Siguiendo a Cristo, la misión de la Iglesia es acompañar al enfermo hasta el final
Sofía Lobos - Ciudad del Vaticano
"La enfermedad vista con los ojos de la fe, como una oportunidad para acercarnos a Dios quien abraza nuestra fragilidad humana y no permanece indiferente ante nuestro dolor". Recordamos estas palabras del Papa Francisco que cobran un significado especial este 11 de febrero, día en el que se celebra la XXX Jornada Mundial del Enfermo, que en esta ocasión lleva como tema «Sean misericordiosos así como el Padre de ustedes es misericordioso» (Lc 6,36) y lanza una clara invitación a "estar al lado de los que sufren en un camino de caridad".
La familia es el hospital más cercano
Son muchas las ocasiones en las que el Santo Padre ha recordado, a lo largo de su pontificado, la importancia de la familia como motor que mueve a la sociedad y que también desempeña un papel fundamental a la hora de cuidar a los enfermos, atendiendo con amor sus necesidades y "convirtiéndose en el hospital más cercano".
Así lo explicaba Francisco en su catequesis del 10 de junio de 2015, en la cual abordó la cuestión de la enfermedad en la familia, una experiencia que nos hace vivir profundamente nuestra fragilidad humana, a través del dolor y la incertidumbre.
Dios no abandona a los enfermos
Sin embargo, el Papa puntualiza que para el cristiano, la enfermedad no es un camino oscuro en el que todo está perdido, porque Dios sale al encuentro de los que sufren, precisamente con más fuerza, en medio de las tribulaciones de la vida.
Y prueba de ello son los numerosos episodios que relatan los Evangelios, en los que "Jesús lucha contra la enfermedad y cura al hombre de todo mal".
La Iglesia y su misión de acompañar a los enfermos
Asimismo, el Santo Padre recuerda que siguiendo el ejemplo de Cristo, la Iglesia tiene la misión de "acompañar y hacerse cargo de los enfermos" hasta el final, abrazando todas las consecuencias que ello implique.
De ahí la importancia de celebrar con fe la Jornada Mundial del Enfermo, una fecha establecida el 11 de febrero de 1992 por el Papa Juan Pablo II con ocasión de la Fiesta de Nuestra Señora de Lourdes, patrona de los enfermos; ya que la debilidad y el sufrimiento de nuestros seres más queridos -subraya Francisco- pueden ser para la familia (y sobre todo para los niños) una escuela de vida, donde aprendemos a acompañar a nuestros enfermos con amor, atención, oración, cercanía afectuosa y misericordia.
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