La emoción de Candela Giarda, protagonista del milagro del Beato Juan Pablo I
Sebastián Sansón Ferrari – Ciudad del Vaticano
A las cinco de la mañana de este domingo 4 de septiembre, en Paraná, Argentina, Roxana Sosa y su hija Candela Giarda, de 22 años, encendieron el televisor para seguir la beatificación de Juan Pablo I. Unas vecinas las acompañaron en este momento único. Después, celebraron la santa misa en la parroquia de Bajada Grande, en la provincia de Entre Ríos, comentan en un mensaje enviado a Radio Vaticana - Vatican News.
No se trataba de una celebración cualquiera para ellas: en 2011, Candela tenía 11 años y estaba internada en Buenos Aires debido a una grave enfermedad. Estando en la parroquia Nuestra Señora de la Rábida, en Buenos Aires, el Padre José Dabusti empezó a ver a una mujer que se acercaba a rezar y, en varias oportunidades, participaba en la misa. “Era Roxana Sosa”, relata el sacerdote en la Oficina de Prensa de la Santa Sede. Roxana le contó sobre la enfermedad de su hija. “Yo frecuentaba las salas de ese sanatorio, visitando a los enfermos y a sus familias”, narra Dabusti.
En todas las misas, el presbítero pedía a la comunidad que rezara de manera especial por la salud de Candela y también recuerda haberse aproximado en distintas ocasiones a la terapia intensiva de la Fundación Favaloro. “En ese quinto piso, con Roxana compartíamos, junto a la cama de Candela, la oración, el sacramento de la unción que le administré, las bendiciones y también las tristezas por el deterioro que sufría la salud de Candela”, prosigue. “Una misteriosa esperanza y una fortaleza ejemplar veía yo brotar del corazón de esta madre”, añade.
La fuerza de la oración de intercesión
El 22 de julio cerca del mediodía, Roxana fue hasta la parroquia en la que estaba el Padre Dabusti para comentarle que los médicos le acababan de avisar que Candela se había contagiado de un virus intrahospitalario. Tenía neumonía y no creían que pasara la noche. “Roxana me pidió que fuera, que rezáramos una vez más, que la bendijera”, afirma.
Fueron juntos a la institución sanitaria, pasaron a la terapia: “Yo no recuerdo, en aquel momento, cuánto personal médico estaba cerca de la cama de Candela. Tengo viva la imagen de una enfermera que estaba emocionada”, sostiene.
Una certeza que tiene dos palabras: Espíritu Santo
“¿Cómo se me ocurre proponerle a Roxana rezarle a Juan Pablo I para que interceda por la vida y curación de Candela?”, es la pregunta que se plantea Dabusti en su testimonio y que cientos de periodistas y otras personas le han formulado. Humanamente, no lo sabe, pero espiritualmente sí, y la certeza, asegura, tiene dos palabras: Espíritu Santo. Recuerda que, para los sacerdotes, encontrarse en situaciones terminales en la vida de las personas son frecuentes.
“Al visitar hospitales, centros de salud, geriátricos y hogares, continuamente estamos frente a la realidad de la muerte. Por eso, afirmo que fue, ciertamente, una moción del Espíritu la que me llevó a proponerle esta oración a Juan Pablo I”.
Roxana no conocía nada del Papa Luciani, señala Dabusti, y como estaban en una terapia intensiva, realizó una explicación breve sobre las motivaciones de rezar y pedir la intercesión para que salvara la vida de Candela y se pudiera recuperar. Entonces, juntos, la madre, el sacerdote, las dos enfermeras presentes pusieron sus manos sobre el cuerpo de Candela y Dabusti oró espontáneamente.
Al día siguiente, Roxana se dirigió a la parroquia y le dijo que su hija no solo había pasado la noche, sino también presentaba signos de mejoría. Pasaron los días, las semanas y Candela siguió su recuperación, hasta que el padre Dabusti perdió contacto con ellas porque fue dada de alta y regresó a Paraná.
El reencuentro
En un “silencio providente”, así dice el padre Dabusti, las cosas quedaron hasta fines de 2014, cuando volvió a reencontrarse con Roxana y Candela en la misma parroquia de La Rábida.
“Fue una gran alegría ver a una chica de casi 15 años que no reconocí y a su madre. Venían a saludarme. Roxana quería que Candela me conociera y también que yo viera cómo estaba recuperada. Esa tarde, le pregunté a Roxana si recordaba a quién le habíamos rezado. Y acto seguido agregué: ‘Me parece que algún día vamos a tener que informar este hecho maravilloso’”.
A partir de ese momento, los pasos, el proceso para la investigación, el estudio del milagro “tuvieron la mano providente del Señor y a tantas personas que siguieron entrecruzando estas tres líneas” (la línea histórica, espiritual y social que Dabusti desglosa en su alocución). Se trató de “personas más o menos ocultas, más o menos conocidas, pero ciertamente muy generosas, hicieron posible llevar adelante este proceso”.
“Le agradezco al Señor y a cada uno de ellos su entrega. Haber puesto al servicio de la Iglesia su tiempo, sus talentos y profesionalismo. Y pido a Jesús, Señor de la Vida, que por intercesión de Juan Pablo I los bendiga a todos ellos. Que la beatificación de Juan Pablo I, traiga enormes frutos espirituales y gracias a nuestra querida Iglesia”.
La participación de la Arquidiócesis de Paraná
En representación de la Arquidiócesis, participó Monseñor Eduardo Tanger en la celebración que presidió el Santo Padre Francisco este domingo 4 de septiembre en la Plaza de San Pedro.
Por su parte, el Arzobispado publicó un mensaje en sus redes sociales dando gracias a Dios por el nuevo Beato Juan Pablo I y recordando que el milagro que dio paso a la beatificación es de Paraná. También piden al Señor que bendiga, por intercesión de Juan Pablo I, a la circunscripción eclesiástica.
Gracias por haber leído este artículo. Si desea mantenerse actualizado, suscríbase al boletín pulsando aquí