La devoción popular por San Pío en la patria del Papa Francisco
Por Lucas Schaerer
El Padre Pío decía que tenía algo de argentino. Nació el 25 de mayo. Fecha de la llamada Revolución de Mayo, en el año 1810, cuando Argentina inicia su proceso independentista de la corona española. Esta anécdota va circulando de boca en boca entre los fieles de Francesco Forgione, más conocido como San Pío, el fraile capuchino que murió en 1968 y vivió durante 50 años vivió con los estigmas de Jesús hasta un día antes de su muerte.
Es sorprendente la devoción popular por San Pío, en la patria del primer Papa que adopta el nombre del santo de los pobres y la naturaleza. El origen del vínculo viene de Grazio Forgione, padre del fraile, quien vivió siete años en Argentina (de 1910 a 1917 aunque no existen registros oficiales) tras dejar Nueva York, donde vivió cinco años, siempre migrando por la falta de trabajo en Italia.
Las devociones al santo fraile italiano del pueblo argentino son innumerables. Desde una ermita en la montaña de la provincia de La Rioja, donde se construyeron pequeñas salas de atención médica imitando en menor medida al Hospital “Casa alivio del sufrimiento”, pasando por una panadería en el centro porteño (ubicada en Rincón y México, barrio de San Cristóbal) con su imagen en cerámica en la fachada y en el interior del comercio, arriba de las bandejas de facturas una pequeña imagen de Pío. Así se replica la devoción por San Pío hasta alcanzar las tierras de la abadía de los monjes Benedictinos en la localidad de Luján, donde se instaló la Virgen convertida en la patrona de Argentina.
“San Benito y la Medalla Milagrosa fueron quienes me marcaron el camino a San Pío”, contó a Vatican News, Gabriel Blesa, encargado de la santería, proveeduría y cafetería en el campo de la Abadía San Benito en el pueblo bonaerense de Luján. Este hombre llegó a la abadía siendo funcionario en Turismo de la municipalidad local y en su acercamiento a Dios nació su conversión. Entonces lo que era solo un local comercial también se convirtió. Además de vender estatuas, medallas, anillos, estampitas, entre otros presentes de fe, es un centro de acogida, de las personas que buscan en conexión con la naturaleza paz, escucha, gesto de caridad, hospitalidad. Gabriel cuenta que en esas consagraciones a San Benito y la Medalla Milagrosa con otros creyentes que abren el corazón a otros carismas. Entonces fue la llegada de un cliente, hoy amigo, Álvaro que le deja a Gabriel una medalla con una reliquia del Padre Pío. Esto despertó curiosidad en conocer al santo contemporáneo. Vio una película y lo conmovió su historia de vida. Luego aparecieron otras personas que mencionan al fraile nacido en otro pueblo rural, Pietrecilna, del otro lado del océano Atlántico. En el 2019, poco antes de iniciarse la pandemia mundial del coronavirus Álvaro, este cliente-amigo en la fe, le encarga a Gabriel una imagen del Padre Pío. No la puede pagar por la crisis económica, pero Gabriel decide igual colocarla en tierra de los monjes benedictinos. Pensó en un árbol donde está hoy pero luego cambió de lugar. Eso no era lo que quería San Pío.
El primer árbol que estaba acondicionado se derrumbó al suelo. Del segundo árbol salieron cientos de abejas de una colmena en su interior. El tercer árbol-atrio se ubica la estatua hace un año. “Como no venía ningún sacerdote, por la pandemia, fue mi hijo Salvador, de seis años, quien dio una hermosa bendición. En ese árbol otro laico cliente y amigo, Eduardo, lo soñó al padre Pío sin
saber de la estatua y todos los intentos fallidos. Hasta hace un mes atrás vino a la santería y su sueño se había hecho realidad”, concluyó Gabriel Blesa de la Abadía rural benedictina.
En la provincia del Río de la Plata (abarca Argentina y Uruguay) la orden de Hermanos Menores Capuchinos, nacidos por inspiración de San Francisco de Asís, llevan 150 años. Han construido varias parroquias y tres santuarios, uno de ellos es Nuestra Señora del Rosario de Nueva Pompeya. Allí el fraile Luis Dri a los 95 años sigue confesando, con muchas precauciones, aunque las últimas semanas se recluyeron al interior del Santuario en el barrio de Pompeya por un contagio de coronavirus. El fray Luis es un confesor incansable que ha tocado el corazón del Papa
Francisco siendo arzobispo en Buenos Aires (vale leer el libro: “No tener miedo de perdonar” que nació de unas conversaciones de los periodistas Alver Metalli y Andrea Tornielli) y que sigue confesando a Bergoglio como ocurrió en su estadía durante una semana en Santa Marta.
El vínculo de la Argentina con el apóstol de la misericordia italiano se fortaleció según relató el fraile Marciano Morra, en un mensaje vía youtube, en septiembre de 2020, (https://www.youtube.com/watch?v=yozTpRm5LUE): “El obispo Bergoglio mandó a llamar algún fraile de San Giovanni Rotondo para que en Buenos Aires explique la función de los grupos de oración. En ese momento vine con un fraile asistente. Estábamos expectante del obispo que nos convocó; esperábamos un reproche, pero en cambio nos recibió con una sonrisa y alegría. Fue un encuentro maravilloso. Ahí me dije dentro de mí: esto debería ser el Papa. Cuando vino Francisco a San Gioavanni Rotondo le recordé esto. He rezado para que mi deseo sea realidad. El Papa dijo a los presentes ‘estos han sido los culpables’. Todos los presentes se rieron”.
El anciano fray Morra recordó que la preocupación de Bergoglio en ese entonces y aún hoy es que los grupos de oración Padre Pío construyan obras de caridad. Que la oración los lleve a la asistencia del necesitado. No tanto cuidar la parte técnica sino el camino espiritual para dar pan y una sonrisa al pobre.
Otra devoción popular de trabajadores rurales argentinos quedó en la memoria del fraile italiano Morra. “En los días libres en Argentina fui a un campo donde existía una pequeña iglesia en un hangar. Me contaron los trabajadores que al final del día se reunían frente a una pequeña estatua del Padre Pío y alrededor de él rezaban el rosario", recordó fray a los 144 grupos de oración Padre Pío que hoy existen en el fin del mundo.
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