En Cabo Verde tres religiosas ayudan a las mujeres víctimas de la prostitución
Por Alicia Lopes Araújo
Liberar a las mujeres de las cadenas de cualquier forma de esclavitud, con una atención especial a las víctimas de la prostitución y de la trata con fines de explotación sexual: esta es la misión que lleva adelante la congregación de las Adoratrices Siervas del Santísimo Sacramento y de la Caridad, fundada por Micaela Desmaisières y López Dicastillo y Olmeda — hoy venerada como santa María Micaela — en 1856 en Madrid. La joven Micaela, perteneciente a la nobleza española, después de haber conocido en el hospital madrileño “San Juan de Dios” a una joven víctima de la prostitución, renuncia a la posición social para dedicar la propia vida a los otros y en 1845 abre su casa de acogida para mujeres explotadas. Siguiendo el carisma de su fundadora, las hermanas adoratrices están actualmente presentes en cuatro continentes con 170 proyectos distribuidos en veinticinco países.
¿Cómo permanecer indiferentes a este grito de ayuda?
Y también del pequeño archipiélago de Cabo Verde - cuenta a nuestro periódico Sor Simona Perini, parafraseando Éxodo 3 - «ha llegado a nuestros oídos» el grito de sufrimiento de muchas mujeres atrapadas, para sobrevivir, en la red de la explotación. «¿Cómo podíamos nosotras permanecer indiferentes a este grito de ayuda? Es por esto que», explica, «hace trece años algunas hermanas fundaron la comunidad adoratriz en la ciudad de Mindelo, en la isla de São Vicente». Las tres religiosas (la italiana sor Simona y dos españolas) están todavía en primera línea para la recuperación de la dignidad y el rescate de las mujeres víctimas o en riesgo de prostitución, que «viven en condiciones de extrema indigencia en las chabolas periféricas construidas normalmente con el metal reciclado de los contenedores, sin electricidad, agua, gas ni servicios higiénicos. Muchas de ellas son jóvenes madres, maltratadas o abandonadas por sus compañeros, obligadas a prostituirse para mantenerse a sí mismas y a sus familias».
El programa social “Cree en ti”
La pequeña congregación se ha convertido con los años en presencia libre y liberadora para las mujeres en situación de vulnerabilidad de la isla. En 2016 lanzaron el programa social Kreditá na bo (“Cree en ti” en el idioma criollo local), cuyos objetivos principales son: rescate, promoción personal, reinserción socio-laboral de las mujeres, así como denuncia de las situaciones de injusticia. El programa, que se avala de un equipo de profesionales caboverdianos, está constituido por varios proyectos: centro de escucha, actividad de contacto de bajo umbral, intervención psico-social con adolescentes en riesgo de exclusión y prostitución y sensibilización.
«El centro de escucha - explica Perini - es un espacio dedicado a la acogida y al acompañamiento educativo, psicológico y jurídico de mujeres de cualquier nacionalidad, de los 18 a los 40 años (salvo excepciones), que viven en São Vicente o en otras islas». Las usuarias tienen la posibilidad de participar en cursos de formación (alfabetización, informática, cocina, corte y confección). Mensualmente además se distribuye un paquete alimenticio a algunas familias de las beneficiarias del programa. No obstante, se trata de una ayuda temporal para no caer en el asistencialismo», subraya la religiosa.
Las hermanas comparten tiempo con la gente
El objetivo de la actividad de contacto y bajo umbral es en cambio establecer una relación directa con las víctimas de la prostitución, para favorecer la búsqueda de alternativas en la construcción de una vida libre y digna. Es fundamental, evidencia sor Simona, «conocer en primera persona la realidad social, económica y familiar de todas las mujeres que se acercan a nuestro servicio y deciden hacer un parte del camino con nosotros. Están previstas las visitas domiciliares semanales; las hermanas y los trabajadores entran en las casas, comparten tiempo con la gente del barrio, conversando o tomando un chà (té). Caminando por los callejones, observan y recopilan información, para trazar un camino ad hoc».
