Hace dos meses el Papa en Iraq. Sacerdote de Mosul: el país supere el sectarismo

Antonella Palermo - Ciudad del Vaticano

Que Iraq crezca en solidaridad recíproca entre sus componentes fue el deseo expresado por el Papa al recibir el lunes en el Vaticano al ministro iraquí de Asuntos Exteriores, Fuad Mohammed Hussein. Dos meses después de la visita del Pontífice a esa tierra, la memoria del padre Buols Thatbit, sacerdote de Karemles, un pueblo a unos treinta kilómetros al este de Mosul.

La emoción de ver al Papa en Mosul besando la cruz, hecha con los restos de la madera de una iglesia que la furia devastadora del Isis incendió, sigue viva en el corazón. El padre Thatbit lo cuenta desde la aldea a la que regresó al día siguiente de la liberación de la llanura de Nínive. "Quemaron la iglesia de San Adday pero yo hice esa cruz que ahora hemos devuelto al jardín de nuestra parroquia. Vi que nuestro trabajo, nuestras heridas, nuestro esfuerzo por acogerlo fue bendecido por el Santo Padre".

El Papa bendijo nuestras heridas

El religioso recuerda la alegría y el entusiasmo de aquellos días junto al Papa. "Estuve en Mosul, tengo bien grabado el mensaje de paz del Santo Padre contra la violencia, la división y la corrupción". Explica que se trata de problemas antiguos que el pueblo vive con angustia desde hace años y que las palabras y los gestos de Francisco han llevado una gran calma al ánimo. "Todos los iraquíes querían que el Papa hablara también a los políticos para abrir una nueva página en la historia del país, para que Iraq pudiera sanarse". Todo el pueblo proyectó en la visita papal un signo de cambio social y político, dice el sacerdote. El padre Tahtbit señala que la transición a una época de plena reconciliación no es fácil porque la cultura del odio y el sectarismo es demasiado antigua. "Esperamos -añade- que lo que el Papa ha dejado en los ánimos se amalgame bien en la gente y resulte en un futuro de verdadera paz".

La cruz hecha con la madera de la iglesia quemada por Isis

"Cuando el Isis atacó la zona de la llanura de Nínive, teníamos confianza en que nos defenderían. Aquella noche del 6 al 7 de agosto de 2014 -recuerda el religioso- tuve que tomar una decisión muy importante: decirle a la gente que huyera, yo me habría quedado allí. El ataque de Isis era entonces seguro, así que yo también huí a Erbil con otros dos diáconos, llevándome los manuscritos de la parroquia y el Santísimo Sacramento. Durante tres años trabajamos con los refugiados, cubriendo todas sus necesidades. No fue fácil, vimos muchas desgracias, sentimos mucho dolor. Pero también hemos visto la alegría de poder mantener a la comunidad unida inculcando la esperanza de poder volver algún día a nuestra tierra. Y así fue. Volví al día siguiente de la liberación. Tuve que superar muchos obstáculos. Pero finalmente llegué a Karemles y planté la cruz en la colina. Reconstruimos el pueblo en mayo de 2017".

Esperanza de que Iraq salga del túnel

El Padre Thatbit es cauto y dice que los frutos de la visita del Papa madurarán lentamente. "Seguimos esperando que el pueblo iraquí encuentre el valor para superar las fronteras de la pertenencia étnica y religiosa. Tenemos que volver a encontrar la unidad", afirma. "Esperamos que se abran las mentes en el país: lo útil no es el sectarismo, sino un liderazgo que saque a Iraq del túnel oscuro". Y recuerda que en la misa celebrada en el estadio de la capital del Kurdistán iraquí destacaba la estatua de la Virgen, también medio destruida por el Isis. " La habíamos prestado para esa ocasión especial, había sido decapitada. La restauraron. Ahora ha vuelto a mi parroquia y la gente va allí a rezar".