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Proyecto del GSF promueve autonomía de migrantes en Colombia

Diversas congregaciones como los misioneros scalabrinianos, las hermanas de la Divina Voluntad, las Adoratrices y las religiosas scalabrinianas forman parte del Hub para la innovación social impulsado por el Global Solidarity Fund. La iniciativa les permite una coordinación para dar una respuesta integral a los migrantes, de modo que ofrecen formación para el trabajo y contactos para que se empleen o creen sus propios negocios.

Felipe Herrera-Espaliat, enviado especial a Colombia

En medio de un mundo crecientemente marcado por grandes movimientos migratorios, el flujo de personas desde Venezuela a Colombia ha sido uno de los más significativos las últimas décadas y, sin duda, el mayor en América del Sur. Desde 2017 casi siete millones de venezolanos se sintieron urgidos a dejar sus hogares ante el decadente escenario social, político y económico de su país. “No había leche ni pañales, los alimentos habían escaseado por completo, los anaqueles estaban todos vacíos. Realmente la situación era insostenible”, asegura Francis Cruz, quien tras haber administrado por años un gran restaurante en el Estado de Carabobo, un día se encontró sin la posibilidad de alimentar a sus hijos. La única salida que vio posible fue aventurarse, como lo hacían miles de sus compatriotas, a cruzar hacia Colombia.

Manicure y pedicure son de los oficios con más demanda en Colombia, y permiten a los migrantes venezolanos encontrar una fuente laboral para emplearse o emprender.
Manicure y pedicure son de los oficios con más demanda en Colombia, y permiten a los migrantes venezolanos encontrar una fuente laboral para emplearse o emprender.

Algo similar le pasó a Enzor Figuera, quien desde hace seis años prueba suerte en los alrededores de Cúcuta. Dejó su casa propia y entró ilegalmente a Colombia. Lo emplearon sin papeles en unas minas de carbón donde durante tres años soportó un ritmo de 15 días de trabajo por dos de descanso. Sobrevivió a un derrumbe que lo dejó atrapado y que le dañó de tal manera su mano izquierda, que perdió movilidad y, de paso, su empleo.

Enzor se trasladó a Cúcuta con su mujer y sus cuatro hijos y los últimos tres años los ha pasado en la calle vendiendo caramelos, recolectando material de reciclaje de los botes de basura o, simplemente, mendigando. Lo reconoce con dolor profundo, el mismo que sintió cuando hace un mes lo echaron de la casa donde vivía con su familia por no poder pagar. Fue en ese momento que se enteró del nuevo Centro de Atención Integral al Migrante (CIAMI) que la comunidad de los religiosos scalabrinianos abrió en Villa del Rosario, junto a Cúcuta. Es un moderno complejo de edificios que alberga familias, les da apoyo psicosocial, jurídico y alimentación, pero también los invita a permanecer durante tres meses para que los adultos reciban una formación técnica que les permita iniciar su propio negocio o encontrar un trabajo.

Enzor Figuera, migrante venezolano, juega junto a sus hijos a la espera de recibir una formación y encontrar un trabajo estable. (@Margherita Mirabella/Archivio GSF)
Enzor Figuera, migrante venezolano, juega junto a sus hijos a la espera de recibir una formación y encontrar un trabajo estable. (@Margherita Mirabella/Archivio GSF)

Promoviendo la autonomía para los migrantes

Los retos que enfrentan los migrantes venezolanos al llegar a Colombia dicen relación con la regularización de su residencia en el país, pero también con poder realizar alguna actividad que les permita ganarse honestamente la vida. Si bien los primeros grupos en salir de Venezuela estaban marcados por personas con un alto nivel de formación profesional, los dos últimos años se ha producido un flujo que comprende principalmente personas de sectores rurales y con poca formación para el trabajo en ciudad. Y esa es una realidad que ha sido considerada por el Global Solidarity Fund (GSF), una organización filantrópica presente en diversos países del mundo, y que está impulsando en Colombia un “Hub para la innovación social”.

