierra tiene valor de eternidad”, puntualizó.
Al concluir, monseñor Gualberti afirmó que nuestra vida ha sido unida a la de Jesús resucitado y, junto a él, entrarán en nuestra vida las esperanzas y los dolores de la humanidad. Por ello, pidió estar agradecidos a Dios Padre por el don del Resucitado y a celebrar la Pascua siempre nueva y eterna, que “nos hace partícipes de la vida nueva y nos colma de esperanza, amor y paz”.
Gracias por haber leído este artículo. Si desea mantenerse actualizado, suscríbase al boletín pulsando aquí