L'Aquila, Petrocchi: El Papa hará universal la intuición profética de Celestino V
Tiziana Campisi – Ciudad del Vaticano
El perdón requiere humildad y pedirlo es un arte difícil, cuesta, pero es necesario. Y también es un aspecto importante, el perdón, en la vida personal y colectiva, señaló el cardenal Giuseppe Petrocchi, arzobispo de L'Aquila, en su intervención en la conferencia, celebrada este 20 de agosto, "De Celestino a Francisco. Una iglesia de la misericordia y la esperanza", organizada en preparación de la visita del Papa a la capital de los Abruzos el 28 de agosto para la apertura del 728º Perdón Celestino. El acontecimiento se remonta a 1294, cuando Celestino V, un mes después de la solemne celebración que lo coronó Papa, promulgó una bula por la que se concedía indulgencia plenaria a todos aquellos que, "verdaderamente arrepentidos y confesados", acudieran a la basílica de Santa María de Collemaggio "desde las vísperas de la fiesta de San Juan hasta las vísperas inmediatamente posteriores a la fiesta", es decir, desde la tarde del 28 de agosto hasta la del 29. La Perdonanza, en italiano, se celebró solemnemente por primera vez en 1295, cuando Celestino ya había renunciado al papado. La tradición de la apertura de la Puerta Santa -situada en el muro izquierdo de la Basílica- precedida de una larga procesión histórica, es posterior. La construcción puede datarse, de hecho, en torno a 1397. El Papa Francisco será el primer Pontífice que la abrirá.
Perdón, ecología del alma
El cardenal Petrocchi insistió en el lado humano e interior del perdón. Es precisamente el perdón lo que guarda la ecología del alma, la buena gestión de la propia interioridad, de las ideas que la recorren y de las emociones que la atraviesan. La venganza, el estilo vengativo, el rencor, la agresividad, representan una patología del alma, "son bacterias que infectan y condicionan el modo de pensar, de sentir y de actuar", añadió el cardenal, porque allí donde estos módulos cognitivos y afectivos tienen el control, "el pensamiento pierde la capacidad de ser objetivo en relación con uno mismo y con los demás, pero también el corazón es incapaz de pulsar amor, porque no lo recibe y es incapaz de transmitirlo". Y donde el corazón no tiene amor, hay una especie de asfixia del alma, porque el amor es el oxígeno del alma. De ahí la invitación del cardenal a redescubrir el perdón y su valor tanto en la perspectiva evangélica como en la social.
El perdón de L'Aquila al mundo
El arzobispo de L'Aquila señaló que con Francisco, el Perdón Celestiniano se proyecta a nivel planetario, ya que el Papa hará universal "la intuición profética del Papa Celestino". "Con Francisco, el tema del Perdón se vuelve central, porque encaja perfectamente con su magisterio sobre la misericordia, que a su vez es central en la vida y misión de la Iglesia", continuó el cardenal, "y también se vuelve central en la vida y misión de nuestra Iglesia y de esta ciudad". Por último, la esperanza de que el Perdón nos haga comprender "que el amor cambia, transforma, nos hace nuevos y capaces de construir un entendimiento más común con la sociedad, más solidario, más fraterno, una tierra más habitable para todos los hombres, una tierra para cada hombre y a escala humana".
Ser Iglesia en salida con Francisco
La conferencia analizó varios aspectos de la indulgencia celestina, y Don Luigi Epicoco, asistente eclesiástico del Dicasterio para la Comunicación, que intervino entre los ponentes, señaló que yendo a L'Aquila, el Papa se hace peregrino, invitándonos a ser Iglesia en salida, a hacernos cercanos. El Perdón Celestino no debe ser un gesto del pasado que se repite, sino una ocasión de conversión. Recordando el viaje de Pedro de Morrone a L'Aquila para ser coronado Papa, Epicoco desarrolló el tema del viaje como camino humano, que se convierte en peregrinación cuando se encuentra a Cristo. En la Perdonanza estamos llamados a revivir una peregrinación, subrayó Epicoco, y con el Papa Francisco debemos ofrecer nuestro viaje para redescubrir la esperanza; la visita del Papa a L'Aquila debe llevar a la Iglesia a salir una vez más, a hacerse cercana, a salir al encuentro de los demás.
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