Los mártires de Uganda, un ejemplo de ecumenismo de la sangre
Vatican News
Asesinados por ser cristianos, a finales del siglo XIX. Ellos y sus hermanos anglicanos, unidos por un trágico final, son testigos "todavía hoy del poder transformador del Evangelio de Jesucristo". Hace unos años el Papa Francisco pidió que su memoria no sea "de circunstancias", que su legado "no se guarde como una joya en un museo". La Iglesia católica venera como santos mártires ugandeses a un grupo de veintidós servidores, pajes y funcionarios del rey de Buganda, en la actual Uganda, convertidos al catolicismo por los misioneros de África del cardenal Charles Lavigerie, los llamados "padres blancos", que fueron asesinados como cristianos durante el reinado de Mwanga II entre el 15 de noviembre de 1885 y el 27 de enero de 1887. La fecha del 3 de junio tiene un doble significado: es el aniversario, registrado en el Martirologio Romano, del martirio de Carlos Lwanga con 12 compañeros; además, en el Calendario General es la memoria litúrgica común de los veintidós mártires ugandeses.
La historia de los misioneros
Al principio, la labor de los misioneros, iniciada en 1879, fue bien recibida por el rey Mutesa, así como por su sucesor Muanga, quien, sin embargo, se dejó influir por el canciller del reino y el jefe de la tribu, decidiendo la supresión física de los cristianos, a algunos de los cuales llegó a matar con sus propias manos. Esta violenta persecución causó un total de cien víctimas. Entre ellos estaba Charles Lwanga, jefe de los pajes del rey Muanga, que fue quemado vivo junto con doce compañeros el 3 de junio de 1886. El Papa Benedicto XV beatificó a los veintidós gloriosos mártires el 6 de junio de 1920. Fue Pablo VI quien los canonizó el 8 de octubre de 1964, y cinco años más tarde, durante su viaje apostólico a África, también dio su nombre al gran santuario de Namugongo, erigido en el lugar del martirio de San Carlos Lwanga y sus compañeros. Son, estos mártires, los primeros fieles católicos del África subsahariana en ser proclamados santos.
Un don para ser compartido
"El don del Espíritu Santo es un don que se da para compartir", incluso en el martirio. Con estas palabras el Papa Francisco, el 28 de noviembre de 2015, durante su undécimo viaje apostólico, recordó el sacrificio de Carlos Lwanga y compañeros en su homilía de la misa celebrada en el Santuario de los Mártires de Uganda en Namugongo. El Papa pidió en esa ocasión recordar también a los mártires anglicanos, cuya "muerte por Cristo testimonia del ecumenismo de la sangre". A continuación, la invitación a todos los fieles a recibir y valorar el legado de los mártires ugandeses en su plenitud, sin convertirlo en "una joya de museo":
Queridos hermanos y hermanas, esta es la herencia que han recibido de los mártires ugandeses: vidas marcadas por la fuerza del Espíritu Santo, vidas que también ahora siguen dando testimonio del poder transformador del Evangelio de Jesucristo. Esta herencia no la hacemos nuestra como un recuerdo circunstancial o conservándola en un museo como si fuese una joya preciosa. En cambio, la honramos verdaderamente, y a todos los santos, cuando llevamos su testimonio de Cristo a nuestras casas y a nuestros prójimos, a los lugares de trabajo y a la sociedad civil, tanto si nos quedamos en nuestras propias casas como si vamos hasta los más remotos confines del mundo.
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