Arzobispo de Lima: Dejarnos lavar por el Señor para servir y caminar con la gente
Monseñor Carlos Castillo presidió la celebración de la “Última Cena del Señor” en el silencio y soledad de la iglesia Catedral, pero a la vez, acompañada espiritualmente por todas las familias peruanas que se unieron para realizar, desde sus casas, el gesto del lavado de los pies.
El Arzobispo de Lima explicó que durante la cena con los discípulos, además de instituir la Eucaristía, Jesús tiene un gesto que sorprende a todos: se levanta de la mesa, se ciñe con una toalla, echa agua en una jofaina y se pone a lavarle los pies a sus discípulos: «este gesto inaugura el sacerdocio de Jesús y el sacerdocio ministerial, del cual depende todo el camino de la Iglesia futura, para promover con los apóstoles y luego con sus sucesores, la orientación de la vida de la Iglesia», añadió.
El gesto del lavado de los pies es un llamado a compartir el pan, dijo Monseñor Carlos, un llamado a compartir la sangre y el cuerpo del Señor para alimentar al pueblo en su vida concreta, en sus caminos distintos: «Este es el día en que se inaugura el servicio profético de la evangelización de aquel que va caminando por el mundo anunciando el Evangelio, y que necesita, no solamente pastorear, no solamente santificar, sino anunciar sirviendo humildemente la vida de los pueblos».
El prelado indicó que el Señor ha venido a lavarnos los pies para que podamos comprender que este misterio de la auto-humillación de Jesús, es el fundamento de nuestra existencia: «al recibir toda la Iglesia los tres ministerios, los tres carismas que todo cristiano recibe (sacerdote, profeta y rey), recibe dones de Dios para servir y caminar con la gente y ayudarla. No son realidades que hay que monopolizar, sino que hay que compartir», expresó.
La salida de Jesús para el huerto de Getsemaní, y luego, para la Cruz, será la salida del servidor que siempre nos acompaña con su Palabra y peregrina con nosotros en la historia.
Carlos Castillo recordó que ser cristiano es dejarnos amar por el Señor, dejarnos lavar por el Señor, para tener la capacidad de lavarnos los unos a los otros para que podamos ser anunciadores del Evangelio: «por eso, se dice en una antigua tradición, que los evangelios se escribieron no con las manos, sino “con los pies”, porque fueron los cristianos caminando por el mundo que se dispersaron para llevar la Buena Noticia de que Dios es amor y solo amor».
Dirigir la Iglesia desde el servicio y no desde la posesión
El Arzobispo de Lima subrayó el gesto de Jesús de lavar los pies de Pedro, para que no crea que dirigir la Iglesia es poseerla, si no es estar poseído por el amor de Dios: «el Espíritu de Dios es el que nos guía, el servicio es el que nos va conduciendo. Y por eso, nuestro ministerio siempre se renueva, porque como Dios siempre hace nuevas las cosas, en su compañía, nos permite siempre encontrar nuevas respuestas a los distintos problemas», acotó.
Estamos llamados a aceptar el desafío de salir a anunciar el Evangelio en estas situaciones difíciles con una actitud auténtica de servicio
Mons. Castillo dijo que todos nuestros hermanos que ayudan y sirven humildemente en esta pandemia son los «nuevos Cristos» que están surgiendo en el mundo: «ellos son de Dios, son de Cristo, porque viven y mueren como Jesús arriesgando la vida», enfatizó.
El acto infinito de amor del Señor por sus discípulos, sabiendo que le había llegado la hora, debe llevarnos a hacer ese signo diario que recuerde nuestra capacidad de amar y de servir, de ayudarnos a caminar, de prepararnos todos y organizarnos, desde nuestras familias, para poder marcar nuestras vidas con los gestos de Jesús.
Antes de culminar, Monseñor Castillo invitó a que todas las familias puedan imitar el gesto del lavado de pies desde sus casas: «Les pido que nos dispongamos con esos pequeños lavatorios de casa y con los niños, los papás, los hermanos, los jóvenes, los mayores, los abuelitos, nos dispongamos a lavarnos mutuamente los pies. Y nosotros todos aquí presentes, los vamos a acompañar a ustedes poniéndonos en la posición de quien lava los pies, de rodillas, para humildemente acompañarlos».
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