El Patriarca en la Bienal: Venecia redescubre su ADN, el encuentro
Antonella Palermo - Venecia
Una arquitectura que da una especie de "paso atrás" en la seducción de los efectos especiales; una arquitectura que aprende el arte popular de hacer un huerto, por ejemplo, y se adentra realmente en lo cotidiano, en la experiencia "mínima" de nuestro vivir. Este es el espíritu con el que se diseñó el pabellón vaticano de la Bienal. Como explican los responsables del estudio Albori, al hacer arquitectura, la práctica del trabajo manual recoloca con los pies en la tierra y despeja la mente, reaviva el cuerpo y el alma anquilosados y actúa como antídoto contra la abstracción. La dedicatoria de estos arquitectos a esta obra es para todos los emigrantes, los exiliados, los olvidados, con la esperanza de que lugares como el huerto-jardín instalado en la isla de S. Jorge se multipliquen para un estilo de convivencia más allá de las vallas, las desigualdades y la indiferencia.
Dos "anfitriones" acogen los logros de la 18ª Bienal de Arquitectura en el pabellón de la Santa Sede: el abad benedictino de S. Jorge Maggiore, Stefano Visintin, y el Patriarca de Venecia Francesco Moraglia. Ambos subrayan la urgencia de tender puentes: entre el arte contemporáneo y la Iglesia, por una parte, y entre los pueblos y las religiones, por otra.
Moraglia: Venecia, ciudad de puentes
"El pabellón de la Santa Sede es sintomático en el contexto de Venecia porque Venecia es la ciudad de los puentes y la amistad social es lo que nuestra humanidad necesita especialmente en el futuro", declaró el Patriarca Francesco Moraglia en una entrevista concedida a Vatican News poco antes de la inauguración, ayer 19 de mayo, del pabellón de la Santa Sede en la isla de S. Jorge.
"Me viene a la mente la enseñanza del Papa, que en este momento histórico es de gran actualidad", añade. "Venecia vive en este pabellón un poco de su identidad porque siempre ha sido una ciudad unida, siempre una ciudad de encuentro tanto de etnias como de culturas y religiones. La primera comunidad luterana", observa, "está en Venecia, el gueto nació en Venecia. Así que redescubre un poco su ADN, su ser histórico pero proyectado hacia el futuro porque el gran desafío que nos señala el Papa es precisamente el de una vida sostenible frente a las exigencias de una técnica que nos lleva a utilizar la creación". Moraglia invita a vivir la enseñanza del Papa "cuyo pensamiento constante es recuperar la dimensión de la relación con la creación que debe ser preservada. Así, al final, el hombre se encuentra en su plena dimensión, en relación con una humanidad reconciliada".
Construir el futuro con creatividad, combinando tecnología y ética
En un momento en que la atención de los medios de comunicación y la preocupación de la sociedad civil italiana se centran en las zonas devastadas por la crecida de los ríos que han sumergido el campo y las ciudades de Emilia-Romaña, es inevitable mencionar el papel simbólico, espiritual y energético del agua en la ciudad que vive del agua por excelencia y que se siente atraída por el agua y consternada al mismo tiempo. "El agua es ambiente vital, el agua es vida, es también una posibilidad de construir fuentes de energía. Pero también se convierte en una dimensión que hay que vigilar, sobre la que hay que reflexionar. Por ejemplo, el mar se convierte no sólo en un lugar de encuentros, sino también en un lugar infinito. En este periodo, denuncia el Patriarca, "observamos que la relación con la creación y con los acontecimientos atmosféricos también puede convertirse en una relación dramática. La creación debe ser respetada, sólo a partir de esta profunda reconciliación del hombre con su entorno el agua vuelve a ser el elemento que debe ser. Si esta Bienal habla de un laboratorio del futuro, concluye, y si no somos capaces de construir el futuro, significa que tampoco tenemos ya el presente. En cambio, si nos interesamos por construir el futuro con creatividad, combinando técnica y ética, y con visión de futuro, seremos capaces de construir esa antropología integral que el Papa Francisco reclama continuamente como recurso para todos'.
Abad Visintin: reparar la relación entre el arte contemporáneo y la Iglesia
A la sombra de las raíces palladianas de la abadía -donde las estatuas de madera de Álvaro Siza cohabitan en asombrosa armonía-, Stefano Visintin, abad del monasterio de San Jorge, explica que desde hace unos diez años la comunidad se ha comprometido a construir un diálogo entre la Iglesia y el arte contemporáneo.
"Este diálogo se ha interrumpido, lamenta, y estamos haciendo todo lo posible por restablecerlo. Nunca antes había ocurrido acoger un pabellón, esta es la novedad y estamos contentos por ello'. Y menciona la profusa labor de difusión del arte por todos los espacios de la isla -gracias a las actividades de la Benedicti Claustra, la rama sin ánimo de lucro de la comunidad-, incluso en el interior de la basílica y la sacristía, que acogen exposiciones (ajenas al pabellón vaticano) con una referencia al agua. "La fraternidad siempre ha pertenecido a la vida benedictina, a la vida monástica, a la vida cenobítica', añade el religioso, y se remonta a la vida de la primitiva comunidad de Jerusalén. Construir comunidad, construir relaciones es algo fundamental en la vida religiosa, en la vida cristiana, en la vida del mundo. Pero lo sabemos, hay dificultades porque siempre están nuestros comportamientos no virtuosos que nos hacen recaer en nuestro egoísmo en lugar de un amor expansivo por los demás. Y, a gran escala, las guerras son la expresión de esta visión miope y encerrada en sí misma del hombre".
Gracias por haber leído este artículo. Si desea mantenerse actualizado, suscríbase al boletín pulsando aquí