Scicluna: más solidaridad para el Mediterráneo. El Papa en Malta nos dará esperanza
Antonella Palermo - Ciudad del Vaticano
Dos años después del encuentro de Bari, un doble foro reunirá en Florencia a unos sesenta obispos e igual número de alcaldes de los países que se asoman al Mediterráneo para centrarse en el destino del "mare nostrum", tanto en la Iglesia como en la sociedad civil. "Mediterráneo, frontera de la paz" comenzará el 23 de febrero y culminará con la visita del Papa Francisco, que visitará la capital toscana el domingo 27 de febrero, donde se dirigirá a la asamblea y celebrará una misa. Entre los prelados participantes, monseñor Charles Scicluna, arzobispo de Malta:
Excelencia, en la conferencia que se celebrará en Florencia con los obispos y alcaldes del Mediterráneo se firmará una carta de intenciones común. ¿Qué le gustaría que contuviera esta Carta?
Yo diría que el compromiso con el diálogo es el camino que nos llevará a un mar compartido, en armonía y en justicia. Nosotros, que somos pueblos del Mediterráneo -Malta está situada en el centro físico, geopolítico y cultural de este mar-, quisiéramos que lo que a veces se convierte en un cementerio se convierta en un entorno de esperanza para la gente, pero también en un teatro de la solidaridad. Esto requiere la corresponsabilidad de todos. Espero de verdad que se convierta en una semilla y dé frutos en el futuro, una semilla que pueda sembrarse en el Arno de Florencia.
Ha mencionado la palabra "solidaridad". Usted ha subrayado a menudo que la civilización de un pueblo se mide en función de la solidaridad concreta que es capaz de desplegar. Entre otras cosas, la solidaridad es una de las palabras clave que nos llevará, según los deseos del Papa Francisco, al Jubileo 2025. ¿En qué términos percibe y puede describir la solidaridad en el Mediterráneo hoy en día?
Podemos decir que estamos viviendo una crisis de solidaridad, porque la solidaridad no se puede pedir sólo a los individuos, a los países, sin que haya un contexto más amplio de solidaridad. Pondré un ejemplo concreto que el Papa aprecia mucho: Malta es una isla pequeña, necesita vivir la llamada a la solidaridad cuando hay migrantes en situaciones de peligro, que mueren. Pero también necesita la solidaridad de Europa, a la hora de compartir el peso de la acogida y dar un futuro a estos hermanos y hermanas. La solidaridad a la que está llamada Malta, como tantas otras ciudades bañadas por las olas del Mediterráneo, debe apoyarse también en una solidaridad mayor que a veces falta.
Además, el mismo Pontífice retomó el tema de la reubicación de los inmigrantes en la UE de forma proporcional a la capacidad de cada Estado, incluso en una reciente entrevista televisiva emitida por la RAI. Y el alcalde de Florencia, al presentar la conferencia florentina, dijo que "se hará un llamamiento muy fuerte a Europa, que no puede ignorar el Mediterráneo, que vive su momento más crítico en décadas". ¿Está de acuerdo?
Las palabras del Papa, que he escuchado junto con millones de italianos en la televisión, han sido un gran consuelo para nosotros. Ver que el Papa nos llama de nuevo a nuestra solidaridad innata, como hombres y mujeres, como personas, y ver que el Papa entiende que esta solidaridad debe vivirse en un entorno más amplio, es una gran bendición.
Según la etimología, la palabra Malta significa "refugio seguro". ¿Es realmente así hoy en día?
Malta es un refugio seguro no sólo como hecho natural, sino también como cultura. En el capítulo 28 de los Hechos de los Apóstoles, cuando se habla de la acogida de Pablo y otros 275 náufragos, se utiliza la expresión "rara humanidad" para describir a los malteses. Hoy esta filantropía está en crisis porque nos sentimos solos. Existe un gran temor a asumir una carga que no se puede llevar solo. Así que no justifico este miedo, pero entiendo el contexto. Por eso, el llamamiento que nos ha hecho el Papa es realmente un bálsamo, pero queremos rezar para que también haya algunas revisiones [normativas, ed.]. Cito, por ejemplo, el famoso Tratado de Dublín, por el que el emigrante debe permanecer en el país de primera llegada: para Malta esto sería una carga desproporcionada. Por lo tanto, hay no sólo un motivo de falta de humanidad.
El viaje apostólico del Papa a Malta debería haberse realizado hace dos años, pero se pospuso a causa de la pandemia. ¿Cómo ha vivido este tiempo?
Con gran sufrimiento. Compartimos el sufrimiento de todo el Mediterráneo, que también se complicó con los acontecimientos en la vecina Libia. Ha habido dificultades económicas para los que, desde Sicilia, decidieron venir aquí a buscar trabajo, pero desde que el turismo ha entrado en crisis, hemos experimentado un gran malestar. Han sido años de espera marcados no sólo por las dificultades económicas, sino también por las psicológicas. Al igual que otras sociedades, tenemos una tasa muy alta de problemas de salud mental. Queremos salir de esta pesadilla con la solidaridad de todos. Somos una nación pequeña, y con la visión de futuro de nuestras autoridades estatales la tasa de vacunación es muy alta, al igual que el sentido de corresponsabilidad. Esperamos que la visita del Papa sea un momento de gran esperanza para todos.
¿Cómo se está preparando el encuentro con Francisco a principios del próximo mes de abril?
Como obispos, nos sentimos interpelados cada día por tanta gente que quiere saludar al Papa y participar en las liturgias que tendrán lugar en el marco de un programa muy amplio.
Desgraciadamente, cuando hablamos de Malta, nuestro pensamiento se dirige también a la periodista Caruana Galizia, comprometida con numerosas investigaciones contra la corrupción, que fue asesinada en un atentado en 2017. ¿Cómo ha madurado la conciencia civil en su país, qué se está haciendo en materia de lucha contra las mafias?
Tengo que decir que hay una reacción esperanzadora de la sociedad civil. Incluso los dirigentes del Estado han visto en esta reacción una señal de que no se pueden tolerar ciertas cosas. Matar a una persona es siempre una gran tragedia, matar a una voz incómoda es también una señal de sufrimiento que no se puede tolerar. La libertad de expresión es un derecho humano. Nadie tiene derecho a ofender. Nuestra moral nos enseña que el amor debe ser el código primordial de todo diálogo civil, del respeto a los demás. No se puede apagar una llama porque arde.
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