Viviendo a Clara hoy en el mundo
Escrito “en coro” en el corazón del Monasterio beata Virgen del Buen Camino
Cuando san Francisco y santa Clara atrajeron tras de sí a multitud de hombres y mujeres sedientos de verdad y de Evangelio, era a finales del siglo XII e inicios del XIII y los biógrafos de la época encuadraban su misión en la situación social y espiritual de esa época con palabras como estas:
Hoy, en el siglo XXI , nosotras hijas de Clara sentimos tener la misma misión, aunque los modos para vivir este carisma son los que el tiempo nos sugiere y que además están siempre bajo discernimiento, para que nuestro mensaje y nuestro testimonio alcancen a los hombres de hoy a través de su lenguaje e intercepten sus verdaderas preguntas. En estos últimos años nos hemos encontrado todos viviendo un clima pesado, primero por la pandemia, después por la guerra a las puertas de nuestra Europa. En un mundo interconectado, además, todo nos alcanza y nos hiere, siendo conscientes de pertenecer a esta humanidad que sufre y afronta miles de urgencias. La nuestra es una vida de oración y contemplación, pero una oración en la que nuestro corazón lleva en sí el grito de todos los hermanos, las esperanzas de pueblos enteros, además de las ansias de los amigos más cercanos y presentes a nuestra mirada.
Durante la pandemia, no pudiendo tener contacto directo con la gente, para hacer sentir nuestra cercanía y participación, preparamos un vídeo en Youtube en el que dedicamos un canto de esperanza a los enfermos de Covid y a los trabajadores sanitarios. Esta iniciativa tuvo muchas resonancias positivas, pero sabemos que estos medios no servirían si no expresaran un verdadero involucramiento de fe y de amor. Ese amor que nos impulsó a dedicar toda la Cuaresma de ese año, desde lo escondido y en el silencio, a una adoración eucarística ininterrumpida con la que interceder insistentemente por nuestro país y el mundo entero.
Del mismo modo, tocadas por el tormento de la guerra en Ucrania, quisimos implicar en la oración a los fieles que frecuentan nuestra iglesia, proponiendo turnos de adoración eucarística todos los domingos de Cuaresma, a partir de las primeras horas de la mañana, en las que el canto de los Laudes abría ese tiempo bendecido a la gracia.
Este tiempo fuerte de intercesión después culminó en la Vigilia Pascual, celebrada con particular intensidad. Nuestro pensamiento fue a todas las situaciones de muerte y sufrimiento que nos son encomendadas: enfermos, personas solas y desesperadas, sin techo, familias en dificultad… Todas las hemos visto iluminadas por la gloria del Resucitado que transfigura el dolor y trae vida nueva. Algunos de estos hermanos y hermanas le seguimos de forma particular, encontrándoles en el locutorio y rezando junto a ellos para sostenerles en los momentos más difíciles (por ejemplo, una madre que ha perdido a su hijo en un accidente, familias en dificultad con los hijos, jóvenes que buscan el sentido de la vida, mujeres deseosas de una guía espiritual, etc.).
Otra modalidad que nuestra Forma de Vida nos ha sugerido para reflejar la luz de Cristo y que hemos realizado en más de una ocasión, también a la luz de los nuevos documentos sobre la vida de clausura que la Iglesia ha promulgado, es la de abrir a las personas más cercanas e interesadas, los encuentros de Lectio Divina que habitualmente hacemos entre nosotras hermanas en comunidad. También esta iniciativa trae savia de las raíces de nuestra vida contemplativa, porque la penetración de la Palabra no se improvisa, ni se reconoce la voz del Espíritu si no es escuchada de forma cotidiana y con perseverancia ofreciendo nuestro corazón a la escucha amorosa del Verbo.
Además, estamos convencidas de que la posibilidad que tiene Clara hoy de difundir y emanar luz clara en la casa del Señor está sobre todo unida a nuestro testimonio de vida fraterna, en la unidad y en la comunión. Si santa Clara sintetizaba los pilares de su vocación y su carisma en la “Santa unidad y altísima pobreza”, hoy parece aún más incisivo y necesario el testimonio de que es posible superar los impulsos individualistas dominantes en la cultura y en la mentalidad de hoy trabajando sobre el propio corazón en una continua conversión, en la gracia del Espíritu, hasta construir día tras día ese “nosotros” comunitario en el que late la presencia viva de Jesús mismo, a través del cual nos volvemos fecundas y generadoras en la Iglesia y en el mundo.
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