Sandra Sabattini es Beata. Cardenal Semeraro: "Fue una artista de la caridad"
Isabella Piro - Ciudad del Vaticano
"Nos hemos roto los huesos, pero son personas a las que nunca abandonaré": Sandra Sabattini tenía sólo 13 años cuando le contó a su madre, con estas palabras, la experiencia de servicio a los discapacitados en la Comunidad Papa Juan XXIII. El cardenal Marcello Semeraro, Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, citó estas mismas palabras, al presidir esta tarde, en Rimini, la misa de beatificación de esta joven, que murió con sólo 22 años, atropellada por un coche que circulaba a gran velocidad.
"Amar es soportar el sufrimiento de los demás", añadió el cardenal en su homilía de la misa, que estuvo repleta de gente, especialmente de jóvenes y también de algunos amigos de la beata. El cardenal también destacó que el "deseo de servir a los pobres" de la nueva beata, no era mera caridad, sino fruto del amor ilimitado de Dios, en cuyo mar "sin fondo y sin orillas" Sandra "sumergió su corazón".
Ejemplo de caridad creativa y concreta
"Sandra fue una auténtica artista", añadió el cardenal Semeraro, porque "aprendió muy bien el lenguaje del amor, con sus colores y su música". Su santidad fue "su apertura a compartir con los más pequeños, poniendo al servicio de Dios toda su joven vida terrenal, hecha de entusiasmo, sencillez y gran fe".
La beata Sabattini "acogía a los necesitados sin juzgarlos porque quería comunicarles el amor del Señor". En este sentido, explica el cardenal, su caridad fue "creativa y concreta", porque "amar a alguien es sentir qué es lo que necesita y acompañarlo en su dolor".
"Cada minuto es una ocasión de amor"
Finalmente, el Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos concluyó su homilía con los versos de una oración escrita por la propia Sandra el 7 de septiembre de 1982, dos años antes de su muerte: "Señor, haz que cada acción mía esté determinada por el hecho de querer el bien de los jóvenes, cada minuto es una ocasión de amor que hay que aprovechar".
Hubo una gran emoción cuando se pronunció la fórmula en latín que declaraba la beatificación de Sandra: un estruendoso aplauso, que pareció casi interminable, acompañó el momento principal de la ceremonia, que continuó con la procesión de la reliquia de la nueva beata, llevada al altar por el milagroso Stefano Vitali: un cabello guardado por su entonces novio Guido en una cajita de dulces decorada por la propia Sandra.
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