Proteger a adolescentes de las garras de la prostitución
Este proyecto, que actualmente involucra a 185 mujeres, «nace también de la necesidad de dar respuestas concretas a un número cada vez más elevado de adolescentes marginados, que corren el riesgo de caer en las garras de la prostitución; en el espacio dedicado a ellas tienen la posibilidad de adquirir habilidades necesarias para un desarrollo armónico: apoyo escolar, formación de grupos sobre valores, apoyo psicológico, educativo y judicial. Otro objetivo importante es sensibilizar la sociedad caboverdiana sobre las cuestiones vinculadas al tráfico y a la explotación sexual, divulgando informaciones sobre la asistencia a las víctimas y favoreciendo a una toma de conciencia sobre la importancia de las propias acciones y omisiones en este campo, para que todos se vuelvan responsables.
El desafío: garantizar un lugar seguro y acompañar
Cabo Verde, a pesar de ser considerado un índice medio de desarrollo humano desde 2007, todavía tiene que hacer frente a la sequía y a la plaga del desempleo, especialmente entre los jóvenes y las mujeres. El 9,2% de la población vive en extrema pobreza, según la Oficina ONU para los asuntos humanitarios. «La ausencia de perspectivas corre el riesgo de desembocar en el abuso del alcohol, uso de sustancias psicoactivas, delincuencia juvenil, mendicidad. Aflige al archipiélago en los últimos años también la prostitución alimentada por el turismo sexual y el drama de la prostitución infantil», advierte la entrevistada, reiterando que trabajar en contextos tan delicados conlleva desafíos cotidianos: «Hoy nuestro desafío más grande es garantizar un lugar seguro y acompañar, durante un tramo del camino, a las adolescentes y a las mujeres más vulnerables. Muchas chicas son violadas por padrinos y familiares, otras están en riesgo o ya han ejercido la prostitución. A esto se añade el número creciente de casos de embarazos precoces, que obliga a muchas jóvenes madres a aceptar vejaciones para poder tener un techo para ellas y para el recién nacido». La comunidad tiene intención de ampliar el propio campo de acción a las otras islas. «Nos preocupa en particular -declara- crear casas de acogida para mujeres víctimas de la trata, de la prostitución, de la violencia de género y para adolescentes vulnerables».
Julia, semilla de esperanza para tantas otras mujeres
Gracias a una importante subvención española, «somos capaces de apoyar, con microcréditos, los sueños de muchas de las mujeres que asisten a nuestros cursos de cocina. Después de completar la formación también sobre emprendimiento, cada una recibe un kit. Los productos luego se venden como comida callejera». Emblemática la historia de Julia (nombre inventado) que, afirma entusiasmada sor Simona, «ha creído en sí misma», convirtiéndose en semilla de esperanza para tantas otras mujeres: «Esta joven, a través del pasa palabra, se dirigió hace años a nuestro centro para pedir ayuda; probada por una vida transcurrida prostituyéndose, aspiraba a encontrar otros caminos para dar de comer a su familia numerosa y salir de la condición de degrado. Julia vivía en una pequeña casa de lata y en el patio tenía solo un pequeño brasero para cocinar. Nuestras trabajadoras le propusieron asistir al curso de cocina. Era tan fuerte su deseo de rescate y la necesidad de fiarse de alguien que la apoyara que, antes incluso de que terminara el curso, empezó a vender alimentos preparados por ella. Hoy, con un trabajo digno, pudo obtener mejores condiciones de vivienda y alcanzar un nivel de vida más sereno». Esta historia es la demostración de que juntos se puede cambiar de rumbo, emprendiendo un nuevo camino hacia la libertad.
Gracias por haber leído este artículo. Si desea mantenerse actualizado, suscríbase al boletín pulsando aquí