Francisco acepta invitación para dialogar con jóvenes migrantes
Luis Modino - CELAM
Algo que empezó como una broma en una conversación con Emilce Cuda, invitada por la Universidad Loyola de Chicago a una conferencia sobre el proceso sinodal. Así es visto por Miguel Díaz algo que puede ser considerado histórico, la participación del papa Francisco en un diálogo con estudiantes universitarios de América del Norte, Central y del Sur que se celebrará de forma virtual el próximo 24 de febrero.
Como relataba la jefa de oficina de la Comisión para América Latina en entrevista a American Magazine, en aquella conferencia, ella propuso “hacer una acción sinodal que involucre a los estudiantes universitarios migrantes de América del Norte y del Sur", buscando reflexionar y resolver las causas fundamentales de la migración. Pero también queriendo involucrar a los estudiantes en la busca de soluciones en cada país, abordando también las causas estructurales de esa migración.
Ante la propuesta de invitar al Papa, considerada por muchos descabellada en un principio, la teóloga argentina no lo echó en saco roto, la fue madurando y decidió escribirle una carta, que, para su sorpresa, tuvo como respuesta, el pasado 20 de diciembre: "Sí, participaré, pero debes ayudarme".
Se trata de un proyecto que según Miguel Díaz tiene por lema “Escuchar para Actuar”, y que va a comenzar con la escucha de los proyectos de otros estudiantes por parte de aquellos que van a participar del encuentro con el Papa, para lo que se han organizado siete grupos diferentes, tres en los Estados Unidos y Canadá, y el resto en América Central y del Sur, donde a través del intercambio los estudiantes van a compartir proyectos concretos.
El profesor de la Cátedra de Servicio Público de la Universidad Loyola de Chicago insiste en el actuar, “porque no podemos quedarnos en la teoría, lo que comienza ahora es un principio, no solo un evento, de colaboración entre estudiantes universitarios en las Américas, cuyos proyectos educacionales pueden y deben contribuir a responder a los retos que confrontan nuestro continente”.
Díaz destaca la gran participación de universidades jesuitas en todo el continente, donde en un encuentro con un Papa que es jesuita, el lenguaje de la mística de San Ignacio de Loyola, que es la espiritualidad del Papa, se exprese en el ver, discernir y actuar. Para el profesor, “el Papa va a acompañar y escuchar los proyectos concretos de los jóvenes”, especialmente de estudiantes migrantes o hijos de migrantes, que también comparten la historia familiar del Papa, hijo de migrantes.
En segundo lugar, habla de que “el Papa va discernir con los jóvenes el valor de esos proyectos para la construcción de una realidad continental más justa”, algo que va más allá de la hora y media de encuentro virtual que los estudiantes van a tener con el Papa, que Miguel Díaz ve como un comienzo de discernimiento. Un tercer punto sería, que “el Papa va alentar y apoyar a los jóvenes a actuar en beneficio del bien común, respondiendo a los retos que confrontamos en el continente americano, la migración, la pobreza, la crisis ambiental, la violencia, etc.”, buscando así respuestas concretas.
El profesor reflexiona sobre la relación de todo esto con la dimensión sinodal, con la invitación que el Papa nos hace a asumir un compromiso de escuchar. En ese sentido, cita una frase del Papa en la abertura del actual Sínodo, que ellos usan para describir este proyecto que han emprendido, donde Francisco dice que “en la experiencia sinodal no nos dejemos abrumar por el desencanto, no disminuyamos la profecía y no terminemos por reducirlo todo a discusiones estériles”. Por ello insiste en que este tipo de discusión tiene que producir un cambio, una acción concreta.
Una de esas acciones concretas, en opinión del exembajador de los Estados Unidos ante la Santa Sede, está en construir puentes, pues “el ser sinodal es un ser relacional, es un ser que busca hacer puentes”, algo presente en este proyecto organizado por la Universidad Loyola de Chicago en colaboración con la Pontificia Comisión para América Latina, en el que se buscan ofrecer soluciones concretas a los retos del continente.
