Ucrania: La alianza que cura las adicciones
Svitlana Dukhovych – Ciudad del Vaticano
"Un arma poderosa del maligno contra el hombre y el mundo es la desvalorización de todo: de sí mismos y de los demás, del ambiente y de las relaciones. Y todos los que sufren adicciones siguen este camino de devaluación". Lo afirma el padre Vasyl Bilas, director espiritual del Centro de recuperación Nazaret, en Ucrania, que ayuda a las personas a superar la adicción a las drogas, el alcohol y el juego, acompañándolas por el camino inverso, el del amor: "Los ayudamos a sentirse amados, a creer en su propio valor y, en consecuencia, a apreciar también el mundo que los rodea y a las personas. En otras palabras, intentamos que perciban la mirada de Dios Padre", explica el padre Vasyl a Vatican News.
El centro, situado en medio del verdor de la región de Lvov, funciona desde el 2004 y cuenta con el apoyo de la Eparquía de Sambir-Drohobych de la Iglesia greco-católica ucraniana. No es casualidad que se llame "Nazaret" porque, como el lugar de nacimiento de la Virgen María, hace germinar la esperanza, pone un signo en el corazón que cambia la historia de las personas.
Una casa donde recomenzar a vivir
Pero, ¿qué tiene que ver esto con la Laudato si’? "Para poder cambiar, las personas que acuden a nosotros necesitan un entorno sano y confortable y por eso, más que una instalación sanitaria o de otro tipo social, el Centro se asemeja a un verdadero hogar, rodeado de vegetación que nunca ha suspendido su misión, a pesar de la guerra, donde quienes vienen a desintoxicarse pueden vivir de forma permanente y confortable hasta dos años", explica Maryna Poturay, psicóloga y coordinadora de proyectos del Centro de recuperación. El concepto de “casa” no se refiere sólo al espacio físico, sino también a un ambiente donde las personas se sienten acogidas y animadas a crecer.
Como método de apoyo, el Centro Nazaret ha elegido la combinación de psicología, religión y espiritualidad. "Esto permite a la persona trabajar sobre sí misma, sus valores y su vida interior", insiste el director espiritual, el padre Vasyl. Y añade que lo bonito es que los que se dirigen a este centro no siempre son cristianos practicantes y, al principio, ni siquiera se plantean la pregunta de si este centro está relacionado con la religión: “Vienen aquí sabiendo que necesitan ayuda y la Iglesia, como siempre, dice: 'Intentaremos ayudarte' y ellos aceptan esta ayuda, se confían. Sólo en un segundo momento muchos abrazan la fe y es esto lo que cambia radicalmente sus vidas".
“Es muy importante que las personas de nuestro centro tengan la oportunidad de hablar con los sacerdotes, participar en la Liturgia y construir poco a poco una nueva relación con Dios – añade Maryna Poturay – porque las personas que sufren adicción tienen muy baja autoestima y se sienten abandonadas por todos, incluido Dios. Por eso, cuando se establece este contacto con el Creador, crece también la confianza en sí mismas y en su futuro".
Tener cosas no da la felicidad
Reflexionando sobre las causas del aumento exponencial de las adicciones en Ucrania y fuera de ella, el padre Vasyl comenta que el mundo moderno se ha vuelto muy materialista. "El materialismo, la cantidad de cosas que una persona posee – afirma –nunca es un valor que haga mejor a una persona. Esto ha estado claro durante mucho tiempo, pero ahora se promueve este estilo de vida para el que es importante tener mucho". Encontramos la confirmación de esto en la encíclica Laudato si' del Papa Francisco.
El Pontífice escribe: "Como el mercado tiende a crear un mecanismo consumista compulsivo para colocar sus productos, las personas acaban agobiadas por la vorágine de las compras y los gastos superfluos” (LS, 203). “No es pecado tener cosas – prosigue el sacerdote – pero es importante poner cada cosa en su sitio, restablecer las prioridades: para los creyentes primero debe estar Dios, para los no creyentes las relaciones con las demás personas, y luego vienen otras cosas. El egoísmo, en cambio, dice: 'Todo es para mí, todos me deben algo, debo tener mucho y si tengo poco, soy infeliz'".
Procesar el dolor
Otra causa frecuente de una adicción es el dolor, el sufrimiento no procesado. Es precisamente este motivo el que suele traer a Nazaret a soldados ucranianos que han experimentado un gran estrés o han perdido a un amigo o a un familiar en el frente o sufrido lesiones físicas. Aquí, el centro de rehabilitación acoge a soldados desde el 2015, tras la primera invasión del este de Ucrania por parte de Rusia.
“Muy a menudo, los soldados se quedan solos con su dolor", explica el padre Vasyl. “Cuando vuelven a casa de vacaciones, de baja temporal o permanente, no hablan de ello porque creen que nadie puede entenderlos. Y, en efecto, ¿cómo explicar el odio? ¿El horror? ¿La muerte? Muchos empiezan entonces a beber o a consumir drogas para anestesiar el dolor que llevan dentro. Pero es importante no silenciar ese sufrimiento, sino revivirlo, metabolizarlo, con el apoyo de alguien”.
