Níger: No a las armas para instaurar la democracia
Deborah Castellano Lubov – Ciudad del Vaticano
“En Níger se necesitan soluciones pacíficas, no el uso de la fuerza y la violencia que traen muerte y guerra". Así lo declaró a Vatican News el cardenal John Onaiyekan, arzobispo emérito de Abuja, quien se pronunció sobre lo que está ocurriendo en el país, donde un golpe de Estado de la guardia presidencial depuso al presidente Mohamed Bazoum el pasado 26 de julio.
Hace unos días, la Unión Africana (UA) suspendió a Níger, pidiendo a sus miembros que evitaran cualquier acción que pudiera legitimar a la junta actualmente en el poder; la Comunidad Económica de los Estados de África Occidental, CEDEAO, intenta en cambio negociar con la propia junta, y ha declarado, si fracasan los esfuerzos diplomáticos, que está dispuesta a enviar tropas al país para restablecer el orden constitucional.
El cardenal Onaiyekan aboga por un retorno pacífico a la democracia, y varias conferencias episcopales africanas se han pronunciado en este sentido.
¿Qué llamamiento le gustaría hacer ante los acontecimientos que están teniendo lugar en África Occidental y, en particular, en Níger?
El llamamiento que quiero hacer es el mismo que ya han hecho tanto la Conferencia Episcopal de Nigeria como la Conferencia Episcopal para África Occidental, Cerao/Recowa. Siempre hemos pedido a los gobernantes de la región de la CEDEAO (Comunidad Económica de los Estados de África Occidental) que, pase lo que pase en distintos países, como en Níger, Burkina Faso, Malí y Guinea, donde los soldados han tomado el poder, no respondamos con violencia, con el uso de la fuerza para instaurar la democracia.
Es un error tomar el camino de la violencia para intentar restaurar la democracia. El grave problema, no sólo en África Occidental, sino quizá en todos los países africanos, es que desde hace más de 30 años se habla mucho de democracia, pero en casi todos los países tenemos una democracia casi bastarda, es decir, en absoluto gobiernos del pueblo, según la voluntad del pueblo, sino gobiernos nacidos de elecciones amañadas, en las que algunos toman el poder por la fuerza y manipulan las elecciones, de modo que de las urnas salen ganadores que no fueron elegidos por el pueblo.
¿Cómo se ha expresa la Iglesia en estas situaciones?
Dijimos a nuestros políticos que ya es hora de dejar de manipular el futuro de nuestros pueblos, de intentar que los gobiernos se hagan de forma justa, según las reglas de la democracia, para que la gente sepa que vive en justicia y paz. De lo contrario, cualquier soldado podría saltar y declararse jefe de Estado, como está ocurriendo ahora en nuestras regiones.
La situación en nuestros países, y en África en general, nos duele mucho. Podemos organizarnos mucho mejor. Como hombres de religión, como sacerdotes y obispos, tenemos un límite en lo que podemos hacer. No podemos tomar el poder, sólo podemos hablar y gritar, y eso es lo que estamos haciendo en este momento.
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