Nadie sabe a ciencia cierta lo que ha podido llevar al papa Francisco a aceptar esta invitación, pero Miguel Díaz dice que “como teólogo y filósofo, el Papa invoca al Espíritu Santo, y el Espíritu Santo siempre está asociado con el acto del renacer, de un comenzar nuevo”. Sin querer decir que es eso lo que el Papa está pensando, señala que “la juventud es el símbolo de ese renacer, de ese futuro, de esa posibilidad, de esa esperanza”. Desde su experiencia como profesor, reconoce que “los jóvenes traen nuevas ideas, traen nuevas energías, traen nuevos aportes, traen nuevas recetas, traen nuevas posibilidades que talvez no han sido consideradas y que deben ser consideradas”.
Por eso, insiste en que las contribuciones intelectuales y prácticas que los jóvenes pueden ofrecernos, es algo que nace de la experiencia vivida, pues han sido víctimas de violencia, de racismo, de situaciones de desigualdad en muchos países, algo que ha aumentado con la pandemia y con la crisis ambiental. Desde ahí, no duda en ver al joven como “un punto clave para la renovación de la sociedad y para nuevas recetas que obviamente necesitamos si vamos a dar respuesta a los retos que nos rodean”.
Que esos jóvenes sean migrantes, algo vivido por alguien que es cubano americano, marcados por el desplazamiento y el sufrimiento que trae el abandonar la tierra donde uno nació, los ajustes culturales, el hecho de tener que aprender otro idioma, de tener que elegir entre diferentes culturas y valores, es una manera de prestarle atención a los aportes que estos estudiantes nos pueden dar, desde su propia historia marcada por ese vivir “haciendo puentes en su vida cotidiana”.
Se trata de que esas historias personales, que en muchos casos han inspirado sus estudios, pueden ser ofrecidas a una sociedad más amplia, como posibilidades de construir puentes entre diferentes comunidades, personas y partes del continente. Díaz considera extremamente importante la experiencia de vida de los latinos en Estados Unidos y sus contribuciones a la sociedad, insistiendo en la urgencia de recalcar esas voces, pues “muchas veces no se valoran las contribuciones de los migrantes e hijos de migrantes”.
Recordando su servicio como embajador, relata los eventos que realizó, llamados “Tendiendo puentes”, enfocados a jóvenes universitarios. En ellos buscaba encontrar en los jóvenes “nuevas recetas diplomáticas”, lo que se concretó en un trabajo con estudiantes internacionales llegados a Italia desde países en conflicto. Se trataba de una “diplomacia popular” en la que los jóvenes ofrecían a los líderes del mundo las nuevas recetas para darle respuesta a los retos del mundo. En su opinión, “el joven puede ser más abierto a rechazar esos prejuicios, esa violencia, todas esas construcciones sociales que crean muros relacionales que previenen el encuentro con el otro”.
Eso puede servir para que los líderes de los países puedan aprender a cómo ser líder, según el exembajador, ofreciendo una manera diferente sobre cómo ejercer el liderazgo, que proviene del escuchar, especialmente a los marginados, a aquellos que sufren, que no tienen los privilegios que otros vemos como naturales. Solo el futuro dirá como se va a materializar este proyecto, pero la posibilidad de este tipo de encuentro, de colaboración entre universidades es “una posibilidad muy positiva para lo que es la construcción de una nueva visión para crear nuevos líderes, para responder a los retos intercontinentales que nos rodean”.
Desde su entusiasmo, que comparte con otros, y sin caer en una idealización, Miguel Díaz ve este proyecto como algo que puede ser “una receta importante a ser considerada para nuestro continente, empoderar a las voces jóvenes y a los proyectos concretos de los jóvenes que pueden ofrecernos nuevas recetas para construir el bien común”.
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