“Y por esta razón Nazaret se convierte para ellos, permaneciendo en el ámbito militar, en una especie de ‘zona tampón’ entre el campo de batalla, del que el soldado ha salido, y su casa, para que pueda permanecer algún tiempo, con personas que los ayuden a superar ese dolor, para que puedan volver más serenos, más ‘resueltos’ a sus seres queridos o a la sociedad en general".
Volver a crecer junto con los demás
La adicción envenena varios aspectos de la vida de una persona, y sin duda uno de los más importantes es la relación con los demás. "Si una persona sufre adicción durante muchos años – afirma Maryna – pierde no sólo sus valores y el sentido de la vida, sino también todas las relaciones sociales, rompe los lazos con la familia, con los amigos que podrían ayudarla". En Nazaret, viviendo en comunidad, donde cada uno tiene sus propias responsabilidades y trabajo que hacer (en la cocina, el jardín, la huerta, etc.), las personas aprenden de nuevo a construir y mantener relaciones, cuidando de sí mismas, de los demás y también del entorno que las rodea".
La psicóloga afirma que este enfoque comunitario también es importante porque las personas que han sufrido una adicción comprenden muy bien la dinámica de comportamiento de esta enfermedad y pueden descifrar rápidamente si, por ejemplo, una de ellos utiliza la manipulación cuando se dirige a un trabajador del centro o dice mentiras. Pueden hablar de todos estos problemas en el grupo e intentar resolverlos junto a los especialistas.
La comunidad también desempeña un papel clave si alguien decide interrumpir el proceso de rehabilitación y abandonar el centro. Maryna continúa explicando que cuando una persona inicia este camino, firma una especie de contrato con Nazaret, que puede interrumpir en cualquier momento, pero si decide hacerlo, está obligada a reunir a la comunidad para anunciar personalmente su intención. El grupo, tras escuchar, puede dar su opinión.
"Muy a menudo – explica la psicóloga – las personas quieren salir porque el proceso de curación es duro, es difícil cambiar. Pero no quieren reconocer su propia debilidad y suelen buscar, inconscientemente, diferentes excusas: 'Tengo que pagar deudas. Mi mujer me está esperando’, etc. Y es el grupo el que durante esta reunión las ayuda a comprender cuál es la verdadera razón de este abandono y consigue hacerlas cambiar de idea”.
En armonía con la Creación
"Los ambientes en los que vivimos afectan a nuestra forma de ver la vida, sentir y actuar. Al mismo tiempo, en nuestra habitación, nuestro hogar, nuestro lugar de trabajo y nuestro vecindario hacemos uso del entorno para expresar nuestra identidad. Nos esforzamos por adaptarnos al entorno, y cuando está desordenado, caótico o saturado de contaminación visual y acústica, el exceso de estímulos desafía nuestros intentos de desarrollar una identidad integrada y feliz" (LS, 147). Este otro pasaje de la Laudato si' nos dice que un ambiente sano es esencial para la curación.
El Centro de recuperación "Nazaret", que consta de varios edificios en medio de un bosque, ofrece a las personas la oportunidad de concentrarse en su recuperación sin distraerse con el caos, la abundancia de cosas para consumir y el ajetreo de la ciudad. Aquí pasan mucho tiempo al aire libre, salen a pasear, recogen leña en el bosque, trabajan en el jardín y el huerto y aprenden a alabar a Dios por lo que la tierra les da. "Por cómo una persona trata a los demás y a sí misma, cómo trata a los animales que tenemos en el territorio de ‘Nazaret’, y cómo cuida los árboles y arbustos que hemos plantado, podemos ver si se está curando, si hemos hecho bien nuestro trabajo", concluye el director espiritual.
La alianza que cura
Tras el inicio de la guerra en Ucrania, en "Nazaret", situada al oeste del país, llegaron solicitudes de alojamiento de desplazados que huían de las zonas de combate. La dirección del centro decidió acogerlos porque disponía tanto de un edificio adecuado – ya que estaba separado del destinado a los acogidos – como de los recursos necesarios para proporcionarles artículos de primera necesidad. Desde el estallido del conflicto, algunos desplazados han sido alojados aquí durante unos días, mientras otros han permanecido durante meses sin tener adónde ir.
Aquí crean su pequeño grupo, pero también interactúan con toda la comunidad de "Nazaret": juntos trabajan en el huerto y van a Misa. "Sucedía a menudo – relata Maryna – que uno de los desplazados, tras unos días o semanas de permanencia en la estructura, se acercaba a una de las personas acogidas y le preguntaba: 'Nos habían dicho que aquí había drogadictos. Pero, ¿sabes dónde están?' Y la persona respondía con una sonrisa: 'Yo sería una de ellas'".
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