Lesbos, religiosas Scalabrinianas junto a los migrantes y refugiados
Francesca Sabatinelli - Ciudad del Vaticano
Entre las muchas manos que se tienden a quienes se refugian en la zona fronteriza de la isla griega de Lesbos, a la que llegan migrantes y refugiados tras interminables, agotadoras y peligrosas travesías, están las de las monjas scalabrinianas. Para ellos, cuyo carisma es el servicio evangélico y misionero a los migrantes, estar en Lesbos significa "servir al Cristo peregrino, al Cristo migrante". Su presencia se enmarca en la actividad solidaria de verano que, hasta el 31 de agosto, lleva a cabo la Comunidad de Sant'Egidio junto a los refugiados del campamento denominado Moria 2, tras el incendio que el pasado mes de septiembre destruyó el de Moria y que, al día de hoy, acoge a unas 4.500 personas, que viven en tiendas y contenedores colocados a lo largo del mar.
Siete monjas scalabrinianas al servicio de los refugiados en Lesbos
Siete monjas scalabrinianas se turnan en Lesbos durante estos meses de verano, entre ellas una italiana, sor Patrizia Bongo, nacida en 1975, enfermera y misionera en Suiza, que cuenta a Vatican News que conoce la migración de primera mano, porque fue en Alemania donde vivió la mayor parte de su vida, donde su abuelo había emigrado muchos años antes.
Entrevista con la hermana Patrizia Bongo
"Soy hija de un emigrante adinerado", señala la monja, "me fui a Alemania en coche, no tengo la experiencia de mi abuelo que, pobre hombre, no sabía dónde iba a acabar. Se subió al tren en Puglia y se bajó en una estación alemana sin saber dónde estaba. He vivido la emigración de no ser entendido por las dificultades del idioma, puedo identificarme con las condiciones de un emigrante, pero no con las de un refugiado, de un desplazado, porque no lo he vivido, y ver estas situaciones aquí es realmente desgarrador."
Barricadas, alambre de espino y policía
En Lesbos, hay una alarma constante a la que todos deben responder, explican las monjas scalabrinianas, llamadas a ayudar a todos los que siguen abarrotando las rutas del Mediterráneo y cuya actividad misionera, en la isla griega, no sólo responde a necesidades concretas, sino también a la búsqueda de consuelo de quienes lo han perdido todo, especialmente sus seres más queridos.
Como monjas scalabrinianas", dice Sor Patrizia, "aquí en Lesbos somos una simple gota de agua en el vasto océano, nuestro papel es dar una sonrisa, nuestra amistad, dar amor". Antes de llegar a Lesbos, Patrizia estaba entusiasmada, había preguntado a través de la Comunidad de Sant'Egidio, había mirado algunas fotos, pero nunca hubiera imaginado lo que encontró.
"Cuando llegué aquí a la isla y me acerqué al campo, al ver esas rejas, el alambre de púas, al ver a la policía en los controles, me recordó mucho al campo de Auschwitz. Tuve un sentimiento de tristeza porque veo que la situación aquí es muy complicada. Aunque los migrantes, los refugiados, se encuentran en el paseo marítimo, hay que decir que es una zona muy calurosa, con más de 45 grados, un calor muy sofocante, es agotador vivir en estos contenedores que son pequeños y en los que hay 8/9 personas".
Supervivencia diaria
Las palabras de las monjas son dramáticas, pero además de relatar el sufrimiento de los miles de personas encerradas en el campo, también revelan la tenacidad de los numerosos voluntarios que han venido de toda Europa para ayudar. La hermana Patrizia continúa: "Veo el empeño que se pone en intentar enseñar a los inmigrantes a lavarse las manos, a higienizarse, hay una asociación que también distribuye mascarillas.... Pero lo que falta, por ejemplo, es el agua corriente, no hay pozo, viven de cubos, pequeños bidones de agua para lavarse los dientes o lavar los platos". Y, entre los más vulnerables, también hay personas paralizadas, que viven en sillas de ruedas, cuyo camino se hace imposible por el terreno sin pavimentar.
Las oraciones y la indiferencia de Europa
En el lugar donde se arrojan los chalecos salvavidas, las monjas han preparado un rincón para la oración. Allí piden a Dios que ayude a todos los que se ven obligados a emigrar. La monja scalabriniana añade: "Sólo podemos ofrecer nuestra sonrisa, a pesar de las máscaras", porque son los ojos los que hablan de un futuro de esperanza. Y todo ello también para responder a la petición de Francisco, que fue a Moria hace cinco años, de ir hacia las periferias humanas, de ser la Iglesia saliente. "Nuestro carisma se compromete a seguir lo que el Papa también desea y nos indica de acoger, promover, integrar y proteger", cuatro verbos que las religiosas llevan en su corazón, comprometiéndose a ponerlos en práctica en su vida cotidiana, pero que no impiden a Sor Patrizia hacerse una pregunta dramática: "Me pregunto por qué, hoy, en el primer mundo que es Europa, sigue habiendo toda esta dificultad, esta situación complicada, desastrosa y poco humana, que Europa no considera".
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