Monseñor Poisson: Es necesario “ir adelante, sin olvidar el pasado”
Marine Henriot – Vatican News
El corazón de este viaje es la reconciliación y la curación. Monseñor Raymond Poisson, obispo de Saint-Jérôme-Mont-Laurier y presidente de la Conferencia de los obispos católicos de Canadá, ilustra la génesis de este viaje pontificio y las esperanzas que conlleva.
¿Qué esperan de esta histórica visita?
Esta histórica visita forma parte de un conjunto de gestos que los obispos hemos pedido, desde el pasado mes de septiembre, para fomentar un clima de reconciliación con nuestros hermanos y hermanas autóctonos. El de las escuelas residenciales es un período oscuro de nuestra historia canadiense, con toda la cuestión de su cultura, del respeto a su cultura, también por nuestro país, porque fueron las primeras naciones que habitaron nuestra nación.
Tras dos aplazamientos por la pandemia de coronavirus, una delegación de personas autóctonas visitó el Vaticano el pasado mes de marzo. Y así tuvo lugar un primer gesto de reconciliación, y el hecho de que se haya pospuesto dos veces no hizo sino aumentar el interés de esta delegación por parte de nuestros hermanos y de nuestras hermanas autóctonos. Y éste es el motivo por el cual, como vieron con ocasión de la audiencia del pasado 1 de abril, acabamos siendo más de 150 personas.
Aquella fue una oportunidad para que el Papa escuchara los testimonios de los supervivientes y de las supervivientes, ancianos y jóvenes. Luego tomó la palabra y en unión con nosotros, los obispos de Canadá, expresó las disculpas por los abusos que cometieron los miembros de la Iglesia durante aquel período histórico
El viaje es inminente, se inscribe en este camino y pretende ser un gesto ulterior. Lleva signos de reconciliación, quizás más reconciliación que disculpas, por el simple hecho de estar entre nosotros. En la sede de una de estas escuelas, se reunirá de nuevo con los supervivientes, celebrará grandes misas públicas, con ocasión de la fiesta de Santa Ana – importante para todos, por ser una figura emblemática para las personas indígenas – participará en un encuentro autóctono y en otro no autóctono. Se trata, por tanto, de gestos concretos de reconciliación que – esperamos – llevarán a la realización de nuestros proyectos junto a ellos.
De hecho, hemos reservado un fondo de 30 millones de dólares canadienses para apoyar proyectos de conocimiento mutuo, de su cultura, de su espiritualidad y de su historia ya que, en efecto, toda la sociedad canadiense está muy alejada de la realidad de nuestros hermanos y de nuestras hermanas autóctonos, y viceversa.
Es útil precisar que el viaje del Papa Francisco a los territorios autóctonos tiene una importancia simbólica para las comunidades locales...
Sí, porque los autóctonos están muy ligados a sus territorios. Probablemente el concepto de propiedad y de territorio para nosotros los occidentales se limita a nuestra casa. Para ellos, en cambio, se trata de un espacio colectivo, comunitario, un territorio cercano a la naturaleza.
Por otra parte, hemos elegido diversos signos o símbolos con ocasión de los encuentros o incluso en el de las dos misas públicas: gestos de espiritualidad cristiana que, sin embargo, tendrán un color y un sabor autóctonos, sobre todo a través de las danzas y la música... Todos estos son gestos de reconciliación.
¿Cómo se podría describir la relación actual entre la Iglesia y las diversas comunidades autóctonas de Canadá?
En Canadá hay más de 600 comunidades autóctonas: más de sesenta entre First Nations; luego están los Métis, que están organizados en una asociación nacional, y también están los Inuit. Todas estas personas no comparten ni la misma cultura ni la misma lengua, cada uno es diferente del otro. Para la organización del viaje, nos dirigimos a las tres organizaciones nacionales que reúnen, precisamente, a First Nations, Métis e Inuit para que todos puedan participar en el evento.
