Asamblea Eclesial: Vivir con responsabilidad la tarea de ser discípulos misioneros
Ciudad del Vaticano
Para el Presidente de la Pontificia Comisión para América Latina, “esta Asamblea Eclesial es una iniciativa que quiere promover un caminar juntos a todos los niveles en la Iglesia”, pero también la definía como “una experiencia de fe, una experiencia de Dios, porque se palpa una atmosfera de comunión, de fraternidad, de escucha mutua, de paciencia también, y hay perlas que nos llegan de todas las intervenciones”.
“Esta Asamblea Eclesial es un paradigma, un ejemplo para la Iglesia universal, que nos implica a vivir con responsabilidad y compromiso el don y tarea de ser discípulos misioneros”, según la religiosa mexicana misionera en Vancouver (Canadá). Como ha sucedido con muchos de los participantes, estamos ante algo que ha superado expectativas, algo que ha testificado Lisandra Chaves.
Construir comunión
Se trata de construir comunión, algo en lo que insistía el Cardenal Ouellet, algo que se realiza “a través de la reflexión sobre la sinodalidad y sobre todo la práctica de la participación, como algo que favorece la comunión de la Iglesia y el caminar juntos, asegurando que los que están en las periferias sean integrados a la marcha común y que realmente seamos una familia de Dios”, en palabras del cardenal Ouellet.
La Asamblea, afirmaba Lisandra Chaves está sirviendo para ver “cómo tenemos cosas en común, como nos vamos dando cuenta que el clericalismo nos hace tanto daño”. La primera mujer que en la Conferencia Episcopal de Costa Rica dirige una comisión nacional, ve la Asamblea Eclesial como puntapié para que “las mujeres podamos tomar esos roles”. También recordó las palabras del Papa Francisco en las que ha dice que no quiere que las mujeres sean siervas del clericalismo, pidiendo “una Iglesia sinodal”, con protagonismo femenino, pues las mujeres son “quienes llevan la fe adelante”.
El clamor del pueblo negro
Los afrodescendientes han tenido una presencia invisibilizada en todos los ámbitos, también en la Iglesia, hasta el punto de que San Juan Pablo II pidió perdón por ello a la población afrodescendiente, como recordaba el Padre Venancio Mwangi, un pueblo que “quiere vivir el Misterio de la Encarnación” y que también “quiere sentarse a la mesa”. Tras denunciar esclavitudes actuales, como la trata de personas, la migración, destacó que la presencia de los representantes de la población afrodescendiente en esta Asamblea «significa que la Iglesia ha escuchado ese clamor”. Aunque se preguntaba dónde están en la Iglesia los 200 millones de negros en el continente.
Una realidad de exclusión que también viven los migrantes, como relataba la Hermana Karina, que participa de un trabajo de promoción de los migrantes, “algo que implica muchos retos ante la violación de sus derechos humanos y laborales”, y demanda trabajo en red con otras instituciones. La religiosa dijo estar viviendo “un tempo de gracia, de escucha y conversión para todos, que necesitamos tener una conversión pastoral y vivir en sinodalidad nuestras relaciones y estructuras”. Por ello insistió en que “si no actuamos ya, esta Asamblea Eclesial no impulsará esta renovación de la Iglesia que tanto nos pide el mundo”.
Una Iglesia madre
Buscan ser “una Iglesia que es madre y mueve a toda la comunidad local a ser solidaria, a acoger”. De ahí la importancia de una Iglesia que no tiene fronteras y que ayuda desde las necesidades básicas hasta la defensa de sus derechos, según la religiosa. Esa Iglesia madre se hace presente en la Comisión Nacional de Abusos para protección de menores y adultos en vulnerabilidad, que en Costa Rica ha dado pasos, como relataba Lisandra, que es miembro de la comisión, con la elaboración de guías para la prevención de abusos y código de conducta.
La comunicadora insistía en continuar dando pasos y de que la mujer se involucre y participe en las comisiones nacionales. Según ella, “no es conveniente que las comisiones nacionales de prevención sean solo de clero, porque eso se presta a que se tapen las situaciones”, exigiendo la presencia de laicos, de mujeres, que dice poder entender mejor a las víctimas, dada su maternidad y ternura, su disposición a la escucha.
Abrazar la sorpresa
Hablando sobre la misión, el padre Venancio insistió en la necesidad de escuchar los clamores, de abrazar lo nuevo, la sorpresa, algo que da miedo, citando algunos ejemplos de esos elementos que provocan miedo: abusos, migrantes, racismo, negritud, pueblos originarios…
Para el Cardenal Oullet el primer objetivo de la sinodalidad, para lo que dijo que se necesita mucha paciencia, es la escucha mutua y fomentar la comunión eclesial, “lograr que la Iglesia sea un testimonio de amor mutuo, porque si no hay el amor mutuo nadie nos va a creer”. El purpurado ve la sinodalidad como “dinámica de la comunión, dimensión organizativa de la comunión”, insistiendo en la importancia de que la Iglesia llegue a ser cada vez más sinodal, “donde todo se sienten participantes, que son respetados, que son miembros, que cada uno tiene que aportar”.
Jesús vino a dignificar a la mujer
El Prefecto de la Congregación para los Obispos abogó por estructuras de consulta, que “en muchas partes no existen”, donde los laicos, las mujeres, los religiosos, pueden expresarse. Por eso, dejó claro que “no existe Pueblo de Dios e Iglesia jerárquica, la jerarquía hace parte del Pueblo de Dios”. Y todavía más, “los obispos tienen que comportarse como fieles, en fraternidad con todos, en escucha de todos, pues es el mismo Espíritu que habita todos los miembros y los va llevando a un testimonio que ha dado a la humanidad y que experimente la salvación”.
Las mujeres han caído en un rol de sumisión, de invisibilidad, según Lisandra Chaves, por lo que “la mujer tiene que exigir sus derechos dentro de la Iglesia, asumir nuestro papel como discípulas y entender que lo somos, que somos importantes, que Jesús vino a dignificar a la mujer y la hizo discípula”.
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