Tras haber identificado que las congregaciones religiosas son de las organizaciones más eficientes al momento de dar un apoyo las personas migrantes, el GSF las está ayudando a coordinarse mejor entre ellas, ya que los objetivos de sus misiones particulares se cumplen con mayor eficacia cuando trabajan de modo corporativo. Es lo que han podido experimentar diversas comunidades femeninas como las Religiosas Adoratrices y las Hermanas de la Divina Voluntad que se han coordinado y ya ven los frutos. En Bogotá, la capital de Colombia, se abocan según sus carismas a la promoción integral de las mujeres, prestando auxilio de modo particular a quienes sufren explotación sexual dada su condición de vulnerabilidad. Sor Ilse Villamar explica que las mujeres llegan “devastadas, sintiéndose sucias y creyendo que no tienen capacidad para nada”. Por eso, junto con un contundente apoyo psicológico y social, les ofrecen capacitación en áreas como corte y confección, manicure y pedicure. Pero eso no basta.

El Global Solidarity Fund coordina a las congregaciones religiosas para responder mejor a las necesidades de los migrantes, y los pone en contacto con potenciales empleadores. (@Margherita Mirabella/Archivio GSF)
El Global Solidarity Fund coordina a las congregaciones religiosas para responder mejor a las necesidades de los migrantes, y los pone en contacto con potenciales empleadores. (@Margherita Mirabella/Archivio GSF)

Encontrar trabajo o arriesgarse con un emprendimiento es siempre un desafío, y esa es la segunda etapa a la que mira el “Hub para la innovación social” del Global Solidarity Fund. “El objetivo es el de crear un nuevo sistema, soluciones innovadoras que unan las habilidades, las capacidades y la confianza que los migrantes tienen en las congregaciones religiosas con la innovación, la capacidad de las empresas de crear trabajo y mercado”, detalla Marta Guglielmetti, directora ejecutiva del GSF.

Por eso, para lograr que los migrantes sean autónomos y puedan vivir de modo estable y con tranquilidad, ahora el GSF está tendiendo lazos entre las congregaciones religiosas y empresas de distinto tipo que puedan dar empleo a quienes ya poseen una buena formación. Al mismo tiempo, están apoyando las acciones que faciliten la inserción en el mercado de quienes opten por establecer sus propios negocios. Este modo de trabajo colaborativo que apunta a la autonomía permitiría romper con el vicio del asistencialismo con que muchas agencias de cooperación internacional anulan las capacidades de las personas, según el sacerdote scalabriniano Flor Rigoni. Este religioso ha trabajado durante cuarenta años con migrantes en América Latina y asegura que el asistencialismo “es una droga. Una droga con que Naciones Unidas justifica su sobrevivencia. Una droga para el migrante, porque lo dejo claramente dependiente de mi ayuda”.

El sacerdote scalabriniano Flor Rigoni participa de conversaciones con emprendedores de Cúcuta para dar empleo a los migrantes. (@Margherita Mirabella/Archivio GSF)
El sacerdote scalabriniano Flor Rigoni participa de conversaciones con emprendedores de Cúcuta para dar empleo a los migrantes. (@Margherita Mirabella/Archivio GSF)

La alegría de la superación

En el barrio Kennedy de Bogotá las religiosas scalabrinianas administran un centro de acogida y formación de migrantes fundado por la Arquidiócesis de Bogotá. Allí, con el auspicio del Global Solidarity Fund y en conjunto con un equipo de expertos coordinan programas de formación en atención estética, repostería y también habilidades como contabilidad y planes estratégicos, de modo que cada cual pueda decidir si emplearse o iniciar su propio negocio. Incluso les ofrecen un capital semilla a quienes optan por el emprendimiento. Una de ellas es Isa Loyo, venezolana residente en Colombia hace cuatro años, y que ahora administra su propio establecimiento de comida rápida junto a su marido. Han hecho una alianza con una empresa de distribución por medio de la cual sus productos gastronómicos llegan todavía calientes a distintos sectores de la capital colombiana. Ella lo cuenta con alegría y orgullo, agradecida de la acogida que recibió como migrante, de la formación que le entregaron y del futuro que ahora se le abre para ella y su familia.

Creado y gestionado por los scalabrinianos, el Centro de Atención Integral al Migrante de Villa del Rosario ofrece alojamiento y formación a los migrantes venezolanos. (@Margherita Mirabella/Archivio GSF)
Creado y gestionado por los scalabrinianos, el Centro de Atención Integral al Migrante de Villa del Rosario ofrece alojamiento y formación a los migrantes venezolanos. (@Margherita Mirabella/Archivio GSF)

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08 octubre 2022, 15:00