El Papa en Lesbos, hace cinco años el abrazo a los refugiados de Moria
Francesca Sabatinelli - Ciudad del Vaticano
El viaje del Papa Francisco a Lesbos estuvo marcado por la tristeza, no por la alegría del encuentro. El Papa, incluso antes de tocar suelo griego, anticipó así a los periodistas a bordo del avión, su visita a los refugiados y migrantes del campo de Moria, a los protagonistas de la "mayor catástrofe humanitaria desde la Segunda Guerra Mundial", que huyen de la guerra y la violencia. Francisco, el Patriarca Bartolomé y el Arzobispo Ieronymus, tres líderes religiosos, uno al lado del otro, caminaron entre las tiendas del infierno de aquel campo, abrazaron a esa humanidad herida para asegurarle su cercanía y pedirle al mundo que no cierre los ojos ante el sufrimiento de quienes se ven obligados a "huir de situaciones de conflicto y persecución", de quienes "no son un número, sino un rostro y un nombre y una historia".
"Hemos venido a llamar la atención del mundo sobre esta grave crisis humanitaria y a implorar su resolución. Como hombres de fe, deseamos unir nuestras voces para hablar abiertamente en su nombre. Esperamos que el mundo esté atento a estas situaciones de necesidad trágica y verdaderamente desesperada, y responda de manera digna de nuestra humanidad común".
La invitación de Francisco a "no perder la esperanza"
El Papa Francisco, en aquel viaje de la primavera de 2016, no olvidó mencionar el horror de las muertes en el mar, de los niños que nunca llegaron, de las "víctimas de viajes inhumanos y sometidas a la opresión de viles torturadores". Tampoco olvidó la generosidad del pueblo griego, con su capacidad para responder al sufrimiento de los demás "a pesar de las graves dificultades que hay que afrontar", manteniendo "los corazones y las puertas abiertas". Francisco instó a la comunidad internacional a hacer lo mismo: Europa, cuna de los derechos humanos, debería haber seguido el ejemplo del buen samaritano, al "mostrar misericordia con los necesitados", debería haber trabajado para eliminar las causas de esta dramática realidad. "No basta con limitarse a perseguir la emergencia del momento", fueron las palabras del Papa, "sino que es necesario desarrollar políticas de amplio alcance, no unilaterales", deteniendo, además, "la proliferación y el tráfico de armas y a quienes persiguen proyectos de odio y violencia". No pierdan la esperanza, fue el mensaje que el Papa dejó a los invitados de Moria, porque ante "las tragedias que hieren a la humanidad, Dios no es indiferente, no está distante":
"Este es el mensaje que quiero dejarles hoy: ¡no pierdan la esperanza! El mayor regalo que podemos ofrecernos unos a otros es el amor: una mirada misericordiosa, la preocupación por escuchar y comprender al otro, una palabra de ánimo, una oración. Que compartan este don entre ustedes".
La declaración conjunta y la petición de solidaridad
Los tres líderes religiosos se marcharon de Lesbos confiando una declaración conjunta a la humanidad, en la que instan, ante la tragedia humanitaria que viven los inmigrantes, a "una respuesta de solidaridad, compasión, generosidad y un compromiso inmediato y efectivo de recursos" porque la "protección de las vidas humanas es una prioridad". Hicieron un llamamiento a la comunidad internacional, pidiendo la eliminación de las rutas de viaje peligrosas a través del Egeo y de todo el Mediterráneo, para que se establezcan "procedimientos de reasentamiento seguros", para que "la protección de las vidas humanas sea una prioridad y para que se apoyen, a todos los niveles, políticas inclusivas que se extiendan a todas las comunidades religiosas". Las últimas palabras de Francisco fueron las de una oración por los migrantes, cuando los confió a la misericordia de Dios, mientras que su último gesto fue profético: hacer subir a su avión a tres familias del campamento de Karatepe, un total de 12 personas, entre ellas seis menores. Nour, siria como todos los demás, estaba a bordo junto con su marido Hasan y su hijo de dos años.
La historia de Nour y Hasan
A 31 años, había huido con su familia de las afueras de Damasco. Desde Turquía fue un bote de goma el que los llevó a Lesbos. Hoy Nour Essa y su familia viven en Roma, donde es bióloga en el hospital pediátrico Bambino Gesù. "Agradezco al Papa Francisco -dice hoy a Vatican News- por todo lo que ha hecho por nosotros, por haber cambiado nuestras vidas y nuestro destino". Nour aún tiene muy claras en su memoria las imágenes de aquella partida hacia Roma, decidida sólo 24 horas antes. Recuerda las etapas del vuelo, el Papa siempre "sonriendo", mostrando a los periodistas a bordo "un dibujo hecho por un niño que estaba en Moria". Todo lo poco que sabía del Vaticano ella, musulmana como todos, lo había aprendido de la televisión.
El papel de la Comunidad de Sant'Egidio
El artífice de la partida de Nour y los demás fue la Comunidad de Sant'Egidio, a la que el propio Papa, pocos días antes, había confiado su deseo de regresar a Roma con algunas familias de refugiados. "Fue una emoción muy fuerte para todos nosotros", recuerda Daniela Pompei, responsable de la Comunidad de servicios a inmigrantes, refugiados y gitanos, que voló sólo tres días antes de la visita de Francisco a la isla de Lesbos para identificar a las personas, las más vulnerables, que partirían con el Papa.
"Nunca pensamos -recuerda Pompei- que íbamos a subir al avión del Papa, sólo nos enteramos la noche anterior, pensamos que saldríamos en un vuelo regular". En sólo tres días, en el campamento de Karatepe, se identificaron las familias más vulnerables con niños pequeños. Todas las familias de religión islámica, un punto que también fue objeto de preguntas de los periodistas a bordo del avión papal. Pompei recuerda la respuesta de Francisco: "El Papa fue muy claro: cuando se habla de personas que huyen de la guerra no se mira el discurso religioso, hay que salvar vidas humanas. Lo que prevaleció fue la idea de salvaguardar la vulnerabilidad que representan las familias y los niños muy pequeños que no pueden vivir en un campamento".
Lesbos, una tragedia sin fin
Fue sin duda el viaje del Papa a Lesbos el que abrió el primer corredor humanitario desde Grecia. Desde entonces, la Comunidad de Sant'Egidio nunca ha abandonado ese país, como tampoco lo ha hecho el propio Francisco. "Lo lleva en el corazón, reza por Lesbos y por los refugiados que están allí". Tanto es así que, tras conocer a Andrea Riccardi, fundador de Sant'Egidio, que acababa de regresar de la isla griega, Francisco decidió enviar a Lesbos al Cardenal Konrad Krajewski, Elimosnero papal, que se desplazó hasta allí en 2019, un viaje que en pocos meses supuso la llegada a Italia de 43 personas, gracias a la acción conjunta entre la comunidad de Sant'Egidio y la Elemosineria Apostólica. Mientras Europa sigue guardando silencio sobre la tragedia humanitaria de Lesbos y sus habitantes más vulnerables.
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