Cada obispo en su diócesis tiene vínculos con la comunidad que reside en su territorio. Por ejemplo, las comunidades autóctonas están más concentradas en el Oeste que en el Este del país. Por lo tanto, hay que recordar que también hay diferencias en las relaciones según las zonas. Pero en general entre las comunidades la expectativa es más bien entusiasta y positiva.
En el ámbito de las organizaciones nacionales, también influyen otros aspectos. En una crisis como la vivida en Canadá, el gobierno federal está igualmente implicado con su política. Por ello, trabajamos mano a mano con el gobierno para hacer gestos de reconciliación. Seguimos nuestra pedagogía, que no puede ser la del gobierno, pero que sí es la de la Iglesia, y que consiste en estar cerca de las personas a nivel local y comunitario. Jamás hemos estado ausentes de la vida de las comunidades en las reservas, hay sacerdotes y misioneros en el terreno que están presentes y siguen estándolo, aunque de manera diferente: dejemos más espacio a su cultura, a su espiritualidad, y tengamos el valor de admitir esta vicisitud.
Cuando usted vino al Vaticano en primavera, la Asamblea de First Nations ofreció al Papa una parte de una cuna tradicional. Después de una noche, el Papa Francisco les pidió que devolviera esa cuna: ¿nos explica el significado de aquel gesto?
Esa parte de la cuna que llevó la delegación era para ilustrar, para simbolizar toda la cuestión de los niños en las escuelas residenciales. Obviamente, el Santo Padre la recibió: no sabía que iba a recibir este don; después hablamos sobre el tema y él me pidió que la devolviera. Fue un modo para: “Vendré yo mismo a ver estos lugares, a hablar con ustedes, a escucharlos de nuevo”. No sé si con ocasión de los próximos encuentros estará nuevamente aquella cuna...
Las personas autóctonas siguen siendo discriminados en la sociedad canadiense; ¿qué diferencia puede suponer la visita del Papa en este sentido?
Nuestra esperanza es que esta visita sea realmente una etapa ulterior que nos ayude a pasar la página, esta página que fue escrita desde el inicio por la Comisión para la verdad y la reconciliación, que pedía disculpas y una visita del Papa. A este punto, este paso se habrá dado y podremos seguir adelante. Sin olvidar lo que pasó ayer, sin olvidar la importancia de las disculpas. Es necesario hacer gestos concretos de reconciliación y así dejar espacio a la vida, a la vida de hoy y de mañana, y para esto existe nuestro fondo de reserva para los diversos proyectos. Creo que la visita del Papa nos permitirá pasar la página de un libro que no cerraremos, que no olvidaremos, y escribir una nueva página con nuevos proyectos. Hay que pensar en un lenguaje diferente, el del futuro. En este sentido, la Iglesia representa un servicio para la sociedad canadiense, porque toda la sociedad canadiense tiene necesidad de ser reconciliada.
En su opinión, ¿cuál es la responsabilidad de la Iglesia hoy en día con respecto a la forma en que sus miembros, en el pasado, colaboraron en la aplicación de la Ley sobre los indígenas de 1876?
No puedo pensar que la Iglesia haya estado implicada en la aplicación de estas leyes, mientras, en cambio, nosotros hemos estado implicados en la gestión cotidiana de las escuelas residenciales. El sistema era del gobierno y federal. Cuando estuvieron las leyes sobre los indígenas y las leyes sobre la gestión de los territorios y de las reservas, la Iglesia estaba presente en el sentido de que estaba al lado de los autóctonos. Pero no es responsable de esas leyes, no puede responder por ellas: esto es otra cosa. No obstante, esperamos que nuestros gestos de reconciliación puedan inducir al gobierno a reflexionar, por ejemplo, sobre el acceso de los pueblos indígenas al agua potable y a la instrucción. Este es un camino que iniciamos juntos, según nuestras responsabilidades particulares.
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