Hace 7 años un grupo de terroristas acabó con la vida del jesuita Frans van der Lugt
Mireia Bonilla – Ciudad del Vaticano
Para muchos es su “santo patrón” en el cielo sin necesidad de esperar el proceso canónico; otros sienten que han perdido a “su padre”. El jesuita holandés Frans van der Lugt destaca por su enorme entrega a los más necesitados durante los casi 50 años que vivió en Siria y donde después durante la guerra civil ayudó a los ciudadanos de Homs, ciudad ocupada por los rebeldes, donde ofreció sus últimos años de vida al cuidado de los enfermos y los hambrientos. Años también en los que se ganó el reconocimiento internacional tras colgar una serie de vídeos en YouTube pidiendo ayuda a la Comunidad Internacional para los ciudadanos de esta ciudad sitiada.
Permaneció en Siria con su gente hasta el final
El padre Frans van der Lugt vivía en la casa de los jesuitas del centro histórico de Homs, en el barrio cristiano de Bustán ad Diwán y que estaba en manos de los rebeldes, asediados por las tropas regulares, en plena guerra civil. Jamás se le pasó por la cabeza marcharse y abandonar a “su gente”, ni siquiera durante la “tregua humanitaria” que se cumplió en 2014 y que permitió a muchos civiles salir de la ciudad y dejar atrás el hambre y la tragedia. El padre Frans permaneció en Homs, junto a los pocos cristianos que habían quedado y las familias musulmanas que acogieron entre los muros del monasterio. Bastaba una sola persona que aún estuviera allí, para tener un motivo por el que quedarse.
El 7 de abril de 2014 extremistas asesinan al padre Frans
En la mañana del 7 de abril de 2014, dos hombres enmascarados y armados irrumpieron en el Monasterio de los jesuitas en Homs y asesinaron al padre Frans con dos tiros en la cabeza. El religioso tenía 75 años. Siempre se le recordará por su solidaridad y ayuda a quienes llamaban a su puerta, cristianos o musulmanes. De hecho, en Homs, en la década de 1980, puso en marcha el proyecto Al Ard ("la tierra"), un centro de espiritualidad construido en las afueras de la ciudad, que albergaba a unos 40 chicos con discapacidades mentales de los pueblos cercanos. Destaca por las tantas denuncias que realizó ante la falta de medicinas y alimentos y por la ayuda que brindó a los civiles asediados, manifestando la urgencia de encontrar un acuerdo para intervenir en favor de los civiles enfermos, agotados y hambrientos.
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