Deseos de paz desde Ucrania: el trabajo de las misioneras españolas cuidando niños
Sofía Lobos - Ciudad del Vaticano
Mientras continúan los esfuerzos diplomáticos para disolver la tensión entre Rusia y Ucrania con el fin de evitar que se reactive entre ellos un conflicto político y territorial que dura ya más de ocho años (con sus fases intermitentes); en un pequeño centro ecuménico de Kiev llamado "Casa de los Niños", varias misioneras españolas trabajan sin descanso cuidando con amor y entrega a unos 140 niños ucranianos (el número se ha reducido a causa de la pandemia) en edades comprendidas entre los 3 y los 16 años.
Vivir sin caer en el pánico, la gente quiere paz
En Vatican News hablamos con una de ellas, la Hermana María Mayo, misionera de la congregación de Santo Domingo, quien lleva 10 años en este país y nos cuenta que no abandonarán estas tierras a pesar de las noticias que hablan de guerra:
"Intentamos vivir cada día con la mayor normalidad posible, sin caer en el pánico. El pueblo ucraniano es muy fuerte y ya está acostumbrado a estos aires de conflicto", explica la religiosa haciendo hincapie en que lo que más desean es vivir en paz.
La misión de ciudar y educar a los más pequeños
Las Hermanas dominicas llegaron a Ucrania en 1997, seis años después de que este país se separara de la URSS (Unión Soviética) siguiendo la petición de Timothy Radcliffe (fraile que en aquel entonces era el Maestro de la Orden) de llevar el carisma propio de esta congregación religiosa al territorio ucraniano y continuar con la labor de evangelización, haciendo especial hincapié en la promoción y educación de la mujer a través de la escuela.
Pero en esa época, debido a la situación del país, era imposible fundar una escuela católica, por lo tanto crearon un centro ecuménico dedicado al cuidado y a la educación de niños y niñas, que son los que más sufren las consecuencias de lacras sociales como el alcoholismo, el maltrato y la pobreza.
"En este centro infantil seguimos el desarrollo del niño de una manera personalizada, tratando la relación de estos pequeños con sus familias. Los recibimos cuando llegan de la escuela y los cuidamos hasta que sus padres vienen a buscarlos, sin importar sin son católicos, ortodoxos, judíos, musulmanes o no creyentes, porque aquí lo que cuenta es el amor y los valores humanos", afirma María Mayo.
El pueblo ucraniano no pierde la esperanza
Con la ayuda de voluntarias y monitoras (muchas de ellas también asistieron a este centro infantil) las Hermanas realizan con los pequeños actividades, cursos de formación en valores bíblicos, charlas, clases de español y juegos, a la vez que organizan obras de teatro para que aprendan, a través de la representación creativa de historias, cuentos o canciones.
"Cuando compartimos desde el corazón, siempre se busca lo bueno", añade la Hermana María.
Se trata en definitiva, de continuar con la vida, seguir adelante con la misión de la Iglesia en medio de un país donde reina la inestabilidad y la incertidumbre. Un lugar con muchos problemas y desafíos sociales a los que hacer frente, pero también un pueblo con una gran historia de lucha y esperanza que no se rinde ante la adversidad.
La oración del Papa por la paz en Ucrania
Finalmente preguntamos a la religiosa española qué significado tienen para las misioneras que están en Ucrania, y para la gente en general, las palabras de aliento que llegan del Papa Francisco pidiendo oración por la paz, como ocurrió el pasado domingo 13 de febrero a la hora del rezo del ángelus dominical:
"El mensaje del Papa, no sólo este domingo, sino cada vez que pide rezar por Ucrania u ofrecer ayuno por este país, llega muy al fondo del corazón de las personas. Los padres de los niños de nuestro centro siempre lo agradecen y se emocionan al pensar que el Papa pide por ellos, porque es la Iglesia la que está cerca del pueblo", asevera María Mayo, señalando que pese a las alarmas de guerra, ella y sus Hermanas respiran aires de esperanza, fruto de la fe que sienten por Cristo:
"Como tenemos entre 71, 75 y 81 años nos presentaron la situación aconsejándonos que nos fuéramos de Ucrania por nuestra seguridad, pero nosotras hemos hecho un discernimiento. En realidad estamos aquí por Dios, por acompañar y por vivir su Palabra encarnada que nos ama a todos y especialmente, en los momentos de dificultad. Después de rezar, vimos claramente que no tenemos porqué irnos y así lo comunicamos a la embajadora. Nos quedamos en las manos de Dios que son las mejores", concluye nuestra entrevistada.
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